Familia. Jacqueline y Carlos Alberto, hijos de Alberto Spencer, posan para el lente de EXPRESO mientras recuerdan a Cabeza Mágica. El Museo de Peñarol también tiene un lugar especial para el legendario romperredes nacional.

Alberto Spencer mas alla de lo terrenal

Cabeza Mágica dejó una huella imborrable en territorio uruguayo. EXPRESO visitó a los hijos del legendario goleador ecuatoriano.

Freddy Casorla es un taxista de 39 años y pese a que es uruguayo e hincha de Peñarol desde la cuna, nunca vio jugar a Alberto Spencer Herrera. Aun así nombra al ecuatoriano con devoción. Dice que fue “una de las cosas más grandes que le pasaron a Uruguay”.

Y es que ser triple campeón de la Copa Libertadores de América (1960, 1961 y 1966), máximo goleador histórico del torneo con 54 tantos y verdugo del Real Madrid de Di Stefano tanto en la ida como en la vuelta de la Copa Intercontinental, es algo que aún nadie repite. Ni siquiera un hijo de esa tierra. De ahí que el taxista advierte entre risas que si te atreves a hablar mal de Cabeza Mágica ahí, corres el riego de que “te metan un fierrazo”.

Algo parecido sucede con Juan Martín Figueroa, un tendero del barrio de Carrasco, centro-norte de Montevideo, quien no deja pasar ni cinco segundos en una charla tendero-comprador que luego de escuchar el nombre de Ecuador, relaciona de inmediato al país con Spencer y empieza una oleada de elogios y relatos de todo lo que hizo el humilde deportista nacido en Ancón, provincia de Santa Elena.

El relato de Freddy y Juan Martín en tiempos de figuras mundiales y mediáticas como los charrúas Luis Suárez y Edinson Cavani, o hasta del mismo Lionel Messi y Cristiano Ronaldo, hace quedar impávido a cualquiera y llenarse de un orgullo tricolor singular.

EXPRESO estuvo en Montevideo, Uruguay, recorriendo museos, casas de familiares y recabando relatos ciudadanos comunes que hacen sentir que Spencer sigue vivo, que no ha muerto y que trascendió las fronteras de la existencia terrenal para quedarse guardado en el tiempo. “Usted no sabe cuán grande es el nombre de él acá”, acota Juan Martín frotándose con las manos los brazos, como si se le erizara la piel con solo nombrar a don Alberto.

Si hoy Cabeza Mágica viviera de forma física tendría 81 años. Sin embargo, el pasado 3 de noviembre cumplió ya 12 de fallecido. Jacqueline, la segunda de los tres hijos de Spencer, nos recibió en su casa. Son pocas las cosas históricas de Cabeza Mágica que hay en el lugar, ya que hace varios años los Spencer decidieron resguardar el patrimonio en un lugar seguro debidamente conservado. “Aún hay quienes buscan en las calles camisetas, trofeos y medallas, entonces mejor era hacer eso”, explica la ‘niña de sus ojos’, como le decía el otrora futbolista.

Jacqueline da fe de que su padre sigue estando vivo en el imaginario de los uruguayos. Alguna vez le sucedió que se identificó como su hija y le pidieron autógrafos a ella. A ese punto llega el fanatismo por el ecuatoriano.

“Nosotros (su familia) nos vinimos a dar cuenta de la magnitud de lo que significaba él para la gente recién luego de fallecido (2006), ya que con nosotros nunca hizo alarde de sus logros. Para nosotros era solo el papá y en eso era el mejor, pero luego de muerto, el llevarlo a Guayaquil, velarlo acá en el Palacio de Peñarol, recibir los honores que recibió y ver la cantidad de gente, los mensajes que nos hicieron llegar y el respeto que aún nos demuestran, todo eso hace sentir que sigue estando entre nosotros”, detalla Jacque.

La hija de Cabeza Mágica comenta que en vida alguna vez le cuestionaron cuán famoso era y él supo responder: “Yo no soy famoso, yo solo soy una persona que jugó al fútbol e hizo goles, entonces no sé por qué la gente me quiere”. Días después de muerto, los hermanos Spencer tuvieron la respuesta exacta. Cuentan que en una de las últimas distinciones que le hizo la Conmebol, el futbolista y también embajador de Ecuador en Uruguay por casi una década, volvió de Paraguay llevándoles a ella y sus dos hermanos tres lápices con el nombre de la institución y una foto gigante con Nicolás Leoz que le tomaron por la conmemoración, nada más. Los chicos se quedaron extrañados, pero dejaron pasar el episodio. Sin embargo, cuando recogían las cosas de su padre tras fallecer encontraron detrás de un gran aparador dos fundas del supermercado atadas entre sí y dentro muchas cosas envueltas en trapos y toallas: eran relojes de oro de diferentes premiaciones, trofeos costosos y medallas de todo tamaño y metal que hoy en día pueden estar valoradas en mucho dinero. Entre ellas había una presea gigante que a Spencer le colgaba del cuello en aquel cuadro junto a Leoz.

