Bienvenidos a la piscina de Fitolandia
ANÁLISIS. El sol brilla, la brisa acaricia, los cocteles fluyen, los prófugos preparan su retorno... Y la guerra... Es lo que todos quieren, ¿no?
Ya no cabe más gente en la piscina. La llenan los prófugos y sus aliados, los abogados de unos y otros, los jueces que cobran por hacerles favorcitos, los mafiosos que pagan a los jueces, los asambleístas que llevan el recado de los mafiosos, los testaferros que les cubren las espaldas, los productores de contenidos digitales que les cumplen los mandados, los alcaldes y prefectos que les entregan contratos a cambio de una tajada, los ministros o viceministros que les tienden puentes, los hombres y mujeres de negocios que sacan provecho de todos los anteriores… Y sus contactos políticos, claro, sin los cuales no se aceitan las piezas que hacen funcionar los filtros que mantienen razonablemente limpia la piscina, lo cual solo puede ser un espejismo o un milagro.
Y lloramos porque se escapó Fito. ¿Qué otra cosa iba a hacer sino escaparse? Es lo que hacen los criminales cuando les dejan abierta la puerta, ¿no? Y sí, claro, es lamentable. Mala cosa la fuga de Fito, hay que atraparlo. Pero de ahí a pensar que algo va a cambiar con su captura hay un gran trecho. Con la piscina como está, sobrepoblada de Fitos que remojan michelines en confusa promiscuidad, este país seguirá condenado a repetirse. Pero de esos Fitos nadie dice nada. A ellos no se les declara la guerra, por repugnantes que sean.
Uno de esos Fitos, por ejemplo, ha demostrado ser capaz de engatusar hasta a las monjitas de Santo Domingo de Guzmán, tratando de quedarse con sus tierras. Ni las tortugas de su playa, que se supone protegida por las autoridades ambientales, se libran de su perfidia de telenovela: las tiene al borde de un ataque de nervios a punta de cañonazos, hay que tener poca madre.
Vecino y hombre de confianza del duro de Mocolí, a quien ha copiado en los modos y en los arrebatos hasta parecérsele tanto que diríase una copia suya en miniatura encontrada al interior de un kinder huevo, este personaje ha tratado (y sigue tratando) de perjudicar a un banco del Estado: 300 mil dólares que pidió prestados y pagó con papeles falsos. Como no se los aceptaban, se querelló. Por la jeta. Aplicó la vieja maña de obviar los abogados y contratar directamente al juez.
Ganó, claro ¿Cómo no iba a ganar? ¿Y ahora dónde está? ¿Se dio a la fuga? ¡Qué va! Invitado especial a la ceremonia de investidura presidencial, él y el presidente de la Asamblea andan agarrados como elefantitos. Hasta a Carondelet lo llevó el otro día, donde se dio lija apareciendo junto al presidente de la República, lo cual no es decir mucho porque junto al presidente de la República aparece cualquiera, nomás hay que ver los palcos que frecuenta en los estadios. A lo mejor debiera el presidente ponerse a investigar en esos palcos.
Consulta Popular 2024: Daniel Noboa corre riesgos
Leer másPara que después nos vengan a decir que el problema es Fito. O Pico. O el que fuese.
Porque vamos a ver: ¿quién fue el Fito que trasladó a Fito de una cárcel de alta seguridad a otra donde nomás le faltaba (si acaso) que una masajista exótica le caminara a pata llucha sobre el trasero ídem? Un juez, claro. Y lo de los jueces es amor a primera vista: verlos es caer rendidos a sus pies.
La camisa abierta sobre el viril pecho velludo, las gruesas cadenas de oro tintineando como sonajeros, el Rolex de 12 mil dólares bajo la chaqueta arremangada, los zapatos de piel de cocodrilo, el brillante pelo engominado, el diente de oro y la nariz empolvada, snif, sacándose una selfi junto a su nuevo Maserati descapotable, proclamando a gritos para quién trabajan.
Y por cuánto. Del correísmo, de su metida de manos en la justicia, heredamos la totalidad de estos angelitos, escaladores recién salidos de la adolescencia que se metieron a jueces porque no funcionaron como abogados. Todos chapotean en la misma piscina.
Ahí está el juez que falló a favor de nuestro profanador de monjitas y tortugas. Lo movió ex profeso, como a tantos otros, el dúo dinámico que controlaba el Consejo de la Judicatura y todavía pretende hacerlo desde la cárcel 4 de Quito.
