Luis Cabrera, arzobispo
Luis Cabrera, arzobispo de Guayaquil desde el 5 de diciembre del 2015. Fue vicepresidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana y arzobispo de Cuenca.Cortesía

Arzobispo de Guayaquil: “Los curas hemos vivido de la solidaridad”

ENTREVISTA: Monseñor Luis Cabrera explica cómo han sobrevivido los sacerdotes durante esta pandemia del coronavirus. La Arquidiócesis de Guayaquil tiene 202 parroquias.

El arzobispo de Guayaquil, monseñor Luis Cabrera, habla del papel que han cumplido los curas en la ciudad y asegura que las iglesias están listas, con todos los protocolos, para celebrar misas en el momento que las permita el COE nacional.

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— ¿Cómo han sostenido la fe del pueblo en esta pandemia?

— Desde el inicio tuvimos claras las dos líneas a seguir: la espiritualidad y la solidaridad. Hemos priorizado la iglesia doméstica. Todos los días celebro misa a las siete de la mañana. Se han mantenido las eucaristías, los mensajes, hemos comenzado la catequesis para los padres de familia, aprovechando el Zoom o el programa radial. Esta línea ha sido fundamental para sostener, para acompañar en la fe, pero obviamente no es suficiente. Lo virtual nunca va a reemplazar a lo presencial. Eso es clarísimo.

— ¿Cómo le ha ido con la línea de la solidaridad?

— Nos pusimos en contacto con instituciones estatales y privadas y juntos comenzamos el programa Unidos Alimentamos. Como iglesias, pusimos a disposición toda la infraestructura del Banco de Alimentos Diakonía, más de 200 voluntarios y la infraestructura de las parroquias para que los párrocos pudieran contactarse con las familias necesitadas de alimentos y así les lleguen los kits directamente a sus casas. Alimentamos a un millón doscientas mil familias. También hemos ofrecido medicina y telemedicina. Tenemos una red de dispensarios médicos.

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— ¿Cómo están las cuentas?

— Depende de cada parroquia. Nosotros estamos en la misma circunstancia que nuestra gente y sabemos que esto va para largo. Para mí, el problema más grande es que no se tenga un trabajo adecuado, digno. Hay miles de personas sin empleo. Para nosotros también ha sido difícil porque tenemos una red de escuelas y colegios. Son veintinueve y hemos cerrado tres y con lo que eso implica. No es fácil.

— ¿Cómo han podido cubrir los gastos en los templos?

— Vivimos de la ofrenda, de lo que la gente nos da. Es cierto que cayeron los ingresos, pero ha habido muchísima gente generosa. Cada parroquia tiene un consejo económico y las personas que están ahí se las han ingeniado. Las parroquias que más tienen le han dado a las que menos tienen para pagar el agua, la luz. Así es como han podido vivir los curas. La solidaridad de las personas es lo que nos ha sostenido y seguirá sosteniendo. Se piensa que la iglesia católica tiene un banco en el Vaticano, que tiene mucha plata. Cuando me dicen eso yo les digo: “oiga señor, si usted sabe dónde está esa plata, lléveme porque yo necesito para las catequesis, para las escuelas.

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— ¿Cuántas vidas ha perdido la iglesia por la COVID?

— Tres sacerdotes fallecieron, pero tuvimos 17 contagiados. Un momento muy difícil, doloroso. Tuvimos otros decesos de médicos que trabajaban en nuestros dispensarios, de enfermeras y personal que trabajaba en escuelas y colegios.

— Momentos de dolor en los que la corrupción no ha parado. Compras con sobreprecios, obtención irregular de carnés de discapacidad para importar vehículos y eludir pagos. ¿Qué piensa usted?

— En una carta abierta pedimos a las autoridades competentes que hagan una investigación exhaustiva para dar con los autores y que se aplique las penas correspondientes. Pero no solo la cárcel y multas, sino la devolución del dinero robado. Nosotros lo consideramos un crimen porque atenta contra la vida y la salud. La corrupción es un delito jurídico, un mal moral terrible y también un pecado.

— Pero no se logra la devolución del dinero robado.

— He ahí el llamado a los juristas, a los asambleístas, para que elaboren leyes que hagan eso posible. No es justo que quien haya robado dos o tres millones vaya a la cárcel tres, cinco años, y después salga a disfrutar de eso.

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— ¿Cómo desterrar la corrupción si hay asambleístas corruptos a los que no les interesa crear un marco jurídico que permita recuperar lo robado?

— Yo me atrevería a decir que debe ser la sociedad civil la que se apropie de esta tarea, ya que los legisladores no son capaces de legislar ni fiscalizar. Tal vez seamos parte de esta corrupción cuando evadimos los impuestos.

— ¿Qué enseñanzas le deja la pandemia del coronavirus?

La primera gran lección es que somos una sola familia en la que hay una diversidad impresionante de razas, culturas y estilos de vida. No somos islas. Lo que le pasa a uno le afecta a otro. Y la segunda enseñanza es la solidaridad. Una sola familia, solidaria, que apuesta por la vida y por la justicia. La pandemia ha hecho que saquemos lo mejor y lo peor de cada uno. La palabra de esperanza es fundamental en este momento. Los ecuatorianos somos capaces de salir de las peores desgracias, de las peores circunstancias, poniendo el corazón, la vida y mucha inteligencia.