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La prefecta del Guayas y presidenta de la Revolución Ciudadana, Marcela Aguiñaga.
La prefecta del Guayas y presidenta de la Revolución Ciudadana, Marcela Aguiñaga.Twitter: @marcelaguinaga

Las canalladas como las de Aguiñaga se pagan

Análisis. Es tan grosero y miserable lo que han hecho al sugerir que lo de Villavicencio fue un autoatentado

El correísmo ha decidido hacer un uso político grosero del asesinato de Fernando Villavicencio. Primero lo hizo Rafael Correa: en un mensaje en redes sociales del 14 de agosto dijo que Villavicencio les era más útil muerto que vivo a los organizadores de su campaña y que por eso había que pensar en María Paula Romo y Patricio Carrillo como posibles responsables del crimen. La miseria humana de Correa la ratificó y confirmó la presidenta del movimiento Revolución Ciudadana y prefecta del Guayas, Marcela Aguiñaga.

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En una entrevista en Ecuavisa, la prefecta del Guayas despachó su vileza: “Los más perjudicados de ese asesinato fuimos nosotros, la Revolución Ciudadana”, dijo. Aguiñaga sostuvo que la candidatura presidencial correísta de Luisa González sufrió una “hecatombe” que no pudo haberse producido “al azar” (como si hubiera crímenes políticos al azar), por lo que sugirió que son sus enemigos políticos los verdaderos responsables del magnicidio del candidato presidencial por Construye.

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Lo de Aguiñaga y lo de Correa obedece a una desesperada y angustiosa estrategia electoral. Los dos y el comando central de la campaña están conscientes de que una inmensa porción de la población apuntó contra ellos el dedo acusador cuando se supo lo del cobarde atentado en contra de Villavicencio. Ocurrió porque habían sembrado durante años un ecosistema de insultos y amenazas a Villavicencio.

Fue una hecatombe que nadie puede pensar que fue al azar... Los más perjudicados con ese asesinato fuimos la Revolución Ciudadana.

Marcela Aguiñaga, presidenta de la Revolución Ciudadana

El señalamiento que se disparó en contra del correísmo le costó a ese movimiento un bajón de hasta 10 puntos en la intención de votos. Según ellos, ese es el motivo por el que no ganaron en primera vuelta el pasado 20 de agosto. Es la hecatombe, de la que Aguiñaga habló ayer en Ecuavisa.

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Según Correa y Aguiñaga, si la narrativa luego del crimen fue que el correísmo era responsable de la muerte de Villavicencio, entonces había que posicionar la opuesta: que ellos son las víctimas del asesinato. El razonamiento es de una pobreza aterradora: solo puede provenir de personas que no abrigan ni un mínimo de ética ni de decencia humana. Si hubo una porción de la población que los culpabilizó, entonces ellos deciden que es necesario como estrategia electoral revertir la narrativa y decir que lo ocurrido fue un autoatentado. Para ellos, sus necesidades electorales no tienen límite ético, ni siquiera humano.

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Lo más probable es que el remedio será peor que la enfermedad. La reversión del relato para pasar de victimarios a víctimas podría servirles para tranquilizar y recuperar su electorado de base que no pasa del 40 % y que no alcanza para ganar en segunda vuelta, pero muy difícilmente para que el resto de la población se coma el cuento y decida depositar a estas alturas sus simpatías y solidaridad en ellos.

Es tan grosero y miserable lo que han hecho al sugerir que lo de Villavicencio fue un autoatentado, que difícilmente podrán conseguir votos de los sectores que no son militantes del correísmo.

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