Será sepultado en la Catedral de Cuenca.

El adios de monsenor Luna

Se extinguió un referente de la lucha social. Monseñor Luis Alberto Luna Tobar, arzobispo de Cuenca, murió ayer a los 93 años, en la Casa Sacerdotal de La Armenia, en el suroriente de Quito. Ese fue su hogar desde 2010.

Se extinguió un referente de la lucha social. Monseñor Luis Alberto Luna Tobar, arzobispo de Cuenca, murió ayer a los 93 años, en la Casa Sacerdotal de La Armenia, en el suroriente de Quito. Ese fue su hogar desde 2010.

Aunque la semana pasada la Conferencia Episcopal Ecuatoriana (CEE) emitió un comunicado pidiendo oraciones por el prelado, que sufría un deterioro en su salud, la noticia no dejó de sorprender y entristecer a quienes palparon su obra y pensamiento.

Uno de ellos, Juan Cuvi. El exintegrante de Alfaro Vive Carajo tuvo una singular relación con el sacerdote. Lo conoció siendo él un niño y Luna un joven párroco. Años después se volvieron a encontrar cuando se instalaron los diálogos de paz con el Gobierno de Rodrigo Borja.

“Luego él me invitó a vivir en Cuenca para que asuma la dirección de la Fundación Domun que es una de sus obras más importantes. Lo recuerdo como una persona tolerante, si algo aprendí de él es el ecumenismo. Esa capacidad de dialogar con cualquier sector”, dijo Cuvi a EXPRESO.

Se puede decir que la vida sacerdotal de Luna Tobar tuvo dos momentos. El primero cuando fue nombrado obispo auxiliar de Quito y “estaba rodeado de ese perfume de la burguesía quiteña”, recuerda el exsacerdote Fernando Vega con quien compartió una amistad de 25 años.

“Cuando viene a Cuenca se topa con la realidad de la periferia, la zona rural y las comunidades indígenas de Azuay. Eso le marcó y empezó a entender la Iglesia de una forma distinta”, recordó Vega.

Luna quiso mucho a Cuenca y ese amor fue correspondido. Sus más cercanos lo recuerdan memorizando los dichos y expresiones morlacas para comunicarse con la gente. Ahí le bautizaron como ‘Monchito o su Monse’.

Pero también abrió brechas con los sectores sociales y políticos más conservadores de Azuay, primero, y luego del país, al punto que llegaron a llamarlo el ‘cura rojo’, por su cercanía y posturas firmes al defender los derechos de los indígenas y trabajadores.

“Que yo soy un revolucionario, lo admito... Ser revolucionario es decir la verdad y ponerme del lado del menos escuchado. Sé muy bien lo que es ser comunista, lo que dudo es que quienes me acusaban de serlo sepan lo que es”, dijo en alguna ocasión Luna Tobar.

Para el presidente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie), Jorge Herrera, la pérdida de monseñor es irreparable, aunque destaca que las ideas del sacerdote no han perdido vigencia y se han convertido en una fuente de inspiración al momento de tomar decisiones en las organizaciones sociales.

¿Cuál sería la postura de Luna Tobar en el momento actual? Cuvi cree que si monseñor habría estado vigente, en términos intelectuales, en los últimos años, habría sido un férreo crítico de la persecución a los movimientos sociales y de todo acto de corrupción.

Hoy, a las 11:00, se celebra una eucaristía en su honor en la iglesia Santa Teresita, en el centro norte de Quito. A las 13:00 está previsto que su cuerpo sea llevado a Cuenca. Ahí se realizarán varios actos en su honor y será enterrado en la Catedral. CRR/JM (F)

Un hombre con actitud polifacética

Nació en Quito el 15 de diciembre de 1923. Hijo de Moisés Luna Andrade, y de Ana María Tobar Donoso. El séptimo de trece hermanos.

En 1936 ingresó a la Orden de los Carmelitas, convirtiéndose, tres años más tarde, en el primer ecuatoriano en tomar el hábito dentro de esta congregación.

En 1941, al enterarse de la invasión peruana se presentó ante el cónsul ecuatoriano en Sevilla, ofreciéndose como soldado voluntario, pero su pedido no fue aceptado.

En 1972 ingresó a la Academia Ecuatoriana de la Lengua, con el número de membresía 1988 en reemplazo de su tío Julio Tobar Donoso. En 1977 fue designado Obispo Auxiliar del cardenal Pablo Muñoz Vega, arzobispo de Quito.

En 1981 fue promovido al arzobispado de Cuenca, vacante por el fallecimiento de monseñor Manuel Serrano Abad. El cargo religioso lo ocupó hasta marzo de 2000, año en el que renunció debido a su edad.

Durante su arzobispado en Cuenca, se convirtió en articulista de diarios como El Mercurio, El Tiempo y el desaparecido diario Hoy de Quito.