¿Qué tienen estos abogados en el mate?
La estética importa. Los profesionales del derecho que reparten atenciones entre Jorge Glas y Los Choneros producen su look
Hay una estética gansteril común a un creciente número de abogados que pululan en los tribunales de la República. Cualquiera los reconoce: lucen telas refulgentes de colores brillantes y contrastes chillones: rosa con naranja, rojo con violeta, amarillo patito con celeste eléctrico... Cargan joyas de oro macizo por todo el cuerpo, anillos con grandes piedras, broches, cadenas… Sus corbatas son aparatosas. Los puños de sus camisas, gigantescos y abrochados con gemelos de fantasía. Sus barbitas de diseño parecen trazadas con rotulador. No escatiman en tintes, colonias, fijador para el cabello… Es el estilo observable en aquellos profesionales del derecho que reparten sus atenciones entre la banda mafiosa Los Choneros (el cartel de Sinaloa) y aquel otro delincuente notorio que solía trabajar como vicepresidente. El país ha visto con una mezcla de incredulidad y risa nerviosa sus videos promocionales y sus exhibiciones en las redes, de desfachatado estilo narco, y no sabe muy bien cómo tomárselo. Cierto es que el mal gusto, aparte de subjetivo, no es delito. Pero la estética importa: transmite información, revela escalas de valores, desnuda formas de vida. En este caso plantea una pregunta clave: ¿cómo tienen amoblada la cabeza aquellos que hacen y deshacen en el sistema de justicia?
Pedro Moreira, quien concedió un habeas corpus a alias JR, quedó fuera de la Función Judicial
Leer más¿Cómo tiene amoblada la cabeza Diego Moscoso? Al juez de Manglaralto que dejó en libertad a Jorge Glas, el país lo conoció a través de una fotografía en la que aparece con el torso desnudo, el brazo derecho extendido hacia arriba y el pulgar en alto, posando ante un Mercedes Benz deportivo de 70 mil dólares en lo que parece ser el patio de una casa. A la hora de las aclaraciones, Moscoso consideró necesario dejar establecido que ese carro no le pertenece. Simplemente, dijo, tiene la afición de fotografiarse con cuanto automóvil de lujo se cruza en su camino. Poco a poco fueron apareciendo más y más imágenes similares. Cada vez que encuentra un Maserati, un Porsche o un BMW descapotable parqueado en una esquina (lo cual debe ocurrir harto a menudo desde que el cartel de Sinaloa multiplicó sus intereses en la zona), Moscoso saca su celular, compone una agazapada pose de reguetonero y dispara una selfi. La pregunta es cómo se compagina este gusto por la ostentación, este frívolo exhibicionismo, este devaneo narcisista con el tipo de carácter que espera uno encontrar en un administrador de justicia: reflexivo, ecuánime y no necesariamente solemne, pero sí provisto de cierta gravedad y ese peso específico que encontramos en los grandes jueces. Hay en Moscoso una incongruencia estética que casi anticipa la aberración ética de liberar al preso por corrupción más importante del país burlando los procedimientos.
Para estas moscas, Glas es un frasco de miel. No ha transcurrido un mes de su liberación y ya se le pegó el otro juez cuestionado del momento. Pedro Moreira concedió el habeas corpus al líder de Los Choneros sentenciado por asesinato y es fiel representante de esa estética que hemos calificado como gansteril. Esta semana acompañó a Jorge Glas a cumplir su primera diligencia de presentación ante la justicia. Posaron para la foto el delincuente sentenciado, el exlíder de los Latin Kings y actual asambleísta Ronny Aleaga (lo que hizo cuando pertenecía a esa banda delictiva es el secreto mejor guardado de la Asamblea), el juez que liberó al chonero y Marcela Aguiñaga, la jefa del partido político que solía financiar sus campañas (lo dice una sentencia de la Corte Nacional) con dinero sucio. Todo en orden.
