La otra cara del golpe de estado
ANÁLISIS. Los correístas y Virgilio Saquicela quieren enterrar el escándalo de la manipulación de votos electrónicos en la Asamblea
El video que hizo el legislador de Izquierda Democrática Dalton Bacigalupo lo muestra todo: las cuatro opciones de voto (Sí, No, Blanco, Abstención) desplegadas sobre la pantalla; la flechita del cursor colocada claramente sobre el No; el Sí que se activa solo, sin que nadie lo toque... Lo activan, dirá días más tarde el informe del departamento técnico de la Asamblea Nacional: lo activan desde fuera. Un solo intruso votó por cuatro asambleístas: Wilma Andrade, Dalton Bacigalupo, el jefe de bloque de la Izquierda Democrática, Marlon Cadena; y el director de CREO, Guido Chiriboga. “Ocurrió algo extraño en mi curul”, dijo Wilma Andrade tras la primera votación y pidió rectificarla. A la segunda, se repitió la historia. Bacigalupo lo documentó y compartió el video por WhatsApp con algunos colegas. Juan Fernando Flores, de CREO, pidió proyectarlo para que lo viera el Pleno. Ahí estaba, ante los ojos de todos, la prueba inequívoca de la manipulación. Quizá es la claridad del video, su contundente carácter probatorio, lo que disuadió a los conspiradores de seguir intentándolo. Misión abortada: nos pescaron.
Manipulación de las curules electrónicas de la Asamblea para incidir en la votación de la moción de censura del presidente de la República: es tan grave, tan retorcido, que no se entiende cómo las élites políticas del país no están en llamas. Es el ingrediente que faltaba en esta tentativa de golpe de Estado que se ejecutó en todos los frentes posibles: el frente de la violencia callejera, con atentados terroristas a infraestructura policial y ataques armados a convoyes militares; el frente parlamentario constitucional, con la declaración de conmoción interna y la aplicación de la muerte cruzada; y este, el frente parlamentario ilegal, el fraude puro y duro, donde se demuestra que los golpistas están dispuestos a todo sin el menor escrúpulo que los detenga. El primero tuvo como protagonistas, entre otros grupos sediciosos, a los comités formados por el correísmo para procurar la ingobernabilidad de sus sucesores. El segundo fue propuesto por los propios correístas en coordinación con sus aliados de Pachakutik. ¿Quién orquestó el tercero? Parece obvio, pero el correísmo finge demencia.
La manipulación del voto electrónico es una estrategia desesperada que solo puede entenderse como una apuesta por el caos. Ya no queda ninguna duda de que lo intentaron, la pregunta es cómo pensaban ejecutarlo. El hecho de que la sesión fuera enteramente virtual facilitaba las cosas: con los asambleístas dispersos y en sus casas, se eliminaba la posibilidad de un escándalo en el hemiciclo. Bastaba con propiciar un desenlace precipitado y confuso, un cierre de sesión expeditivo y un cese de transmisión inmediato. Con eso y sin el video de Dalton Bacigalupo (detalle con el que jamás contaron los conspiradores), todo lo que viniera después (las quejas, las demandas, las investigaciones, todo) caería sobre los hechos consumados.
Golpe violento contra una ciudad indefensa
Leer másEl orden de la votación fue otro elemento esencial de la estrategia. No es una casualidad que los votos manipulados (los de Andrade, Bacigalupo, Cadena y Chiriboga) fueran los primeros que se registraron en la rectificación, un proceso que suele confundir a los asambleístas sobre cómo tienen que votar. Existe un trabalenguas procedimental entre rectificación y reconsideración. El trámite de rectificación significa: hubo un error y vamos a votar de nuevo para rectificarlo; entonces todos repiten el voto que ya emitieron salvo la persona interesada en corregir el error. La reconsideración, en cambio, consiste en preguntar al Pleno: ¿están seguros de lo que acaban de votar?, ¿no quieren reconsiderarlo y votar de nuevo? Si los que votaron por el Sí ganaron y quieren mantener así las cosas, entonces tendrán que votar No en la reconsideración. Y viceversa. De ahí la confusión. Por ello, cuando se procede a rectificar o reconsiderar, los más inexpertos miran a sus mayores para saber cómo actuar. Claramente, los votos de dos asambleístas experimentados (Andrade y Bacigalupo) y dos autoridades de sus respectivas bancadas (Cadena y Chiriboga) podían, en la rectificación, generar un efecto de arrastre que terminara en la destitución del presidente de la República. Por eso los piratas informáticos a cargo de la operación los consignaron primero. Una vez proclamados los resultados, el presidente Virgilio Saquicela no habría tenido más que cerrar apresuradamente la sesión y a otra cosa mariposa.
