Aclarando a los duenos del pais

Más allá de las vicisitudes que mueven y modifican hasta las fronteras de los pueblos, poniendo en riesgo incluso su propia identidad, la cultura deviene en el mejor factor aglutinante. Por ello algunos dictadores, siempre soberbios, han aparentado cultivarla en ánimo pleno de manipulación, sin que en el fondo les importe un ápice, dado que no tienen sensibilidad para apreciarla; embotada está, pese a la farsa permamente en que desenvuelven su agenda.

Estirando al máximo su pasión por la cultura, en el mejor de los casos llegan hasta la canción popular, dada la demagógica aproximación tribunera que les permite. Casos de esos son visibles ahora en el Ecuador, bajo la visión totalitaria de que como el que paga manda, el Gobierno puede hacer con..., lo que se le ocurra..., lo que le dé la gana.

En efecto el argumento rey es ese: yo pago, yo mando, yo dispongo al gusto.

El pequeño gran problemita es que el Gobierno no paga, tan solo administra los recursos generados por todos, especialmente con el pago de impuestos. De modo entonces que quien gobierna, para estos efectos, no es como el propietario de un negocio. Si así fuese se podría colegir que como el fisco sostiene los hospitales públicos, dichos centros de atención médica son suyos y quien en ellos labora, su empleado.

Igual respecto de las universidades, las fuerzas de seguridad y un largo etc.

Jefe, en estos casos, no equivale a dueño.

Por eso es aleccionador lo actuado por David Harutyunyan, al desistir de seguir conduciendo la Orquesta Sinfónica de Guayaquil, dado que “con la ley de cultura me convertiría en herramienta política”. Hace honor a su ancestro armenio y a su actual condición de guayaquileño y, sobre todo, a su visión libertaria de la cultura que lo lleva a expresar: “me debe corresponder a mí y a mis músicos decidir cómo debo hacer las cosas, qué debo tocar, dónde debo tocar.” Y para que todo quede claro agrega, con frontalidad nada frecuente: “Para revisar cómo trabajan las entidades públicas con los fondos públicos existe la Contraloría del Estado. Y para saber si dirijo bien... el público”.

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