Assange, un huésped siempre incómodo

Assange, un huesped siempre incomodo

Asilado, no aislado. El australiano fundador de WikiLeaks, Julian Assange se las arregló, la semana pasada, para irrumpir en la cerrada campaña electoral estadounidense desde su reclusión en la embajada ecuatoriana en Londres, Inglaterra. Y deja en apu

Asilado, no aislado. El australiano fundador de WikiLeaks, Julian Assange se las arregló, la semana pasada, para irrumpir en la cerrada campaña electoral estadounidense desde su reclusión en la embajada ecuatoriana en Londres, Inglaterra. Y deja en apuros a la diplomacia nacional.

La trama trasnacional involucra 20 mil cables que afectan la candidatura de Hillary Clinton, la demócrata que se mantiene en empate técnico contra el atípico republicano Donald Trump en la más polarizada carrera por la Casa Blanca. Assange, desde el asilo, promete “más filtraciones” contra una candidata que no termina de reponerse de la exposición de sus correos reservados, que casi le cuesta la nominación.

El anuncio no solo complica nuevamente a Clinton, cuya figura es señalada por Assange como “promotora de la persecución” en su contra. Sino que según los expertos en relaciones internacionales, consultados por EXPRESO, constituye un “golpe de imagen” para el Ecuador, con la posibilidad de resquebrajar una relación bilateral que tiende a estabilizarse.

“Es un asunto grave”, anota el exembajador ecuatoriano Mauricio Gándara, quien acusa a Assange de hacer política guarecido por la diplomacia. “Y será más grave aún si la señora Clinton se convierte finalmente en presidenta. Porque en relaciones internacionales todo se anota”, advierte.

Esas consecuencias, enlista, pueden no reflejarse de forma evidente pero entran en juego todos los pendientes: $ 22 mil millones en relaciones comerciales sin preferencias arancelarios, la petición nacional a favor de un estatus especial para 800 mil migrantes y una decena de pedidos de extradición acumulados; todo, de “forma colateral”, puede verse ensombrecido “por una pelea ajena”, anota Gándara.

En el mismo sentido, el catedrático e internacionalista guayaquileño Jhonny Roca pone el foco en “el golpe de imagen” para la diplomacia ecuatoriana, incapaz de controlar a su asilado. “Esto no trae efectos de orden legal, pero sí pragmático”, advirte Roca, para quien Ecuador se gana la etiqueta “de un Estado demasiado laxo”. Una imagen que a nadie conviene y que el propio presidente Rafael Correa quiso evitar cuando, en 2013, pidió a Assange, por escrito, no burlarse de los políticos de su país. “No lo permitiremos”, decía entonces.

No se trata de normas, sino de formas. El especialista en Derecho Internacional, Carlos Estarellas considera que la diplomacia ecuatoriana atraviesa una crisis profesional, evidenciada por ejemplo “en la incapacidad de la Cancillería” para siquiera llamar la atención de Assange.

El silencio del Ministerio de Relaciones Exteriores, que no se ha pronunciado al respecto y no respondió a la solicitud de información de este Diario, es interpretado “más que como un delito, como un error”, según Estarellas. No pronunciarse, en un oficio donde los silencios dicen tanto como los comunicados, implica la posibilidad de volver a tensar la relación con el principal socio comercial del país, cuya Embajada en Quito, consultada por este medio, declinó de hacer comentarios.