Virgilio Saquicela: ¿qué pito toca en esta historia? Resulta difícil imaginar la estrategia sin su participación. Y la verdad es que la cara que puso luego de ver el video de Dalton Bacigalupo era bastante reveladora. Terminada la proyección, el rostro de Saquicela apareció en pantalla: pasmado, boquiabierto, demudado. La visión duró un segundo antes de que él mismo apagara la cámara de su computadora. Tercero en la sucesión presidencial, posición que le permite acariciar sueños de perro; aprendiz de Fabián Alarcón sin una décima parte de su inteligencia, todo lo que el presidente de la Asamblea ha hecho desde entonces hasta hoy parece no tener otro propósito que acumular motivos de sospecha.
Fue él quien decidió que la sesión se celebrara de forma virtual, pese a los pedidos de varios asambleístas (Fernando Villavicencio entre ellos) que consideraban que un tema tan delicado como la destitución del presidente de la República reclamaba la presencialidad a gritos. Luego, ya en la sesión, cuando se produjeron los problemas y sin que nadie se lo preguntara, se apresuró a poner las manos al fuego por los técnicos de la Asamblea: “doy por descartado que no han tenido influencia alguna en la posibilidad remota de una alteración de votos”. ¿Posibilidad remota? La alteración de votos era un hecho y estaba en sus narices. Él, sin embargo, la continuó negando incluso después de haber recibido el informe técnico. Finalmente presentó una denuncia en Fiscalía, (una semana después de que Villavicencio lo hiciera), pero sigue defendiendo que los asambleístas que se quejan de la manipulación de sus votos, en realidad se equivocaron, votaron mal (como si el video no desmintiera por completo esa posibilidad) o entregaron ellos mismos su clave a terceros. Porque las claves que usaron los piratas para acceder a sus curules, dice, sólo los asambleístas las tienen. Y miente: esas claves se las dieron los técnicos.
Saquicela, agarrado en curva
Leer másComo si no fuera un tema de la máxima importancia, Saquicela se guardó el informe técnico por cinco días. Lo recibió el viernes y fue necesario que Villavicencio se lo pidiera por oficio para que lo pusiera en circulación. Cuando finalmente lo hizo, el martes, el documento constaba en el sistema de la Asamblea como inválido: había sido modificado después de firmado. Por la cuarta parte de esto, a Guadalupe Llori ya le habían levantado acusación formal con causal de destitución para que una comisión ad hoc la arrastrara por el piso. Saquicela, claro, tiene padrinos.
Saquicela, un héroe correísta
El presidente de la Asamblea llamó a Mauricio Guerra, el responsable del departamento de sistemas de la Asamblea, lo paró frente al Pleno y, sin que el tema conste en el orden del día y, por tanto, de forma ilegal, le puso a dar explicaciones sobre el caso de la manipulación de los votos electrónicos. Guerra confirmó lo que se sabía. Cuando algunos asambleístas pidieron la palabra para hacer preguntas, Virgilio Saquicela se la negó a todos. Dijo que no podían hablar porque esto, en realidad, no era un punto del orden del día, así que les pidió respetar el reglamento que se acababa de pasar por el forro. Un comportamiento insólito y autoritario que fue recibido con aplausos y vítores por los integrantes de la bancada correísta. Ellos y Saquicela comparten el mismo interés en enterrar todo este asunto. Después quieren que no se sospeche de ellos.
En pantalla. El video de Dalton Bacigalupo, prueba irrefutable de que las curules electrónicas de los asambleístas estaban siendo manipuladas, quizás disuadió a los golpistas.
El presidente. Virgilio Saquicela decidió que la sesión fuera virtual pese a los pedidos de varios asambleístas. Un asunto tan delicado como la muerte cruzada requería presencialidad.