Aburrimiento mortal
Que el ciudadano no reacciona, que nadie se indigna ante las atrocidades y corrupción de las autoridades, que no hay visos de mejorar. ¿Cómo reprochar al ecuatoriano por su apatía si esta es síntoma de una dolencia fatal? No hay quien se conmueva todos los días si los titulares son siempre los mismos. Se podría decir que el país lleva un mes enfrascado en las idas y venidas de un exsacerdote con ganas de poder, pero se podría decir también que Ecuador lleva un año viendo las orejas del lobo feroz del FMI y, además, que la realidad nacional lleva décadas lidiando con los mismos obstáculos. Que los problemas estructurales de hoy en el empleo, en la liquidez económica, en el desbalance comercial o en la corrupción dentro de las instituciones públicas son los de siempre. Se ha gritado, se ha protestado, se ha tenido iniciativa, se ha contagiado la ilusión, se ha caído, se ha levantado, se ha pasado por todas las fases y, repitiendo errores y discursos, se sigue en un punto de aletargamiento.
A nadie se le escapa que matar por aburrimiento el interés ciudadano por la actualidad y la actividad gubernamental es siempre una estrategia eficaz. No para avanzar, pero sí para evitarse problemas en la gestión.