Boquerón de Turi, un encanto natural
Se ubica al suroeste de Cuenca. Es un sitio de diversión para los visitantes. Se ofertan productos de la misma comunidad
Entre leyendas e historia y bajo un manto natural, el Boquerón de Turi es un lugar encantado que ‘enamora’ a quienes los visitan. Esta ubicado a 5,7 kilómetros del suroeste de Cuenca, detrás de la loma de Turi.
Son algo más de 5 hectáreas de terreno, que, según el investigador Adolfo Parra, los antiguos pobladores de la ciudad lo calificaron como un sitio de recreo para los diablos. Según Parra, esta leyenda reseña a la hondonada como lugar encantado. Era la entrada y salida de la ciudad, y existían senderos prohibidos, alejados, inhóspitos o encantados para los transeúntes, “en donde si por desgracia caminantes o fugitivos se alejaban del centro de la ciudad, pasada la medianoche, se extraviaban y se perdían del camino para nunca más salir”, dice el investigador.
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Leer másSegún Parra, la leyenda describe al sitio como un hueco de fuego, como un infierno. De fondo salían legiones de diablos con cachos y rabos, para admirar el paisaje desde lo alto de la loma.
La planicie era encantada para los antiguos habitantes cuencanos, ahí los ‘diablitos’ acumulaban como tesoros las banalidades robadas al mundo, aprovechando la oscuridad de la noche, mientras la gente dormía.
En ese lugar hubo una laguna encantada, que los ‘diablos’ la secaron con fuego del infierno, para que los anticristos puedan salir a recrearse, entre juegos ilícitos de azar, apuestas, riñas, enfrentamiento y peleas, disputándose los tesoros y riquezas tomados del mundo.
La leyenda expresa que esa narración simplemente se la inventó para causar miedo y evitar que los ciudadanos vayan al sitio y descubran a ciertos grupos en acciones reñidas con la moral y el pensamiento de los antiguos pobladores, concluye Parra.
Lejos de esa narración de miedo, en la actualidad el Boquerón se ha convertido en un lugar polifacético para la recreación y el descanso. Se puede allí hacer ciclismo, cabalgatas, senderismo, caminatas, camping y otras actividades, bajo el cobijo de cielo morlaco acompañado de la bondad de la naturaleza. En la parte alta de los hoyos se forma una brisa y el viento suena como una melodía, muy distinto a la leyenda, dice Milton Melgar, presidente de la Asociación de Turismo El Boquerón.
Está disponible desde el año 2020 como parte de un emprendimiento de un grupo de nativos que por la pandemia perdieron sus fuentes de ingresos económicos, añade Melgar.
Permite el contacto con la naturaleza para el desestrés y descanso, a 3.400 metros de altura y con una vista de 180 grados, que permite disfrutar del paisaje nocturno y diurno, de la fauna, entre ellas el búho y el gavilán.