Artesanos se adaptan a los tiempos de crisis
Un panorama crítico. En la provincia de Santa Elena existen varios gremios de artesanos con oficios que han disminuido considerablemente su trabajo.
“Confeccionar un par de zapatos sale más caro, por eso ahora los ciudadanos prefieren comprarlos hechos”, dice Luis Perero, un artesano de La Libertad que ya no hace calzado y ahora solo lo repara. Perero cambió las hormas, suela y cuero, por las agujetas, piolas y pegamento. Es que prefiere reparar los zapatos de sus clientes porque le es más beneficioso. “Me gano para mantener mi hogar, lo importante es tener algo de ingreso diario”, comenta con nostalgia.
El objetivo del artesano es no abandonar el oficio en el cual lleva 50 años, de los 60 que tiene de vida. Perero considera que la modernización le pasó factura al oficio que por décadas lo convirtió en uno de los grandes maestros del calzado en la urbe peninsular.
Una tradición viva en el museo
Leer másEl alto costo de los materiales que se utilizan para la confección de los zapatos y el aparecimiento de las grandes industrias dedicadas a aquella actividad, dejaron a un lado el trabajo de los artesanos dedicados a este oficio.
A pesar de la difícil situación, este arte continúa transmitiéndose a las nuevas generaciones. Manuel Farfán, otro artesano del gremio del calzado, aprendió de su progenitor y ahora les enseña a sus hijos, aunque lo primordial para sus vástagos es coser zapatos deportivos. Son los que más buscan los clientes.
“La mayoría de los zapatos de marca por más costosos que sean terminan descosiéndose las plantas, entonces nos buscan para arreglarlos. En eso nos va muy bien”, dice Farfán.
Junto al pequeño taller de Manuel, está la sastrería de Javier Tomalá Pozo, local dedicado a la reparación de prendas de vestir. Tomalá indicó que de vez en cuando le llega un usuario a solicitar la confección de un terno, algún pantalón o camisa. “Hay mucha ropa barata en el mercado y eso ha mermado nuestro trabajo, pero nosotros luchamos para poder subsistir, hemos tenido que adaptarnos a esto. Reparaciones de prendas hay todos los días”.
Tomalá preside la asociación artesanal Abdón Calderón, entidad que la integran una treintena de socios. Los pequeños locales de cada uno de estos se sitúan en una pequeña explanada del barrio Mariscal Sucre, en La Libertad.
Sentado junto a su máquina de coser, Manuel Tomalá, otro de los dedicados a la costura, espera a las personas que lleven sus prendas para reparar. “Aunque sea poco el trabajo, el pequeño ingreso económico me sirve mucho. Algo es algo, como dice el refrán”, manifiesta el artesano, mientras coloca un nuevo cuello a una camiseta.
Carlos Borbor, también obrero, alterna su oficio de reparación de calzado con el zurcido de mochilas o pequeñas maletas. “Se hace de todo. Lo importante es ganarse la vida de manera honesta. Este trabajo lo aprendí de mi abuelo y quiero seguir manteniéndolo”, refiere Borbor.
Los representantes de las agrupaciones indicaron a este medio que todos están golpeados no solo por la pandemia de la COVID-19, sino también por la tecnología que les está dejando al olvido. A pesar de aquello, todas estas personas luchan por mantener sus oficios que décadas atrás fueron los más importantes en la producción y generación de dinero.