Destituida. A lo largo de la sesión, la hoy exasambleísta de CREO vivió varios momentos de soledad perfecta.

Ana Galarza perdio los brios

Misma medicina. El caso de Norma Vallejo, destituida por gestión de cargos públicos, fue citado como precedente en la resolución aprobada ayer por el Pleno.

No fue Ana Galarza la única perdedora de la jornada de ayer. La destitución de la legisladora de CREO, a favor de la cual se pronunciaron 91 legisladores de todas las bancadas con excepción de la suya, llevó implícito también otro voto de rechazo: al informe de Raúl Tello y Lourdes Cuesta, dos de los tres miembros de la comisión investigadora que, tras no investigar suficientemente el caso, recomendaron apenas una sanción administrativa en su contra.

Que las cosas terminarían de este modo estaba previsto desde la víspera, cuando las bancadas adelantaron su postura. Así, pues, la sesión arrancó, para Galarza, con todo perdido de antemano y por una diferencia de votos imposible de remontar. Tan claras estaban las cosas que el proceso que siguió a la instalación de la sesión fue, prácticamente, sumario.

Lejos de las batallas campales de otras ocasiones en que se juega el futuro de un asambleísta, el debate se redujo a lo mínimo indispensable: hablaron los tres miembros de la comisión investigadora, incluida la disidente Amapola Naranjo (correísta), quien marcó la diferencia; tomó la palabra el acusador, el también correísta Ronny Aleaga, que esta vez no solo demostró estar bien preparado sino que proveyó al Pleno de todos los fundamentos para la decisión que estaba por tomar; cerró una lánguida, casi vaporosa Ana Galarza, sin asomo de los bríos que la caracterizaron siempre, especialmente cuando los acusados eran otros; y se votó.

Cuesta y Tello, autores del informe de mayoría puesto a consideración del Pleno, dijeron lo que se esperaba de ellos: que su tarea exclusiva era concentrarse en la acusación formal presentada por Ronny Aleaga, a saber: gestión de cargos públicos. Que dicha acusación no pudo ser demostrada, que a lo sumo hubo una recomendación y que dicha conducta no es punible. ¿Y sobre la serie de indicios sobre otras irregularidades que aparecieron en el camino? Pues que no era su competencia ocuparse de ellas. Es decir: investigar no era competencia de la comisión investigadora.

La intervención de Tello se percibió más como una defensa de Galarza que como una sustentación del informe de la comisión que presidió. Anduvo beligerante, vociferante y defensivo. Más de una vez se engarzó en disputas con los correístas que comentaban su discurso a voces. “¡Si no les gusta, salgan!”, gritó de entrada. “¿Tiene usted algún problema conmigo?”, se encaró después con Juan Cárdenas. Terminó proponiendo algo rarísimo: en lugar de someter a votación el informe, elevó a moción “la no destitución de Ana Galarza”.

Contra él se levantó una indignada Amapola Naranjo y lo acusó de haber convertido una comisión investigadora en un tribunal de justicia; de haber desestimado “hechos gravísimos”, como la falsificación de firmas en los registros de asistencia; de haber descuidado su obligación de recabar pruebas; en fin: de no haber investigado. Más aún: dijo que entre Tello y Cuesta elaboraron el informe a sus espaldas, sin siquiera convocar a una sesión para valorar las pruebas.

Llegó el turno de Ronny Aleaga. Si ante la comisión investigadora no se caracterizó precisamente por su eficacia para llevar adelante su causa, ayer en el Pleno fue una tromba. El correísta multiplicó los cargos en contra de Galarza: piponazgo, uso doloso de documento público, falsificación de firmas, usurpación de funciones... Habló de nuevas pruebas sobre el papel desempeñado por Francisco Sevilla, esposo de la asambleísta, en su despacho, donde al parecer trabajaba como un asesor en toda regla: no solo que aparece en la lista de contactos del equipo de trabajo de Galarza sino que formaba parte del grupo de WhatsApp de... ¡los asesores de CREO! Demostró, en fin, que el mal uso de la tarjeta electrónica es solo la punta del ovillo. Y lo incluyó todo en una propuesta de resolución con 14 páginas de considerandos donde analiza todas aquellas pruebas que la comisión pasó por alto.

“Si ladra como perro, come como perro y duerme como perro, señores, ¡no me digan que es un gato!”, remató en medio de la algarabía de la riente bancada correísta, donde la fiesta por la victoria inminente se instaló desde temprano.

Ana Galarza se limitó a negar la acusación de gestión de cargos públicos e ignoró las otras. La derrota anticipada influyó visiblemente en su ánimo. Apagada, inexpresiva, habló con voz mortecina y monocorde que no dejaba traslucir emoción alguna. Gestualmente neutra, lucía irreconocible. Repitió los argumentos de otras veces. No hizo, como se temía, mención alguna de las supuestas pruebas de gravísimos actos de corrupción que hasta la víspera anunciaba a quien quisiera oírla. No acusó, no se indignó, no lloró. Apenas sí se movió. Lo que sí hizo fue dejar sentada su posición frente al procedimiento. Según ella, una vez que el Pleno hubiera votado sobre el informe de la comisión, no le estaba permitido mover un dedo más.

Por supuesto, nadie le hizo el menor caso. Una vez rechazada la moción de Tello, la presidencia dispuso votar la resolución propuesta por Ronny Aleaga, que incluye remitir las pruebas recabadas a Fiscalía y Contraloría. Solo 35 legisladores (entre el bloque de CREO y algunos independientes) se opusieron a la destitución. Diez se abstuvieron. La derrota de Ana Galarza fue aplastante.

Un oportuno viaje a Suiza

Viviana Bonilla estuvo al frente de la sesión. La presidenta, Elizabeth Cabezas, se encuentra desde el martes pasado en Ginebra, Suiza, asistiendo a una importantísima reunión de la Unión Interparlamentaria. Tan importante que aquí, en la sede legislativa, nadie la ha oído mencionar.