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Paola Cabezas es una de las proponentes del juicio político contra la ministra del Interior, Mónica Palencia.
Paola Cabezas es una de las proponentes del juicio político contra la ministra del Interior, Mónica Palencia.Foto: Flickr Asamblea Nacional

Las absurdidades del juicio político a Mónica Palencia

Análisis | El clímax llegó cuando Paola Cabezas reclamó a la ministra porque supuestamente había hablado sobre Mataje

Cuando una asambleísta se expresa con palabras notoriamente excluyentes y gestos casi xenofóbicos en contra de una ciudadana nacida en otro país, pero con más de 30 años viviendo en Ecuador, solo corrobora que pertenece a un grupo político sectario que cree que en este país no hay cabida para quienes no piensan igual que ellos y que todo aquel que disienta debe ser condenado al escarnio que ordene el líder de ese grupo. 

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Obviamente, si una asambleísta con ese discurso se topa con una mujer inteligente y preparada, sale trasquilada cuando fue por lana. Eso le pasó a Paola Cabezas cuando le dijo a Mónica Palencia: “Usted no merece ser ministra de mi país”. Palencia, en tono enfurecido, pero con argumentos más patrióticos que los de la Cabezas, le respondió: “¡También es mi país!”.

La ministra del Interior acudió a la presentación de pruebas dentro del juicio político en su contra; sesión que no fue presencial por así decidirlo la presidenta de la Comisión de Fiscalización, Pamela Aguirre. Una a una fueron rebatidas todas las pruebas que presentaron sus interpelantes, incluso aquellas que quisieron introducir en último momento tratando de sorprender a la interpelada.

La prueba más contundente debía ser sobre la incursión a la Embajada de México en Quito, pero quedó desvanecida cuando la ministra presentó una sentencia de la Corte Nacional de Justicia que señala que la detención de Jorge Glas estuvo dentro del marco jurídico y fue legal, pues el exvicepresidente había violado las medidas cautelares que le impusieron y además debía ejecutarse su detención para cumplir una segunda sentencia por actos de corrupción. 

Sin embargo, Sofía Espín insistió sobre este punto y presentó un documento, supuestamente elaborado por la Comisión de Derechos Humanos de la ONU que señala que la detención de Glas podría considerarse un secuestro, pero esa prueba no la presentó cuando debió presentarla y no consta en el proceso. 

Los argumentos del correísmo

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Espín se dio cuenta de que no debía tocar el tema de Glas y se puso a hablar sobre el presupuesto de seguridad y lo poco que se había gastado. Palencia le respondió con la misma habilidad que Pancho Huerta en su mejor época hubiera tenido. “Podríamos tener más recursos si su amigo, el señor Glas, devolviera los 14 millones de dólares que la sentencia en su contra le obliga a devolver”. 

En ese momento Espín no encontró otro camino que atacar al expresidente de la Comisión y excandidato presidencial asesinado, Fernando Villavicencio, lo que obviamente causó el rechazo, no solo de la ministra interpelada, sino de los asambleístas de Construye.

Le tocó el turno a una apresurada asambleísta Giselle Molina, quien detuvo la marcha de su automóvil (sí, se conectó desde su automóvil) para hacer una presentación tan ambigua que lo único que podemos concluir es que estaba tan apurada por volver a la carretera que ni ella misma entendió lo que preguntaba.

A continuación intervino el asambleísta Pepe Vallejo, quien presentó una extensa cantidad de estadísticas para formular una pregunta que la ministra tampoco entendió y pidió que la repitiera, pero resultó que el asambleísta ya se había desconectado de la sesión. 

El secretario tuvo que llamarlo para que se vuelva a conectar y repita la pregunta, demostrando que también andaba apurado, quizás por los cortes de energía, y que, la respuesta de la ministra poco o nada le interesaba. 

Después de todo, el jefe de su grupo ya decidió cómo deben votar sus asambleístas. A pesar de ser una prueba extemporánea, la ministra de todas formas le respondió. Dio cifras sobre la disminución de delitos en comparación con el año 2023, datos sobre el control de las cárceles y sobre los comités sectoriales con los Gobiernos Descentralizados.

El reclamo de Cabezas

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El clímax de la absurdidad llegó cuando la asambleísta Paola Cabezas volvió a tomar la palabra para reclamarle a la ministra porque supuestamente ha dicho en alguna intervención que “Mataje es un río y no un pueblo”. A este reclamo le dedicó los 10 minutos que tenía para intervenir. Se sintió ofendida porque la ministra no conoce Mataje. Dijo que lo entendía porque no es ecuatoriana y que eso la descalifica para ser ministra de su país.

Realmente, cuando la ministra habló sobre Mataje se refirió al puente sobre el río Mataje y la espléndida carretera construida durante el gobierno de Rafael Correa que muchos analistas consideran una ruta abierta para el tráfico de drogas.

La ministra Palencia de todas formas respondió. Le explicó a la asambleísta la intención de sus palabras e incluso señaló que si se siente ofendida le ofrece disculpas, pero que no va a aceptar jamás que le diga que no ama a Ecuador. “¡También es mi país! Pude haberme ido después de 30 años de vivir y amar a un ecuatoriano como nunca había amado, pero preferí quedarme para servir a esta patria que es tan mía como suya”.

Siendo riguroso con el lenguaje, Mataje no es un pueblo. Es una parroquia del cantón San Lorenzo de Esmeraldas y yo tampoco la he visitado. Seguramente hay algunas poblaciones del país que la asambleísta Cabezas no conoce. 

Eso no la descalifica para hablar sobre esos lugares, como tampoco descalifica a la ministra para hablar sobre lo que acontece en Mataje. Y, tampoco me descalifica a mí para hablar sobre ellas, a quienes muy poco conozco, pero que con sus intervenciones demuestran quienes son.

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