En constante reinicio la agonía de la economía familiar
Los 18 días de paro nacional solo fueron “una raya más al tigre”, porque consideran que desde la llegada de la pandemia todo ha ido en picada.
Ya no hay ahorros ni bolsillo que aguante. La economía de a pie sigue tropezándose y no logra recuperarse por completo. Y es que, según las familias con las que conversó este Diario, los 18 días de paro nacional que concluyeron en junio pasado, solo fueron una “raya más al tigre”, pues aseguran que, desde 2019, sus ingresos económicos se han visto afectados por varios factores, como las movilizaciones que protagonizaron en ese año las organizaciones indígenas, la pandemia del coronavirus en 2020 y todo lo que derivó de las restricciones de movilidad y de las leyes que se aprobaron con su llegada.
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Leer másLa inestabilidad y abuso laboral es una de las consecuencias, dice Olga, de 53 años, quien detalla que desde un poco antes de la pandemia, “todo ha ido en picada”. Por ejemplo, recuenta, que a uno de sus dos hijos lo despidieron del trabajo en pandemia porque la empresa donde laboraba se acogió a la Ley Humanitaria, y al otro le redujeron el sueldo. “A la larga los dos se quedaron sin trabajo por más de un año. Han encontrado otras ofertas laborales, pero son por contratos temporales o medio tiempo, muchas veces ni los beneficios de ley quieren pagar”, cuenta Olga, quien sostiene la economía de su hogar con las pocas ganancias que deja su negocio de organización de eventos. “Es poco lo que deja, ya no alcanza ni para ahorrar, solo para comprar comida y pagar las cuentas”.
Hay días y días. A veces alcanza para comer un sánduche, hay otros en los que hay más platita y se puede preparar sopa y arroz con algo más.
El mismo viacrucis vive Aracely Alfonso, de 43 años, pero añade que el cuadro empeora cuando se tiene deudas vencidas con la banca o con casas comerciales. “Desde la pandemia todos quedamos endeudados, y por más que uno quiera ponerse al día, no se puede, porque es poco lo que deja el negocio y con eso se come y se paga la educación de los niños. Y si por ahí queda algo, pasa que o nos enfermamos, o tenemos que trabajar menos horas porque en la noche es peligroso por la delincuencia. Y para rematar, cada vez y cuando hay paro, eso es una raya más al tigre, ya no se puede estar tranquilo”, cuenta Aracely, y agrega que ha intentado adquirir un crédito para inyectarle capital a su negocio de vitrinas, pero no logra aprobar los requisitos por estar en central de riesgo.
Hay otras familias que, pese a las circunstancias, agradecen por lo poco que tienen y “esperan en Dios” hasta que la situación mejore. Es el caso de Blanca Reyes, de 56 años, quien contó a este Diario que desde hace varios años la inestabilidad económica se percibe en su hogar. “Hay días en los que no se come, a más de un té y un sánduche que se hace para todos aquí en la casa. Como también hay días en los que se hace alguito en el negocio y se puede almorzar sopa y arroz con algo más. Hay días y días, pero siempre digo: Dios es bueno y Él nos ha bendecido con salud hasta ahora, ya mejorarán las cosas para todos”, augura muy tranquila Aracely, quien vive con sus nietas y sus dos hijos en una vivienda ubicada en el norte de Guayaquil, lugar donde también funciona su negocio de venta de cuadros decorativos que realizan sus hijos.
Tratamos de ahorrar para la salud de mis padres. Por eso solo se gasta en comida y en las cuentas, el resto se guarda para ellos.
Aracely cuenta que muchas veces ha pensado en cerrar porque “no se vende nada”, pero al ser el único sustento que tiene, prefiere esperar “porque algo deja”.
Y es que la economía familiar, esa que se sostiene con el esfuerzo del día a día, es aún más inestable ante la falta de oportunidades. Así lo refiere Nixon Veloz, de 18 años, quien asegura que sus planes se han visto frustrados porque “siempre quise terminar el bachillerato para poder ir a trabajar y ayudar a mis papás, pero no logro encontrar al menos una oportunidad”, cuenta Nixon, quien optó por emprender en un negocio de venta de panes junto a su hermana, para contribuir con los gastos de casa.
A Nixon no solo le preocupan las cuentas de casa, también la salud de sus padres, quienes se dedican al comercio informal, porque “nosotros no tenemos seguro social y tampoco confiamos mucho en los subcentros de salud porque nunca hay nada, ni paracetamol. Por eso tratamos de ahorrar lo más que se pueda, comprar la comida y pagar los servicios básicos, nada más; lo que queda se guarda para ellos, porque uno nunca sabe cuando puedan enfermar”.
Las deudas que se arrastran desde la pandemia, la inestabilidad laboral y la falta de oportunidades impiden el desarrollo económico de estas familias, pero también la de los pequeños comercios que son el sustento de hogares que, en mucho de los casos, suelen vivir con 5 dólares diarios. “Si se desayuna, no se almuerza, y la merienda es agüita de algo con pan, no hay más”, cuenta Mercedes, madre de tres niños, quien se gana la vida aplicando sueros e inyecciones.