Sin camisetazos de asambleístas, ¿qué sería de la bancada oficialista?
Análisis | La idea de sancionar los cambios de camiseta harían de ADN un bloque imposible. Bloque de gobierno guarda silencio
Por un momento, al calor del debate, parecía que se iban a sincerar. Y estuvieron a punto de hacerlo. Hasta llegaron a hablar de compra de votos, de cotizaciones, de prebendas… Pero de ahí no pasó la cosa. Sobre la mesa, el espinoso asunto de los camisetazos en el seno de la Asamblea Nacional. Y la intención de prohibirlos.
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Leer másSe debatía (ocurrió el miércoles) un proyecto de reformas a la Ley Orgánica de la Función Legislativa (LOFL) y el eterno tema de la compra de conciencias capturó la atención y las pasiones del Pleno. Sin embargo, todo se resolvió en una serie de sobreentendidos, en un esquema según el cual la gran mayoría de los legisladores parece saber perfectamente qué precio tiene cambiar de camiseta, quién se vendió a quién y por cuánto, pero prefieren callarlo.
El caso es que existe un consenso para sancionar esas prácticas. Y sólo los más descarados (pues los hay) osan defenderlas.
Contexto imprescindible: aunque la vieja práctica de los camisetazos acompaña, con su aura de opacidad y sospecha, toda la historia parlamentaria, ninguna legislatura había sido tan propensa a sucumbir a sus encantos y tan pródiga en casos como la actual. Ello se debe a los denodados esfuerzos de Daniel Noboa. A Valentina Centeno, la jovencísima vocera del oficialismo en la Asamblea y rostro emblemático de lo que ha dado en llamarse “nueva política” corresponde el dudoso mérito de haber operado la gran mayoría de esos cambios de camiseta.
Sus métodos permanecen en secreto y son, es fácil suponerlo, inconfesables. Lo cierto es que el empeño de Centeno logró transformar a la bancada de ADN, de un grupúsculo de 14 asambleístas, que es lo que tenía cuando se instaló el nuevo período legislativo, en la segunda fuerza parlamentaria por detrás del correísmo, con sus actuales 40 voluntades.
Los asambleístas comprados
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Leer másEstamos hablando de al menos 26 asambleístas comprados, negociados, seducidos, misteriosamente convencidos o lo que fuera. Que el gobierno se jacte de ello, que Valentina Centeno no se sienta obligada a dar explicaciones, que el asunto, en fin, no sea un escándalo que conmocione al país, es una expresión de la decadencia moral de la República.
Desde que la comisión de Justicia, presidida por el correísta Fernando Cedeño, heredó de la legislatura anterior el proyecto de reformas a la LOFL, la idea de expulsar a los asambleístas que se cambian de partido fue cobrando forma.
PSC y Construye perdieron legisladores por 'camisetazos'
El correísmo había perdido así a tres de los suyos: Ferdinan Álvarez, Henry Bósquez y Javier Jurado. Se juntó el Partido Social Cristiano, también afectado por los camisetazos de Guido Vargas, Lenin Rogel y Lucía Jaramillo. Qué decir de Construye, que fue la segunda bancada más grande del Pleno, con 29 integrantes, y se vio reducido en pocos días a 17.
Sin embargo, pronto quedó claro, en los debates de la Comisión de Justicia, que la destitución de los camiseteros era imposible: una sentencia de la Corte Constitucional impide cesar asambleístas salvo que estuvieran involucrados en procesos penales. Se optó, entonces, por sancionarlos con una suspensión de 90 días sin sueldo y su separación del Consejo de Administración Legislativa, en el caso de pertenecer a ese organismo. Esa es la propuesta que se debatió el martes.
En contra de ella saltó el independiente Milton Aguas con un argumento constitucional: la reforma, dijo, atenta contra los derechos al libre pensamiento, a la objeción de conciencia y a la libre afiliación y desafiliación de cualquier partido político.
Votos en suspenso
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Leer másAguas no ha necesitado cambiar de camiseta para mantener su voto en suspenso entre un grupo y otro según las negociaciones del momento. El gobiernista Guido Vargas (ex Sociedad Patriótica en alianza con el PSC) fue más lejos: “Esto a mí me duele -dijo torpemente en un idioma (el español) que no domina aunque no habla otro-, porque a mí me ha electo es un pueblo totalmente una provincia y una provincia en donde dice Guido vuelve, vuelves y hemos ganado las veces que tengan que ser”. O sea que la gente de su provincia vota por él, no por ningún partido.
La correísta Paola Cabezas pidió replicar a Guido Vargas y le saltó directamente a la yugular: “Llegó aquí -dijo- en alianza con el PSC y ahora es el nuevo adquirido del gobierno. ¿Por qué no está de acuerdo con la reforma? Porque ya no va a poder cotizar su voto, eso es todo”.
Por una vez, Cabezas no se anduvo por las ramas. Pero a la hora de ir más allá, entró en generalizaciones: “Defienden sus intereses, sus bolsillos, los puestos que les han entregado: gobernaciones, zonales… ¿O quién no sabe?”.
En el mismo tono habló Jorge Peñafiel, de Construye: “Que el presidente de la República sólo tenga apoyo porque compra votos en la Asamblea es una vergüenza”, dijo fue aplaudido por gente de todas la bancadas.
Pero lo mismo: cuando se esperaba más revelaciones, calló: “Algo les dieron -dijo refiriéndose a varios asambleístas- y no voy a decir nombres para que no me salgan con el derecho a la réplica. Calladitos se ven mejor, señores camiseteros”.
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