Alvaro Mora: “No identificarnos con nuestros bosques es su mayor amenaza”
Guayaquil cuenta con varios sectores que tienen una extensa vegetación de bosque seco tropical. EXPRESO dialoga con Mora sobre las amenazas a las que se enfrentan y que, como consecuencia, han incrementado incluso el riesgo a que se extingan.
Guayaquil cuenta con varios sectores que tienen una extensa vegetación de bosque seco tropical. Entre ellos Cerro Blanco (en el que se pueden encontrar especies únicas, como el papagayo de Guayaquil), Cerro Paraíso, Cerro Colorado, el Bosque Protector Prosperina y Sendero de Palo Santo. EXPRESO dialoga con Mora sobre las amenazas a las que se enfrentan y que, como consecuencia, han incrementado incluso el riesgo a que se extingan.
¿Cuál es la situación actual de los bosques de la ciudad?
Pese a que están siendo protegidos, se enfrentan a algunas amenazas. Una de ellas es la fragmentación del ecosistema, los bosques ya no están interconectados como antes y eso, con el pasar del tiempo, hará que se pierda la biodiversidad.
¿Qué hacer al respecto?
Podemos crear corredores biológicos entre los diferentes cerros, a fin de que se conecten. Eso permitirá que las especies se queden allí y haya entonces un flujo genético. Otra de las alternativas radica en plantar árboles nativos para que, por ejemplo, las aves puedan migrar hacia estos puntos. En Guayaquil se ha empezado a trabajar en ello.
¿Pero qué hay del resto de amenazas? ¿Las hay?
Sí. Los incendios forestales, que son bastantes comunes en nuestro medio, por ejemplo, han hecho que las especies huyan o mueran. La tala de árboles que se sigue dando está afectando de igual manera los espacios. Y no se trata de que no se esté cuidando a los bosques, porque se lo hace; se trata de que las zonas son tan grandes que no pueden ser monitoreadas por completo y la gente busca la manera de ingresar, incluso para cazar animales.
¿En qué bosques está pasando esto?
- Prefiero no decirlo porque no quiero generar una alarma. Lo que sí puedo confirmar es que el problema se da en los más grandes, donde hay más variedad de especies o están las más apetecibles y, por el tamaño del espacio, es más difícil el monitoreo. Allí me he topado a los cazadores.
¿Cuál es el porcentaje de afectación? ¿Cuántos casos en promedio se reportan al año?
En Guayaquil se conocen de muy pocos casos porque, debido a que este delito es penalizado, cazan en las periferias o los sitios donde no hay nadie, entonces no hay un registro exacto. En la vía Guayaquil-Santa Elena, donde hay carteles que dicen que es prohibida esa actividad, lo hacen. ¿Qué quiero decir con esto? Que las herramientas están allí, pero las omiten porque falta que se sensibilicen con el tema
¿Con la cacería se ha incrementado también el riesgo de que las especies se extingan?
Sí, y no solo eso. Ha pasado que ya se están extinguiendo, pero no de forma definitiva. Es decir, que especies como el venado de cola blanca, el jaguar y el tigrillo ya no están en todos los cerros, como deberían, sino que solo en unos cuantos y en pocas cantidades. Estos han sido impactados y es preocupante porque si desaparecen, lo harán del planeta. En Guayaquil hay especies que son únicas en el mundo.
¿Y qué pasa con los asentamientos irregulares ? Porque en sitios como Cerro Paraíso hay familias que se están asentando.
El hecho de que la ciudad haya ido creciendo, de alguna manera ha ejercido presión para que los cerros se reduzcan o se den situaciones como estas, que también los ponen en riesgo. No debería pasar, pero está pasando. Por ello, hay que tener la mirada puesta a la mínima invasión que se haga.
Y en relación al crecimiento de la ciudad, ¿cómo evitar que bajo ningún parámetro estas áreas sean explotadas?
Este es un problema bastante político socioambiental, que va a depender mucho del concepto de ciudad que tengan los tomadores de decisiones y de los ciudadanos, quienes en gran parte nos hemos acostumbrado al modelo impuesto y no reaccionamos.
Por eso, y aun cuando existan normas que protejan estas áreas, si se las toca debemos reaccionar, alzar la voz. No obstante, los cambios deben ser integrales. Si mantenemos el modelo actual de cemento y palmas en la ciudad, estamos cambiando drásticamente el ambiente real. Pero si adoptamos un concepto más amigable con el medio ambiente podríamos reducir el impacto. No quiero decir con esto que la ciudad tenga que crecer en las áreas de bosques protectores, pues estas tienen otro fin. Los cambios deben realizarse en el resto de zonas. Hay acciones que ya podrían ejecutarse.
¿Como cuáles?
El Municipio y el Gobierno podrían dar más apoyo, incrementando el número de guardaparques e instalando cámaras y drones que permitan fortalecer el monitoreo. No obstante, la mejor medida para preservarlos será que la comunidad conozca de la importancia de los bosques y aprenda a identificarse con ellos. Hoy, la falta de conciencia en el tema es la amenaza más grande que tienen estas áreas. Para defenderlos, entonces tendremos que estar empoderados de nuestro bosque.
Y todavía no lo estamos...
No, porque pese a que hay iniciativas que ya se están ejecutando, todavía hay desconocimiento. Hace falta que se hable de los bosques en la academia, las escuelas, los espacios públicos; y que en los barrios asimismo logremos verlos como parte nuestra, ya que son nuestro patrimonio. Un patrimonio que todavía puede ser salvado, si es que se actúa a tiempo y como se debe. La batalla no está perdida, podemos recuperar nuestros espacios. En otros países, como Brasil y Perú, que están tan cerca de nosotros, el bosque seco tropical es parte de su identidad y orgullo. Y acá debería ser exactamente lo mismo.
Durante la entrevista, Mora hace además énfasis en la necesidad que tiene la población de conocer las particularidades de este tipo de bosques. “Por ser espacios desconocidos para muchos, hay quienes llegan a pensar que por estar secos, que es una de sus principales características, estos son inservibles, cuando no es así, ya que hay toda una biodiversidad escondida”, aclara.