Asesinato de Fernando Villavicencio: la casta política prefiere el olvido
ANÁLISIS. En el primer aniversario del asesinato de Fernando Villavicencio, la Asamblea se niega a rendirle homenaje
Un año después del asesinato de Fernando Villavicencio, la Asamblea Nacional no quiere ni recordarlo. Resulta difícil imaginar una justificación plausible para esta actitud.
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Leer másDispuestos, por lo general, a condecorar o rendir homenaje por aclamación unánime a lo que les pongan por delante (el bizcocho, por ejemplo, no hace falta ni decirlo), los legisladores de la patria aprovecharon en esta ocasión las ventajas de la sesión virtual para pasar de agache: negarse a honrar la memoria de quien fue uno de ellos es fácil si no tienen que enfrentarse luego con las cámaras de televisión, que suelen esperar a la salida cuando las sesiones son presenciales, y explicar al público las razones de su intolerable mezquindad.
Con tal de no tener que dar la cara, estos son capaces hasta de vender a su madre (vender a su madre y entregar la nuestra, como dice el escritor Arturo Pérez Reverte sobre el presidente español Pedro Sánchez). Despreciar el nombre de Villavicencio, el candidato a la Presidencia de la República cuyo asesinato marcó al Ecuador contemporáneo, como si fuera un accidente de la historia, una fruslería que no merece su atención siquiera, es apenas coherente con su estatura intelectual, moral y política.
Así que no es una tarea ociosa consignar para la historia lo que ocurrió en la sesión virtual del jueves 8 de agosto. Fue la asambleísta independiente María Teresa Pasquel quien presentó la propuesta de cambio del orden del día para rendir homenaje a Villavicencio.
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Leer másConectada a la plataforma de Zoom desde su domicilio, entre discretos adornos con motivos florales, su intervención de tres minutos ante el Pleno se vio empañada por un desperfecto de audio que hacía sonar sus palabras como pronunciadas a través de una bocina de lata, efecto que las volvía ininteligibles.
A nadie (y menos que nadie al presidente Henry Kronfle, que era el llamado a corregir la situación) le importó un rábano: este detalle es, probablemente, más significativo que la misma votación. ¿Qué diantres dijo la asambleísta Pasquel? No se le entendió nada.
Cosas buenas sobre Villavicencio que nadie quería escuchar. Lo que se supo, por la moción escrita que remitió a secretaría, es que la propuesta de homenaje que ponía a consideración de la Asamblea incluía la aprobación de una resolución y la colocación de una placa recordatoria en el vestíbulo que da acceso al salón plenario.
Pero ni correístas ni socialcristianos quisieron saber nada. Maldita la gracia que debió hacerles la idea de encontrarse a diario con el nombre de quien les sacó al sol los trapos sucios. El nombre de quien, semanas antes de ser asesinado por sicarios, denunció ante la Fiscalía a cinco asambleístas de esos dos partidos (Ronny Aleaga, Roberto Cuero, Ronal González, Pablo Muentes, Walter Gómez) acusándolos de tramar su muerte.
Correísmo, PSC y Pachakutik se abstuvieron
Arrancó la votación y el presidente Kronfle fue uno de los primeros en abstenerse, escondido en la impunidad que le proporciona el Zoom. Con él se abstuvo toda su bancada y aquella otra, tan afín, de la Revolución Ciudadana.
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Leer másSe sumaron también las asambleístas de Pachakutik, partido político devenido en una sombra emponchada del correísmo, cuatro independientes y cuatro oficialistas, pero la mayoría de legisladores del gobierno no tuvieron la cara para no apoyar la propuesta de María Teresa Pasquel.
Resultado: 55 votos a favor, 73 abstenciones, un voto en contra (el de Cecilia Baltazar, de Pachakutik). Rechazada la modificación del orden del día: el homenaje a Villavicencio no mereció discutirse siquiera.
