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Larga espera. En el cementerio Jardines de Esperanza ayer hubo 90 solicitudes, pero la capacidad máxima de entierros por día es de 42. Hay quienes tienen hasta cuatro días esperando.AMELIA ANDRADE / Expreso

Los caídos por COVID-19, aún con destino incierto

El convenio para construir una fosa común en Guayaquil todavía no se firma. La OPS no recomienda el entierro colectivo ni ante desastres

Es tan incierto el número de fallecidos por COVID-19 en Guayaquil, como la despedida final que los cuerpos tendrán. Oficialmente, solo en la provincia de Guayas, se registraron hasta este domingo 29 de marzo 37 de los 58 fallecidos que hay a nivel nacional; sin embargo, en los exteriores de algunos cementerios de la ciudad el panorama era distinto.

En Jardines de Esperanza, por ejemplo, por la mañana había una fila de más de cien personas que habían llegado desde las 05:00. La mayoría de ellas le contaron a este Diario que sus familiares murieron con síntomas de COVID-19, pero nunca pudieron acceder a una prueba que lo confirmara o descartara.

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Hace tres días, la Alcaldía de Guayaquil, entidad que dará el dinero para la construcción del espacio para enterrar a los muertos, habló de una fosa común. Gustavo Zúñiga, director municipal de Aseo Cantonal y Mercados, prefiere hablar de “camposanto para recordar a fallecidos” por el virus.

Según Zúñiga, el Municipio aún no conoce los detalles de la construcción, ni el manejo que tendrán los cuerpos. “La parte municipal es la construcción de un mausoleo conmemorativo. También cubriremos el costo de la construcción de la obra, pero detalles no conocemos. Es el Consejo Provincial el que hará la obra. Recién están estimándose los detalles”, aseguró.

Fernando Delgado, coordinador de la Prefectura del Guayas, explicó que dicha entidad tampoco ha recibido aún ningún convenio. “Estamos prestando las maquinarias para hacer trabajos de excavación. La responsabilidad, coordinación, organización y planificación pertenecen al Gobierno central”, detalló

La primera autoridad de la ciudad, la alcaldesa Cynthia Viteri, tampoco tiene claro el proceso que se llevará a cabo con los fallecidos por coronavirus. “No van a recoger los cadáveres de personas que, por COVID-19 o por cualquier otra razón, han fallecido en sus casas. Sus familiares están desesperados. Los dejan en las calles, en las veredas, abandonados en sus casas. ¿Qué está pasando en Guayaquil? (Digan) La verdad”, escribió el pasado 27 de marzo en Twitter.

Ernesto Noboa, director de la Junta de Beneficencia de Guayaquil, explicó a EXPRESO que la entidad que dirige hizo la donación de un terreno en la parte trasera del Panteón Metropolitano, ubicado en el cruce entre la vía Perimetral (km 8,5) y la vía a la costa, norte de Guayaquil. El espacio donado, detalló, tiene cuatro metros de ancho por 25 de largo.

“Sin embargo, no tenemos más detalles. Aún no hemos firmado oficialmente ningún documento. La responsabilidad del manejo de los cuerpos será un asunto que deberá controlar el Ministerio de Salud. Ellos saben cuáles son los protocolos a seguir”, mencionó.

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Zúñiga prefiere no hablar de una fosa común, como inicialmente él mismo había adelantado. “No hablemos de fosa común, hablemos de camposanto. Es un término más adecuado. Si mañana usted tiene un familiar que debe ir allí, no le gustaría que le digan la fosa, sino preferiría llamarlo camposanto”.

Sin embargo, no aclaró si en la práctica los cuerpos serán enterrados juntos o en espacios separados.

Los familiares, mientras tanto, se aglomeran en los exteriores de los cementerios para intentar cremar a sus deudos. Muchos de ellos señalaron a EXPRESO que sus parientes pasaron varios días en sus casas sin que nadie los fuera a retirar. Debido al toque de queda, las funerarias tampoco trabajan a tiempo completo lo que agudiza más el problema.

