Se nos fueron

Este año mi pena se ha repetido tres veces. Tres amigos queridos partieron, y la experiencia con cada uno de ellos ocupó un largo espacio de mi vida. Fernando Nieto se despidió desde su apartado rincón en la costa Caribe de México, Humberto Vinueza lo hizo luego de regresar de Irán y Jaime García abandonó su obligada estancia en Buenos Aires para escoger las nubes con las que, desde hace mucho, se había comprometido. Los tres pertenecieron a esa minúscula e incomprendida pandilla de amantes de las letras. Los tres decidieron hacer de ellas el motivo fundamental de su estancia en la tierra, y combinaron sus largas faenas de creación con la reiterada convicción de que podían tomarse el cielo por asalto. La poesía fue el motivo del exilio de Fernando -el Gordo Nieto- . Nos encontramos en el DF y revivimos aquellas tardes en que “Sicoseo” nos convocó al alto piso porteño de Imbabura y Rocafuerte, repasamos los acontecimientos de aquel viaje en tren a mi pueblo de la sierra cercana, en compañía del también ausente Hugo Salazar Tamariz y del “Negro” Edwin Ulloa, y viajamos a León Guanajuato acompañando a Miguel Donoso para que inaugurara su taller de literatura. Humberto, un ser de transparencia espiritual desde el momento en que nos conocimos, me visitó en ese mismo México, junto a su hijo Fiodor, para recapitular los pasajes iniciales de esa singular amistad y recordar a Leonidas Proaño, su Santa Cruz, su infinito sacrificio y su encomiable entrega. Jaime García, el “Joaquín Aymará” que vivió en la nostalgia del histórico MIR, salió de su Guayaquil al mundo, volvió con su fuerza teórica para impulsar el cambio en que creímos, se afincó en Quito, y finalmente escogió esconderse, con el celo de la soledad, en un pequeño departamento del centro de Buenos Aires, donde lo ubiqué en octubre del año pasado para añorar a los amigos comunes y revivir, con un rápido vistazo de “El Hombre que amaba a los perros” las razones de su eterno trostskismo.

Les digo, con Miguel Hernández, “...compañeros del alma, compañeros...”