El razonamiento es impecable: si se pudo gobernar la capital con grillete electrónico en el tobillo, ¿por qué no se va a poder gobernar la justicia con pijama de rayas? No debería haber impedimento. Prófugos desprovistos de sus derechos de participación política manejan grandes bancadas parlamentarias y hasta lograron tejer alianzas con el Gobierno.
El gobierno de las indefiniciones
Leer másGracias a eso, en la piscina solo se habla de negocios. Jugosos negocios que redundarán en beneficio de la patria toda. Terrenos en las inmediaciones de lo que será un nuevo aeropuerto que multiplicarán su precio, ¿no era urgente construir uno? Empresas intermediarias que multiplican por diez el precio de los fármacos, ¿no hacían falta medicinas? Ventas de equipos de todo tipo que se concretarán en cuanto los equipos anteriormente vendidos terminen de podrirse en las bodegas, ¿no es urgente renovar los inventarios? Proyectos de casinos y sacrificados emprendimientos de apuestas digitales que nos sacarán de la crisis del desempleo porque está clarísimo, ¿Cómo no se le ocurrió a nadie antes?, que la solución para los males de la patria es convertir a los pandilleros en crupieres.
¿No hacía falta trabajo? ¿No reclamaban oportunidades para los marginales? Pues los casinos matarán los dos pájaros de un tiro. Brillante idea. Semejante creatividad merece un premio: ¿Qué tal si les perdonamos los intereses de los impuestos que no han pagado, que simplemente dejaron acumular mientras esperaban que llegue el Gobierno y otra vez se los perdone? Porque el Gobierno es eso, ¿no? Una oficina que, de tanto en tanto, perdona los intereses y otras penalidades de los impuestos que le deben. Nomás hay que no pagarlos.
Todo empezó con un pacto entre pandillas
Leer másEn un rincón de la piscina evoluciona graciosamente la gran Tía de la Patria, cuyas conmovedoras manifestaciones de amor por todos sus sobrinos (entre los que se cuentan nuevas adquisiciones de no creer) ya mereció un camino a su paraíso caribeño particular construido con plata pública. Ahora, ella espera que le caiga la exención del IVA que beneficiará a sus empresas constructoras, envidiable fortuna de los padres y madres y tíos y tías de la patria que se preparan para emplear a una legión de crupieres, benditos sean.
¡Fito! ¡Fito! ¿A quién le importa Fito? Es verano eterno en la piscina: el sol brilla, la brisa acaricia, los cocteles parecen inagotables... Los buenos negocios fluyen, los prófugos obtienen garantías y preparan su postergado retorno, las elecciones esperan a la vuelta de la esquina.
Y la guerra... Ah, sí, eso. La guerra es lo que todo el mundo quiere, ¿no? Con una producción ininterrumpida de videos de militares pateando marginales maniatados en el piso, con las suficientes fotos de tatuados acuclillados en calzoncillos que requieran las circunstancias, se proveerá de la dosis diaria de adrenalina y sentido de la venganza que todo ecuatoriano necesita en estos tiempos para sentirse vivo.
Y ya está. Esas imágenes son el ‘panem et circenses’ del siglo XXI y producen hartos réditos políticos. Por cierto, ¿Cuándo se llama a concurso de ofertas para construir las nuevas megacárceles? Sin IVA para los contratistas, ¿no?
- Infórmese por canales oficiales
Jorge Glas, prófugo, recuperó su impunidad
Leer másSolo falta un detalle. Para que la vida en la piscina continúe con la alegre y despreocupada liviandad que la caracteriza, nomás hay que mantener ciertas bocas cerradas: las bocas de los odiadores irredentos, de aquellos que preguntan idioteces y se meten donde nadie les ha llamado.
Teleamazonas, por ejemplo, ¿Cómo es esto de cubrir una noticia de interés nacional en vivo y en directo? Por su culpa, el Ecuador se encuentra al borde del colapso. Y usted, señor Segundo Cabrera, de Radio Noticias de Cuenca, ¿Cómo se le ocurre poner en duda la honestidad de los cómplices de los narcos? ¡Imbécil! Ya se parece a ese otro periodista colombiano con sus preguntas capciosas, preguntas como “¿quiere ser presidente?”. ¿Se puede concebir pregunta más venenosa y malintencionada?