“Spencer era eso: humildad. Él no quería creerse estrella, ni aun siéndolo. Siempre fue perfil bajo y en casa era el padre, el amigo, el que nos decía cada día qué era lo que uno quería comer para complacernos”, indica Jacque, a quien el relato la hace volar entre recuerdos y a ratos pareciera que se le llenan los ojos de lágrimas. Pero ya no llora. Dice que hace dos años aprendió a sobrellevar el dolor cuando visitó Ecuador y recorrió todos los lugares a los que iba con su padre. Cerró el ciclo. Hoy lo sigue extrañando más que siempre, aunque no niega que todavía en reuniones con la familia le saltan las lágrimas de emoción viendo los mensajes de Twitter y las respuestas que la gente les da. “A mí me han llegado a decir: Primero Spencer, luego mi madre”, cuenta entre risas.

Carlos Alberto, el hijo mayor del exfutbolista, confirma esa idolatría: “La tecnología ha ayudado a que las nuevas generaciones se enteren de lo que fue y nos digan: ‘Yo no lo vi jugar, pero mi padre o mi abuelo me dijeron lo que fue y tienes mi respeto’. Ahora que ya son 12 años sin él, aún sigue siendo duro para nosotros, pero a la vez es bonito todo lo que oímos y sobre todo sentimos”.

A través del tiempo, luego de fallecido, Cabeza Mágica recibió muchos reconocimientos. Uno de los más importantes lo tuvo cuando el estadio Modelo de Guayaquil pasó a llamarse Alberto Spencer Herrera. Además Peñarol lo inmortalizó en su museo en un gran espacio con todas sus copas, camisetas y fotos. Es más, a la entrada del lugar, sobre una de las puertas, se encuentra una foto gigante del ídolo y frases de gloria.

Por otra parte, el estadio Centenario de Uruguay, donde se jugó el primer Mundial de la historia y la Copa Libertadores de América, tiene también al ecuatoriano en las fotos de la Galería de la Fama en el sector denominado ‘La puerta del campeón del siglo’.

Cabe mencionar que en algún momento se escuchó de la Fundación Alberto Spencer, sin embargo esta desapareció. Lo confirma Jacqueline. “Eso era llevado por alguno de mis tíos en Estados Unidos que ya fallecieron. Al estar nosotros en Uruguay es bastante complicado llevarla adelante”.

En el ámbito mediático charrúa, tampoco se olvida a Spencer. Consultado por EXPRESO, Sergio Farto, periodista de Radio Nacional de Uruguay, comenta que el recuerdo de Cabeza Mágica sigue intacto, pese a su adiós hace más de una década. “Se lo menciona siempre como referente. Hace menos de un año llegó Fidel Martínez a Peñarol y aunque fue muy comentada su incorporación, creo que más se habló del recuerdo de la llegada de Spencer, que del fichaje en sí. Hace poco estuvimos haciéndole una nota a Pablo Forlán, padre de Diego, el jugador mundialista, y él se emocionó tanto al recordar a Spencer que varias veces se le quebró la voz y terminó rompiendo en llanto con solo traerlo a la memoria. Era un crack”, afirma.

Aunque mucho se habla del recuerdo que sigue despertando el más grande de los futbolistas ecuatorianos, poco se sabe si dejó o no algún legado futbolístico en su familia. La respuesta es sí: los hijos de su hija, Maximiliano y Fabián Chiriboga Spencer, juegan, pero a nivel universitario y en el torneo divisional. El mayor militó en Defensor Sporting de Uruguay hace algunos años, e incluso en 2014 estuvo tentado para probarse en Ecuador, pero finalmente decidió seguir sus estudios, tal como el mismo Alberto Spencer siempre les inculcó. Actualmente el joven de 27 años tiene participación en equipos divisionales como Costa Blue y en el de sus amigos del colegio Luis Fernández, con el cual recientemente salió campeón y varias veces goleador.

Por donde se mire, el gran Cabeza Mágica está presente. ¿Más muestras? El año pasado Peñarol Wine, el primer club de vinos asociado a un equipo de fútbol, rindió homenaje al ecuatoriano colocando en una etiqueta especial la imagen del máximo goleador de la historia de la Copa Libertadores y tres veces campeón de este certamen con los aurinegros. Era la edición 28, un Merlot Cabernet Franc, cosecha que salió a la venta y que se sigue vendiendo de forma exclusiva a los socios de Peñarol. Hoy sus hijos hablan de algunos proyectos: muestras itinerantes que en el 2008 se plantearon con el Municipio de Guayaquil, o aliarse con los creadores del vino para recaudar fondos para organizaciones de ayuda a los demás. Pero todo está en planes. Sea lo que sea, con museos, vinos u homenajes, Spencer no morirá. Vive en el imaginario de miles por su brillantez al tocar un balón, o por su simple don de gente, padre o amigo.