La campaña electoral sonríe a lo lejos y armada
El camino hacia Carondelet parece un ‘campo de guerra’ y complica a los candidatos a la hora de simpatizar con el electorado.
Se cambiaron los abrazos por los chalecos antibalas. La campaña electoral de las elecciones presidenciales 2023 es una mezcla de tensión y algarabía.
Y es que durante los recorridos en territorio, se observa a simpatizantes flameando camisas y banderas afines al partido político de su preferencia, pero también hombres corriendo con chalecos antibalas y armas en mano, así como militares equipados con fusiles de largo alcance.
Escenas que se contraponen y se desarrollan mientras los presidenciales, Luisa González, del correísmo, y Daniel Noboa, del movimiento ADN, intentan sonreír y empatizar durante los recorridos que realizan en la vía pública y que, años atrás, eran puerta a puerta y mano a mano.
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Ahora, en medio de una ola de violencia sin precedentes, en la que más de cuatro mil personas han sido asesinadas a nivel nacional, estos actos proselitistas son escasos en la agenda de los presidenciales que se blindan por aire y tierra.
Aún más, según el analista político Giuseppe Cabrera, tras el asesinato del candidato presidencial y periodista, Fernando Villavicencio, que hizo real “la posibilidad de que asesinen a cualquier político o candidato” y empujó a las figuras políticas, que hoy compiten por ser el más votado en las urnas el 15 de octubre de 2023, a reforzar su seguridad al punto de recorrer las calles o asistir a eventos proselitistas en medio de un operativo de seguridad que, más allá de acercarlos a la gente, genera tensión y “los convierte en figuras políticas inalcanzables”.
Muestra de ello, el miedo que generó el ‘adiós’ del candidato Daniel Noboa, del movimiento político ADN, al terminar un recorrido por el barrio Unión de Bananeros, en el Guasmo Sur, la tarde y noche del 3 de octubre, luego de recorrer escasos kilómetros a bordo de un camión y rodeado de agentes armados.
“Uy, éntrate papito, vamos adentro”, exclamó una mujer, quien esperaba al candidato a las afueras de su vivienda, en el Guasmo Sur. Pero que, en vez de escuchar sus propuestas o saludarlo, solo logró presenciar el momento en el que el equipo de Noboa dio la orden de bajarlo del camión blanco desde donde saludaba a los ciudadanos, para treparlo a una camioneta negra y sacarlo del lugar a considerada velocidad.
Fue justo ese adiós abrupto, entre los infrarrojos de los francotiradores, los gritos de su cuerpo de seguridad y el rechinar de las llantas de aquel vehículo negro, lo que llevó a la mujer a comparar la hazaña del candidato y su equipo, con una operación militar: “Parece que se van a la guerra”.
Acto que al final del día, según el analista político, Giuseppe Cabrera, aleja a los candidatos de los ciudadanos. “Los vuelve más lejanos, no como una autoridad que rinde cuentas a sus mandantes, sino como un ser superior, casi divino”.
Según un diálogo que mantuvo este Diario con un militante del movimiento ADN, la despedida abrupta que tuvo Noboa en aquel recorrido fue propiciada porque, si bien se planificó un recorrido pequeño por el sur de Guayaquil, las coordenadas, que solo eran de conocimiento de su equipo de seguridad, “se filtraron rápidamente y por prevención, decidieron detener el recorrido y llevárselo por si acaso”.
Y si bien los candidatos cumplen agenda electoral por todo el país, y de manera individual, la opción más adoptada por la carta del correísmo, Luisa González, ha sido la de los encuentros planificados y a puerta cerrada. Al menos así se marcó su agenda durante la semana del 3 de octubre que, al igual que Daniel Noboa, visitó Guayaquil.
Se reunió con estudiantes, empresarios e influencers. Ese día, no hubo espacio para los recorridos puerta a puerta. Un día después, estuvo en la provincia de Santa Elena, en la que si bien sí participó en un acto proselitista al que acudieron miles de simpatizantes, los filtros de seguridad generaron malestar y desazón entre los asistentes.
José Perero, morador del cantón La Libertad, en la provincia de Santa Elena, es simpatizante de la Revolución Ciudadana por más de 15 años. Al enterarse de que la candidata Luisa González estaría presente en un acto público en la citada ciudad, el pasado 4 de octubre, decidió acudir al evento proselitista.
La intención de Perero era estrechar la mano de González y tomarse una foto con ella, como siempre él lo ha hecho con otros candidatos de la misma agrupación política. Sin embargo, esta vez no hizo ni lo uno ni lo otro.
Es que el anillo de seguridad que utilizó la candidata en su recorrido por la provincia peninsular fue impenetrable, los uniformados estaban junto a ella para protegerla y no hubo mayor contacto con los concurrentes que pugnaban por acercarse.
Medio centenar de personas, entre policías, militares y agentes civiles provistos con armas de fuego de largo alcance, estuvieron atentos a cada uno de los movimientos de González que, durante el recorrido proselitista, utilizó un chaleco antibalas.
“Fue imposible acercarme, pero me voy contento porque al menos la escuché a lo lejos. Espero que cumpla con lo ofrecido a Santa Elena”, refirió Perero.
Para que sus seguidores tengan un recuerdo del momento, González optó por los selfis y “así tener contentos a todos”.
La extrema seguridad se evidencia desde el vehículo donde se desplaza, es que antes de que la candidata baje, el carro ya estaba todo rodeado de militares. Con el cordón de seguridad avanza hasta las tarimas, donde la aspirante a presidente de la República emitió sus discursos.
Los entablados estuvieron rodeados de agentes muy atentos a los movimientos del público. Todos los lugares a donde González asistió contaban con crecimientos perimetrales, por eso, aquellos que querían ingresar, tenían que someterse a revisiones minuciosas en el ingreso.
“Las campañas políticas ahora son diferentes por la inseguridad. Los candidatos ya no abrazan al pueblo y los escoltas de los políticos impiden un diálogo ameno. Ojalá que esta situación de miedo pronto se termine”, comentó Luis Borbor, simpatizante de González.
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