Ayudan a dar vida mediante un antiguo oficio que va muriendo
Dos parteras atienden a embarazadas y enfermos en base a conocimientos tradicionales. Sus pacientes son de comunidades de El Oro, Guayas y Azuay.
Su mano temblorosa se mueve sobre el cuerpo de Lidia Chalán como si dibujara una cruz en todo su cuerpo. Sus dedos de piel arrugada aprietan fuerte el manojo de ruda y eucalipto, mientras cierra los ojos reza plegarias a Dios.
Han transcurrido casi 15 minutos desde que inició la terapia Hilda Josefina Armijos Armijos, de 72 años. Hace una pausa para continuar con su trabajo ancestral, el cual empezó hace más de medio siglo en su natal Loja. Ella es yerbatera.
La adulta mayor aprendió el oficio de su madre cuando tenía 20 años. Se radicó en la parroquia La Iberia, cantón El Guabo, provincia de El Oro, por la década del 70. Escogió este lugar para practicar lo que heredó, la medicina ancestral.
En sus inicios también fue partera, pero por sus complicaciones de salud en su columna, hace más de un año, la alejaron de esta práctica que era requerida por las embarazadas.
Lidia, de 21 años, recurre a las sesiones de sobadas para el control prenatal hasta esperar que los dolores del parto le vengan. “Con esto me ayudo para que mi hijo esté en buena posición dentro de la barriga. Algunas veces se mueve demasiado por lo que queda atravesado, pero aquí doña Hilda lo pone en su sitio”, expresó en medio de risas. Hilda comenta que por varias ocasiones tenía que salir en horas de la noche o madrugada de su casa hasta el hospital o centro de salud para ayudar en los partos. Su función era ubicar al bebé correctamente dentro del vientre. “Los médicos como conocían que realizaba partos en la casa me pedían que les dé una mano en los alumbramientos de las chicas. A algunas de ellas se les complicaba el nacimiento de la criatura y en ese instante se les aplicaban los remedios caseros y el niño salía bien”, recordó la septuagenaria.
Al igual que ella, Gloria Jaramillo Rivas ejerce el oficio de yerbatera, reconocido por los pobladores, quienes las consideran las sanadoras de todos los males. Los pacientes en su gran mayoría provienen de los cantones orenses y de otras comunidades del Guayas, Azuay y Loja. La dama, de 53 años, mientras escogía los remedios caseros para empezar el rito a un cliente, explicó que su trabajo lo experimentó leyendo libros de medicina natural y en la actualidad lleva desempeñándolo por alrededor de 35 años.
Mientras Gloria revisaba a un niño de 2 años, Lizandro Fernando aguardaba con su madre para ser atendido. Al joven, de 16 años, al parecer, lo habían ojeado. Su rostro lucía pálido. Se lo notaba decaído y no quería conversar sobre lo que le sucedía.
La madre, Elsa Fernández, contó que su hijo no tenía apetito y que su cuerpo lo sentía pesado. “Acudí a la medicina, pero el resultado era desalentador. Mejor lo traje donde doña Gloria para que lo cure. Ellas son nuestras doctoras, porque nos sanan de tantos malestares”, dijo la mujer, quien aseguró que todos sus hijos han sido aliviados por las yerbateras.
Una vez afuera del consultorio de las yerbateras, los usuarios acuden a los mercados en busca de las plantas medicinales que les fueron recetadas.
Las personas que se dedican a expender las hierbas, como Gladys Espinosa Chávez, recomiendan la cantidad de agua que deben mezclar con el producto, con el fin de que surja el efecto del brebaje compuesto para la curación. Ella lleva 15 años en la venta de las plantas medicinales.
Práctica ancestral
Un trabajo que se realiza a domicilio
Para el año de 1965 había alrededor de unas 10 parteras que se dedicaban a este oficio. Ellas en su mayoría realizaban los partos dentro de sus casas. Otras, en cambio, los hacían en los domicilios de las mujeres que iban a dar a luz, explicó José Villón Chica, habitante que se radicó desde hace más de 65 años en La Iberia.
El octogenario dijo que en ese entonces no había hospitales y el que existía quedaba lejos del poblado, por lo que muchas de las mujeres acudían a donde las parteras para traer al mundo a sus bebés. Según Villón cuando su esposa se embarazaba acudían donde una partera, quien falleció hace cinco años; ella ayudó a traer al mundo a todos sus cinco hijos. “Todos nacieron con el parto ancestral”, dijo José.