Por lo demás, la Asamblea Nacional no quiso sumarse a las conmemoraciones del primer aniversario ni siquiera cumpliendo con lo que había asumido como una obligación: la aprobación del informe de su propia investigación política del asesinato. Eso debió ocurrir el martes de esta misma semana, pero el presidente Henry Kronfle, otra vez él, suspendió la sesión sin motivo aparente y por plazo indefinido.
Informe cuestionado del asesinato de Villavicencio
Quizás quiso disimular el vergonzoso documento que aprobó la Comisión Ocasional nombrada para el efecto y que ya va a cumplir dos meses guardado en el cajón de su escritorio. Elaborado por el oficialista Adrián Castro y respaldado su partido, el correísmo, el socialcristianismo, Pachakutik y Gente Buena, el informe sobre la supuesta investigación del asesinato de Fernando Villavicencio trata de esconder lo fundamental: que fue un crimen político.
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Leer másDice, por el contrario, que se trató de un evento inscrito en “la ola delictiva que sacudía al país” y responsabiliza al gobierno de ese entonces, el de Guillermo Lasso, por sus deficientes políticas de seguridad.
No menciona el narcotráfico; no menciona el crimen organizado ni las mafias; no recoge los hallazgos de los casos Metástasis y Purga, en cuyos expedientes figuran chats entre mafiosos y sus operadores políticos (Leandro Norero, Xavier Jordán, Ronny Aleaga…) en los que hablan precisamente sobre la necesidad de “silenciar a Villavicencio”; no considera la denuncia de este último contra los asambleístas que, según él, planificaban su asesinato; no hace la menor referencia a la famosa foto de la narcopiscina de Miami, donde mafiosos y operadores políticos comparten aguas y remojan michelines, y cuya publicación por parte de Villavicencio fue un punto de quiebre que probablemente le costó la vida.
El informe del oficialista Adrián Castro, aprobado por la Comisión Ocasional, omite estos detalles y se centra en “la ola delictiva” y los aspectos de la seguridad del candidato, importantes pero insuficientes para explicar el crimen. Hay también un informe de minoría, suscrito por Viviana Zambrano, de Construye, que habla sobre las implicaciones políticas del magnicidio.
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Leer másLuego de la votación del día jueves, está claro cuál de los dos será el que apruebe el Pleno, esta vez con el predecible respaldo de la totalidad de la bancada de gobierno.
Ya han empezado a maquillarlo: que el informe de Castro deplora el asesinato de Fernando Villavicencio como “un atentado contra la democracia”, dijeron esta semana. La verdad es que no hay una sola línea en ese documento (salvo que la hayan añadido a última hora y pretendan presentar a consideración del Pleno un texto diferente al que aprobó la Comisión) que apunte en esa dirección.
No será raro que una Asamblea que entregó la Comisión de Fiscalización, la de Villavicencio, a una operadora del proyecto correísta por la impunidad como es la deleznable Pamela Aguirre, termine negándole densidad política al acontecimiento más brutalmente significativo de la vida política nacional en lo que va del siglo. Cada quien se planta ante la historia con el tamaño que tiene.
Otros países rememoran crímenes para condenar la violencia
Los aniversarios son importantes en la vida de las personas y de los pueblos: miden el paso del tiempo, abren y cierran ciclos, convocan a la renovación de compromisos…
En Colombia, el 18 de agosto de 1990, primer aniversario del asesinato del candidato del Nuevo Liberalismo Luis Carlos Galán, equiparable al de Villavicencio por tantas razones evidentes, se vivió como una auténtica catarsis colectiva: fue un punto de encuentro ineludible y una oportunidad para renovar los votos democráticos de un país en pie de guerra contra la mafia y la violencia.
Se puede estar de acuerdo o no con el ideario de Fernando Villavicencio: su asesinato interpela a todo el país y exige una toma de postura. Sobre todo a sus dirigentes.
Es significativo que ni siquiera el candidato Daniel Noboa, que no sería presidente si no fuera por el magnicidio del 9 de agosto de 2023, creyera oportuno al menos pronunciar unas palabras de homenaje. Y es de una mezquindad sobrecogedora que el único mensaje de la Asamblea de Henry Kronfle en este aniversario sea la negación y el olvido.
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