Abad en Israel: no se siente la calidad humana de Daniel Noboa
Noboa puede tener razones para detestarla, pero el ejercicio ejemplar del poder obliga a observar una conducta humanista
Enviar a la vicepresidenta Verónica Abad a vivir en Israel cuando ya se había desatado la actual guerra entre ese país y Hamás fue un acto político con indudables señas de maldad. El gesto no tenía atenuantes: se sabía que el presidente Daniel Noboa mantenía una pésima relación con ella, pero era muy difícil entender cómo pudo enviarla en misión diplomática tan lejos y a uno de los sitios del mundo con mayores riesgos posibles para su seguridad personal.
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Luego vino otro momento de dimensiones similares: se detuvo al hijo de Abad por una acusación de tráfico de influencias y se lo trasladó al preso, aún sin sentencia, a La Roca, una cárcel de altísima seguridad donde pasan sus condenas los reos de mayor peligro. Ese fue una evidente e innegable desproporción, que lo único que hizo es acentuar la certeza de que con Abad existe una guerra declarada donde el presidente ejerce una ventaja abusiva.
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Leer másPero si había unos pocos que dudaban de que haya existido maldad en la decisión de enviar a Abad a Israel y a su hijo a La Roca, el hecho que concierne a este análisis se los está confirmando: ignorarla olímpicamente en el momento que se desencadena un ataque de misiles y drones desde Irán sobre Israel.
Si bien es cierto que Cancillería emitió un comunicado donde de la forma más lacónica y fría posible se la menciona, esto se produjo solo cuando Abad ya había hablado del abandono que sentía y cuando el tema era un escándalo muy incómodo para el Gobierno en redes sociales.
“La Cancillería ecuatoriana, tan pronto conoció acerca del ataque contra Israel, envió instrucciones para el resguardo y protección de todo el personal de la Embajada y se contactó con la embajadora Verónica Abad, quien confirmó que se encontraba bien”, decía el comunicado donde, como se observa, se ignora su calidad de vicepresidenta para dejarla como embajadora nada más. Mencionarla en ese segundo comunicado fue más parecido a un acto de rendición que a un sentimiento sincero de preocupación y solidaridad: es evidente que se lo hizo a regañadientes y para evitar el desgaste político que aparentemente le estaba generando.
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Leer másLa vicepresidenta es un problema político para Noboa y de eso no hay duda. Con su libreto de libertaria de manual y su manifiesta falta de tino, Abad creaba problemas para el candidato Noboa, amén de otros hechos que aparentemente provocaron la profunda desconfianza del presidente.
Al poco tiempo de asumir el poder, el presidente la envió a Israel cuando ese país entraba en una espiral de violencia de pronóstico reservado, luego de iniciada la guerra contra el desalmado grupo terrorista Hamás. Tenerla lejos era la fórmula para que no afectara su proyecto de gobierno, pero bien pudo haberla enviado a un país con menores riesgos y complicaciones.
¿No había una embajada en un lugar menos riesgoso? ¿Portugal? ¿Grecia?. Luego se habló de la posible iniciativa para sacarla del cargo y encargárselo a alguien de mayor confianza para que Noboa pueda hacer su campaña para la reelección con la tranquilidad de que Abad no le hiciera una trastada. Sobre ese plan, sin embargo, no se volvió a hablar, pero tampoco se lo negó oficialmente.
Y hasta que llegó el tema del bombardeo de Irán. Era de esperar, por la buena imagen de Noboa dentro y fuera del país, que se hubiera tenido algún gesto con la vicepresidenta, si no era su inmediato traslado al país como correspondía, al menos un comunicado, una llamada, una declaración… Algo que demostrara algún grado de humanidad en la conducción de la cosa pública.
Pero no, Noboa hizo un comunicado en solidaridad con Israel -lo cual está muy bien- pero no mencionó ni por asomo a su vicepresidenta. Ante una amenaza así de inminente a su seguridad personal, bien podía haber hecho una mención sobre ella, un pequeño gesto de magnanimidad y calidad humana.
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Leer másNoboa puede tener miles de razones para detestar a su compañera de fórmula y quizá habrá algunos que sean justos, pero el ejercicio ejemplar del poder obliga a observar una conducta humanista. No hay que olvidar que fue él quien la escogió de compañera y que lo que ocurra con ella para bien o para mal es de su responsabilidad.
Actuar con magnanimidad es parte del buen ejercicio del poder. De lo que se ha visto, al menos en este tema, Noboa actúa de acuerdo a sus resentimientos y vendettas personales y no en función de lo que debería ser su conducta: la de un estadista.
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