Interior. Dentro de las alcantarillas, por ahora con baja cantidad de agua, los buzos realizan labores de revisión técnica y de limpieza.

Buzos de alcantarilla

Antes de las inmersiones, la supervisora les da una charla de cinco minutos en la que se enumeran las recomendaciones y cuidados que deben tener bajo el agua.

Ponerse un traje de buzo y sumergirse por las turbias aguas servidas y de lluvias de las alcantarillas de la ciudad fue el trabajo que nunca soñó Danny Vélez.

Él siempre quiso ser ingeniero. Su sorpresa aumentó cuando se dio cuenta de que el espacio en el que debía introducirse para laborar era muy limitado y la visibilidad para examinar, nula.

“Es muy distinto a bucear en mar abierto. Mi primera experiencia fue en una alcantarilla de la calle Babahoyo. Entré y me salí rapidito de la cámara porque no veía nada. Luego tuve que hacerme el fuerte y seguir trabajando. Llegué a mi casa y no lo podía creer”, cuenta.

Él es uno de los seis profesionales que actualmente se ocupan de limpiar los canales y de inspeccionar que los sistemas de alcantarillado funcionen perfectamente. Ellos trabajan bajo la supervisión de técnicos de Interagua en un empleo particular y poco conocido.

Vélez, de más de 35 años y con 15 de ellos en el oficio, recuerda que su rutina y la de su familia debió cambiar por completo cuando decidió empezar a sumergirse en aguas llenas de desechos. Vacunas cada cierto tiempo, limpieza aislada y chequeos médicos constantes, para evitar que alguna bacteria presente en el agua contaminada en la que se introduce todos los días intente atacar su organismo o el de sus allegados. “Al principio mi familia se alejaba un poco por el olor, pero con el tiempo entendieron que acá tenemos mucha precaución”, dice sonriendo.

Una situación similar tiene que vivir Manuel Lay, quien es el compañero de buceo de Vélez. “Este trabajo es delicado y de mucha concentración. No podemos venir enfermos, tomados o con el estómago vacío o muy lleno. Debemos comer con anticipación, porque podemos vomitar y tragar agua contaminada”, precisa.

Ambos son los encargados de visualizar lo que hay debajo de la zona norte de la urbe y quienes detectan las falencias o reparan los colapsos de los desagües. “Recibimos una serie de capacitaciones, tal como si fuéramos técnicos, ya que somos los ojos de los especialistas debajo del agua. A veces nos hemos quedado un día trabajando en un solo sector, ya que debemos entrar más de tres veces a verificar si todo está bien”, detalla Lay.

Generalmente el trabajo se realiza entre dos. Uno baja y es sostenido por el otro con una cuerda. El de arriba está pendiente de las señales que su compañero puede enviar desde abajo. Sin embargo, cuando el canal es muy grande, o lo que hay que hacer es muy complicado, la empresa se encarga de citar a otros buzos para que el desgaste sea menor. Uno siempre debe quedarse arriba y la inmersión puede durar entre 10 y 15 minutos por cada buzo.

Abajo, cuentan los expertos, no se escucha nada y el agua suele estar más caliente que la temperatura de la superficie.

La visibilidad depende de la cantidad de agua que exista dentro de la alcantarilla. En época de lluvia, por ejemplo, deben sumergirse mucho más.

“Cuando son operaciones de limpieza, el agua casi nunca llega al tope, pero la situación cambia cuando se rebosa un desagüe o hay inundaciones. Ahí tienen que sumergirse y revisar o limpiar al tanteo”, explica Luis Bajaña, fiscalizador de la obra que se ejecuta en la ciudadela Samanes y quien es el responsable del equipo.

Durante sus años de trabajo, Danny y Manuel han encontrado de todo: basura, tierra, pañales, llantas, camas y hasta las propias tapas de las alcantarillas que suelen dañarse y caer en el interior. Sin embargo, dicen haber perdido el miedo y confían en el trabajo profesional del equipo que los acompaña y los supervisa.

El proceso de limpieza

Cada año, Interagua renueva los contratos con la empresa de buzos especializados que llevan a cabo las inspecciones y el mantenimiento de las redes de alcantarillado en todo Guayaquil, explica a EXPRESO Héctor Orellana, jefe del departamento de mantenimiento de alcantarillado de la empresa.

“Este trabajo se realiza todos los días. Cada tres meses hay que revisar válvulas en los sistemas de aguas lluvias, para sacar la basura que puede acumularse, y en los de aguas servidas se revisan las cámaras. En algunos de ellos se producen taponamientos y se empiezan a rebosar”, explica.

Orellana especifica que el trabajo de los buzos es muy necesario, pero exclusivo. Es decir, son la última opción de limpieza. “Cuando se hacen las inspecciones se analiza si se utiliza el hidrocleaner (máquina que extrae la basura y tierra). Pero si hay algún elemento muy pesado que el aparato no puede sacar, se solicita la presencia de los buzos”.

El equipo de trabajo está conformado por 11 personas, entre ellas el fiscalizador y la supervisora. Génesis Chalén, inspectora de la zona norte, explica que antes de que el buzo ingrese debe medirse la cantidad de gases que hay en la red. “Si sube de cero hay que analizar la inmersión, pues esos gases pueden provocarle problemas a él o al tanque de aire comprimido”.