El 7,8 que unio a todo un pais
Los recuerdos son inolvidables. Empezando por la hora: 18:59 del sábado 16 de abril. La tierra tembló con una intensidad de 7,8 en la escala de Richter y dejó una estela de dolor y muerte que movió las fibras más sensibles de los ecuatorianos.
Los recuerdos son inolvidables. Empezando por la hora: 18:59 del sábado 16 de abril. La tierra tembló con una intensidad de 7,8 en la escala de Richter y dejó una estela de dolor y muerte que movió las fibras más sensibles de los ecuatorianos.
En tan solo 42 segundos, el tiempo que duró el terremoto, muchas áreas de las provincias de Manabí (en especial Manta, Portoviejo, Jama, Canoa y Bahía de Caráquez) y Esmeraldas (principalmente Pedernales, Muisne y San José de Chamanga) quedaron destruidas. Menores daños dejó en varias poblaciones de Los Ríos, Pichincha, Chimborazo, Loja, Azuay, Santo Domingo y Guayas.
Más de 15 mil construcciones, entre casas, edificios departamentales, centros comerciales, empresas, industrias, plantas de agua, hospitales, escuelas, iglesias y otras colapsaron. La energía eléctrica se cortó y la desesperación inundó de gritos de terror a los sobrevivientes. Fue una noche de espanto.
Al día siguiente el país recién empezaba a conocer la magnitud del desastre. Edificios enteros habían caído como naipes sepultando bajo toneladas de cemento y escombros a mujeres, niños, ancianos, trabajadores y, en algunos casos, a familias enteras. En total se registraron 671 fallecidos, 113 personas rescatadas con vida, 4.605 heridos y 68 mil familias afectadas.
Durante semanas el país se conmovía con las imágenes que mostraban los medios de comunicación: llanto y dolor. Desesperación de muchos padres por encontrar a sus hijos, de muchos hijos que quedaron huérfanos, de esposos y esposas viudos, de abuelos en la calle, de niños sin hogar, de gente con hambre y sed que invadió las carreteras de Manabí pidiendo ayuda... Cualquier ayuda que fuese era válida.
Durante un mes y medio las labores de rescate movilizaron a 57.674 voluntarios de todo el país y más de una centena llegados del exterior para brindar asistencia. Vinieron desde Chile, Perú, Colombia, Brasil, Panamá, México, Estados Unidos, Japón, Inglaterra, Francia y otros países europeos.
Las labores de rescate fueron intensas. Los llamados ‘topos’ de México y otro equipo de rescate colombiano, así como grupos ecuatorianos, laboraban día y noche entre los escombros para intentar hallar a personas con vida. El tiempo apremiaba. La tarea parecía titánica porque la debilidad de las estructuras colapsadas y la continuidad de réplicas (3.705 hasta que se elaboró este informe) ponían en riesgo la vida de los rescatistas.
Pero los milagros existen. Dos y hasta tres días después de permanecer bajo los escombros y cuando ya las esperanzas eran nulas, sacaban con vida a los últimos sobrevivientes. Las escenas eran dolorosas, pero a la vez reconfortantes por la forma en que ellos se aferraron a la vida.
Pero los días siguieron y luego no hubo más que hacer que recoger a sus muertos y buscar dónde enterrarlos, porque hasta los cementerios se habían destruido. La recuperación de los afectados ha sido lenta. Durante semanas, miles de estudiantes se quedaron sin asistir a clases y unas 7.523 empresas siguen sin operar al 100 %.
En total 8.690 personas fueron albergadas en campamentos y muchas aún permanecen en ellos sin poder regresar a lo que quedó de sus casas.
En medio de todo lo negativo, resaltó la unión de un país. Miles y miles de manos se dedicaron a donar. Toneladas de alimentos, ropa, medicina y otros bienes fueron entregados por los ecuatorianos en campañas solidarias nacidas de la sociedad civil. Fue la esperanza brillando en medio del dolor.