Afectada en Zaruma: “Esta será la Nochebuena más amarga de mi vida”
Judy Valarezo debió salir de su hogar, en la zona cero, con su madre de 78 años y sus tres hijos. El barrio no tendrá Navidad. 50 hogares se han ido.
“En esta casa he vivido toda mi vida. Aquí creció mi papá, nosotros sus hijos y también sus nietos. Y, ahora, mire. No hay nada. Ya no podemos entrar a nuestro hogar, ese donde mis hijos recibían sus clases, donde nos reunimos con la familia cada Navidad a tomar chocolate caliente y el que aún alberga el recuerdo de mi difunta madre”, describe Francisco Aguilar, mientras se tapa el rostro con las manos, en un intento fallido de contener el llanto.
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Leer másHistorias como la de Francisco se escuchan minuto a minuto en medio del agitado trabajo de evacuación que realizan los brigadistas y los moradores del sector que, desde el pasado 15 de diciembre, se ha convertido en un barrio fantasma, que se desmorona de a poco ante la mirada atónita de los zarumeños.
Algunos mantienen la esperanza de volver, otros se han resignado a empezar de nuevo. Como Judi Valarezo, madre de Javier y Maylen Román e hija de Consuelo Aguilar, de 72 años, quien sostiene del brazo a su nieta de 8 años, mientras Judi le cuenta a EXPRESO la tragedia que ha vivido por dos ocasiones en el barrio que la vio crecer. Lugar al que ya no tiene la esperanza de regresar.
“No creo que pueda volver con mis hijos y mi madre a este barrio en el que he celebrado todas mis Navidades, en el que abracé a mis vecinos en cada Año Nuevo. Esta será la Nochebuena más amarga de mi vida”, lamenta.
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Leer másEl sentir es el mismo en cada uno de los perjudicados e incluso en aquellos que, aunque no se encuentren afectados por vivir en barrios aledaños, observan con tristeza a sus vecinos y llegan al lugar para ayudarlos en lo que sea, ya sea cargando muebles, cajas de comida, electrodomésticos y hasta las plantitas del balcón que no se habían podido sacar.
Las historias se van contando solas al transcurrir las horas en este barrio que no tendrá Navidad, según Rosa Ordóñez, de 53 años, y con discapacidad visual, quien espera sentada en una acera a que su hijo, de 27, retire de su casa un poco de ropa y comida. “Se acabó todo, niñita. Mi tiendita, mis plantitas, mis vecinitas, y justo ahora en diciembre. Yo creo que ya no haremos la chocolatada por Navidad que sabíamos hacer con los vecinos”. Habla serena, sin prisa ni drama, con resignación.
Corrección: El informe es de Lourdes Guadamud, periodista de la redacción de @Expresoec 👈 https://t.co/M1wLh1s6ND
— Diario Expreso (@Expresoec) December 17, 2021
Y sí, en este barrio, al menos por ahora, no habrá arboles de Navidad encendidos, ni niños abriendo los regalos que deja el señor de traje rojo cada diciembre. Tampoco esos abrazos de feliz año que se acostumbraban a dar entre vecinos cada 1 de enero, cuando el reloj marca medianoche.
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Leer más“Es realmente triste, a mí ya no me importa si llega Navidad o fin de año. Yo solo quiero saber cómo voy a sostener a mi hija y a mi madre ahora que me quedé sin casa y sin trabajo”, le cuenta llorando Andrea Ordóñez a una amiga que llegaba desde Quito para darle posada a ella y a su familia.
Andrea desalojó la casa que rentaba junto a su madre en la zona cero. Justo abajo, trabajaba en un local. El edificio ha sido completamente deshabitado y ella ya no tiene ingresos.
Hoy por hoy, las costumbres que son parte de la esencia de este cantón, son un recuerdo para un grupo de adultas mayores que, aunque no han sido afectadas directamente por el socavón, lamentan con nostalgia lo que le está pasando a la tierra que las vio nacer.
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Leer más“Aunque este año no tendremos nuestras tradiciones (la posada del Niño Jesús), yo sé que Dios nos va a librar de todo esto que mis vecinos están viviendo”, afirma Clarita, quien se santigua al llegar al lugar para donar sánduches al voluntariado que asiste a los perjudicados.
Las horas transcurren y los perjudicados empiezan a acelerar el paso para pronto marcharse; unos con la intención de volver al día siguiente y otros con el temor de que quizá mañana ya todo haya colapsado junto a sus enseres.
La noche llega y la nostalgia la acompaña. Ya casi no hay personas retirando objetos, pero sí moradores de otros barrios que, a pesar de conocer lo sucedido, pasan por el lugar para lamentar el hecho.
También llegan con provisiones para los uniformados que resguardan la zona por la noche para cuidar los enseres y mercadería que aún quedan dentro de las viviendas que han sido desalojadas.
Si bien es cierto, para los habitantes de Zaruma este tipo de tragedias no son nuevas, se rehúsan a aceptar que la codicia de unos cuantos carcoma la tierra, sin remordimientos de dejar a todo un barrio sin hogar en plena Navidad.