La campana ante el acoso solo funciona si todos denuncian
Los asientos de colores, los ingresos especiales, el orden, el perifoneo del chofer sobre la buena conducta. Hasta ahora nada de eso ha funcionado en las estaciones ni en los buses de la Metrovía, o al menos, no al cien por ciento.
Los asientos de colores, los ingresos especiales, el orden, el perifoneo del chofer sobre la buena conducta. Hasta ahora nada de eso ha funcionado en las estaciones ni en los buses de la Metrovía, o al menos, no al cien por ciento.
Aún se ven hombres jóvenes esperando el bus en la puerta principal, en donde existen letreros que advierten que es de uso exclusivo para damas, embarazadas, mujeres con niños en brazos, ancianos y personas con capacidades especiales.
Aún hay casos de varones que toman un asiento y no lo ceden a ninguna de las mujeres que se suben. Aún existe el “toqueteo”, el “morboseo”, el abuso sexual.
Leopoldo Falquez, gerente de la Fundación Metrovía, reconoce que todas las campañas emprendidas “no han sido malas, pero tampoco han sido excelentes”, porque todo depende de los ciudadanos. La entidad no tiene las facultades para sancionar, aclara.
Una jovencita de 17 años, consultada en la estación Caraguay, asegura nunca haber pasado por una situación así, pero en caso de que esa “mala experiencia” le sucediera “no sabría qué hacer”.
A Karla Carriel en cambio sí le pasó y varias veces. Lo único que ha hecho es alejarse. “Me da miedo que, si digo algo, la reacción del tipo sea peor, me haga algo más”, dice la joven de 18 años.
Mientras que para Nicole M., de 17 años, la situación no es ajena. “Sí, he sido víctima de acoso, y solo me alejo”.
Esa es tal vez la actitud más repetida, por temor, desconocimiento, o vergüenza; la mujer que se siente agredida calla, se aleja, sin que nada pueda hacer. Al menos eso es lo que se cree.
Error. Un acto de naturaleza sexual, sin que exista penetración o acceso carnal es considerado por el Código Orgánico Integral Penal como abuso sexual, y está penado, pero para que haya una sanción, que va con privación de la libertad de tres a cinco años, se debe denunciar.
Y en esa tónica, la Fundación Metrovía suma una nueva campaña que busca concienciar a la ciudadanía en el respeto a la mujer, denominada ‘Que no te toque’. Y funciona identificando al acosador. La ofendida comunica el hecho al chofer y este activa un botón de pánico para dar la alarma. En la siguiente parada el guardia lo retiene, un policía realiza un parte y la afectada debe poner la denuncia en la Fiscalía.
Es decir, funciona si se denuncia, si se identifica al agresor, generando su detención.
Ahí es donde saltan las dudas: ¿Y si el agresor se da cuenta y se baja enseguida? La reacción debe ser inmediata, dice Marcela Camposano, directora de comunicación de la fundación.
La actitud debe ser de todos, empezando desde la víctima, hasta de los que son testigos. “Porque si uno ve el hecho y lo calla se convierte en cómplice”, enfatiza la vocera.
La primera sentencia del año
Dos años de prisión, una multa que podría alcanzar ocho salarios básicos y el pago de $ 2.000 como reparación integral a la víctima. Fue la sanción que el quinto tribunal Penal del Guayas impuso a un hombre, por el delito de acoso sexual a una usuaria de la Metrovía.
El hecho ocurrió a las 21:30 del 2 septiembre de 2015, en la estación de la Metrobastión, en el noroeste de Guayaquil.
Al lugar llegó una estudiante universitaria para pedir auxilio por cuanto un sujeto la perseguía.
Un guardia y el supervisor socorrieron a la mujer y lograron detener al sospechoso. En las investigaciones realizadas por la fiscal Gioconda Armijos, se determinó que el sujeto acosaba a la joven hace tres meses y siempre la esperaba en esa estación. “Le decía cosas obscenas, con sus manos le tocó los senos... y que cualquier hombre enamorado puede hasta matar”. Tras los hechos, la víctima siente miedo salir a la calle. PVC