Para el doctor Álvaro Campo, la forma del entierro es uno de los puntos más importantes que hay que esclarecer. “Hay que definir qué es lo que entienden ellos por fosa común, porque fosa común a nivel mundial es un hueco donde meten a todos los cadáveres encima, cosa que ya no se hace por muchas razones psicológicas, de derechos humanos, etc.”, señaló.

“Ahora, si fosa común ellos le están llamando a una especie de mausoleo dividido en pequeños cubículos donde van a ir los cuerpos plenamente identificados, pero en un terreno común, bueno, eso es otra cosa”, precisó el doctor.

El concejal guayaquileño Héctor Vanegas  pidió dignidad para la sepultura de los caídos por el coronavirus. “No parece correcto que estemos en la edad de las cavernas, donde los cadáveres pasan 48 horas o más al interior del domicilio. Uno llama a pedir que vengan a recoger el cadáver y no van”, dijo en una entrevista reciente.

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A EXPRESO le explicó que, por su parte, en el momento en que el Municipio pase al Concejo Municipal el convenio para su discusión, no lo apoyará si es para la construcción de una fosa común. “Hay una gran falencia, hay muchos enfermos que no son atendidos, otros que murieron sin ser diagnosticados. Por otro lado, yo no apoyo esto de las fosas comunes, no me parece un tema digno, por mucho que se quiera decir que es sanitario. También creo que hay otros mecanismos para hacerlo”, agregó el abogado.

Sin embargo, dijo, para establecer estos mecanismos es necesario que primero se aclaren las cifras de decesos. “El Estado puede disponer, en este estado de emergencia, de bóvedas que están desocupadas. Pero la inhumación colectiva es una decisión bastante extrema”. 

EN DETALLE

“Nunca se debe enterrar a las víctimas en fosas comunes”

Palacio del Hielo - Madrid
Vista de la entrada al Palacio de Hielo, en Madrid, al que las funerarias trasladaron ayer 83 fallecidos, debido al colapso que sufren los crematorios en toda la Comunidad.Chema Moya / EFE

Ni China con 3.300 fallecidos, ni España con 6.500, ni Italia con más de 10.000 han planteado aún enterrar a sus muertos en fosas comunes ni de manera colectiva como se pretende hacer en Guayaquil.

La Organización Panamericana de la Salud (OPS), de hecho, en su último protocolo de manejo de cadáveres ante situaciones de desastre pide tajantemente evitar este tipo de inhumaciones.

“Nunca se debe enterrar a las víctimas en fosas comunes, entendidas estas como los lugares en que se colocan cadáveres o restos humanos sin respetar la individualidad de los mismos (y sin relación a una ficha identificativa que permita una exhumación futura)”, dice la OPS en su informe.

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Entre los motivos más destacados para no recomendar este tipo de prácticas “violatorias de derechos humanos fundamentales” está el daño psicológico que puede generar en los familiares de los difuntos el entierro masivo.

Esta medida no se tomó ni siquiera para sepultar a los cadáveres que no fue posible identificar luego del terremoto de Ecuador de 2016. En ese entonces se designaron espacios individuales con numeración para hacer mas fácil una futura exhumación.

En España las funerarias también están colapsadas por la gran cantidad de muertos que se registran al día por COVID-19, sobre todo en Madrid. Sin embargo, como medida paliativa, las autoridades de la capital han decidido habilitar dos instalaciones para preservar en frío los cadáveres que se recogen en hospitales. Disposición que busca dar tiempo a las empresas fúnebres, que sí funcionan pese al estado de alarma, para que realicen las cremaciones de los cuerpos poco a poco, sin acudir a entierros masivos.

Una situación similar se vive en Italia y en Estados Unidos, donde los depósitos de cadáveres están al límite de su capacidad, lo que ha obligado a ciudades como Nueva York a instalar camiones refrigerados en dos de los centros hospitalarios para guardar los restos.

En Europa y muchos otros países del mundo las fosas comunes tienen connotaciones dolorosas que recuerdan a asesinatos masivos, guerras civiles y desastres.