Moreira deja para la posteridad una pieza audiovisual digna de Saul Goodman, el abogánster de la multipremiada serie ‘Better call Saul’, cuya última temporada se acaba de estrenar en Netflix. Se trata de un video para promocionar sus servicios legales filmado en el estilo de comedia rijosa para viejos verdes: una mujer maltrata a su marido (representado aquí con todos los estereotipos del afeminado mandarina) y le quita su teléfono celular. “No sé cómo defenderme”, llora el hombre con su voz aflautada cuando se queda solo. Primerísimo plano de la mano de Moreira, con su enorme anillo de oro, posándose en el hombro de la víctima: “Hola amiguito -dice con tono viril-, ¿necesitas ayuda?”. El diálogo que sigue es delirante y está marcado por un subtexto de homosexualidad de clóset que lleva al espectador a preguntarse qué mismo vende este abogado.
En cuanto se publicó la foto de Glas en tan buena compañía, una de sus abogadas creyó necesario aclarar que Moreira no pertenece al equipo de asesores jurídicos del exvicepresidente; que ni lo conoce siquiera. Como si el país no estuviera acostumbrado a ver a Glas en compañía de abogánsters. ¿No compartió defensor con Rasquiña? Harrison Salcedo, asesinado en un ajuste de cuentas por sicarios, solía filmarse para las redes sociales entre fajos de billetes y pistolas automáticas. El video oficial de su estudio jurídico lo muestra alardeando su Rolex de oro y rodeado de una compañía femenina que parece directamente extraída de la escena más prostibularia de ‘Sin tetas no hay paraíso’. Visto así, y sin otras consideraciones que las puramente estéticas, pensar que el angelito de estos videos fue designado abogado defensor del vicepresidente en funciones es comprender el grado de descomposición moral del correísmo y la desfachatez con que se acostumbró a exhibir su podredumbre.
La estética importa. En el sistema judicial ecuatoriano hay una multitud de ejemplos menos comprometedores. El más reciente proviene de lo más alto. Al presidente de la Corte Nacional de Justicia, Iván Saquicela, nadie puede acusarlo, faltaría más, de complicidad con Los Choneros. Pero su ineficiencia a la hora de tramitar la extradición del expresidente prófugo fue, cuando menos, sospechosa: tardó inexplicablemente un año en solicitarla y terminó haciéndolo cuando era demasiado tarde. Fue precisamente para contrarrestar la ola de suspicacia que se levantó en su contra luego de este paso en falso que decidió publicar en sus redes sociales, él también, un video. Definitivamente está lejos de la estética gansteril de los allegados a Jorge Glas, pero algunas de sus imágenes sí que son dignas de Saul Goodman, en particular aquella en la que aparece posando con el martillo de juez en la mano izquierda, congelado en el ademán de golpear implacablemente, y el grueso volumen de los códigos abierto en la derecha. Lo demás son testimonios de lo que parece ser su club de fans (de hecho exhiben una camiseta en la que se lee “Juez Iván, yo sí que soy fan”). Antecede un mensaje de agradecimiento del juez: “Los que me conocen personalmente saben de mi talla profesional y, por sobre todo, de mi gran valor de hacer las cosas bien”.
El habeas corpus de Jorge Glas pasa a la Corte de Justicia de Santa Elena
Leer másFueron precisamente los correístas quienes pusieron de moda la práctica del autoelogio. Marcela Aguiñaga solía desgañitarse en la Asamblea hablando de los valores y el sentido del honor que le inculcaron sus padres, como si el honor y los valores (cuando se los tiene de verdad) no se bastaran para hacerse notar sin que nadie los proclame. Saquicela incurre en esa misma falta de buen gusto. La estética, una vez más. Lo hace para afianzar sus buenas relaciones con sus seguidores. ¿Es ese un comportamiento digno de un juez (del más alto juez de la República) o de un candidato? Otra vez un video nos plantea la pregunta clave: ¿cómo tiene este señor amoblada la cabeza? Otra vez la respuesta no es muy esperanzadora que se diga.
¿Moreira? ¿Quién es?
“Señor Pedro Moreira, cumplo con indicarle que usted NO es parte de la defensa técnica jurídica nacional ni internacional” de Jorge Glas, tuiteó la abogada Gabriela Vera. “Es más, él asegura no conocerlo”. Pues no lo parece en el video. El juez que liberó al líder de Los Choneros apareció en íntimo grupito junto al exvicepresidente y hoy quieren renegar de él. Pero no pueden: Moreira es un correísta duro con programa de entrevistas por el cual ha pasado hasta Marcela Aguiñaga.