Caras y caretas, una tradición que une a cuatro generaciones de la familia Flores
Cuenca. Genaro es uno de los cuatro hermanos vinculados a este oficio.CLAUDIA PAZÁN / EXPRESO

Caras y caretas, una tradición que une a cuatro generaciones de la familia Flores

Los trabajos de este grupo de cuencanos son llevados fuera del país

Entre engrudo, papel y el olor a pintura crecieron los 10 hijos de Alejandro Flores y María Padilla. Aprendieron el oficio de escultor de su abuelo Isaac Flores y la elaboración de caretas de su padre. Cuatro generaciones después, los dos oficios se fusionaron y dieron vida a una tradición familiar que se traduce en obras de arte que en la actualidad son apetecidas como recuerdos por propios y migrantes, que se las llevan en grandes cantidades hacia EE. UU.

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Susana, la última de las hijas, cuenta que desde los cinco años ayudaba a su padre en la elaboración de las caretas. Recuerda que cuando percibía el olor a pintura en su hogar se daba cuenta de que el año se terminaba.

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Para ella, confeccionar caretas se convirtió en su forma de vida y el oficio que la ayudó a educar a sus dos hijos, hoy estudiantes universitarios. No es la única entre las hermanas. Eulalia, Genaro y Sonia también adoptaron el negocio como suyo y hasta la fecha comparten el gusto por moldear el papel con el engrudo.

La labor de Susana se inicia el 8 de enero de cada año. Recalca que el tiempo es muy valioso para cumplir con los procesos. Hasta junio elabora todas las caretas en crudo, luego va pintando el fondo con un compresor y termina dándoles los detalles con un pincel.

Lo propio pasa con Genaro, quien junto con su hijo Ismael elabora las caretas tradicionales con las que Alejandro se hizo conocer: payasos, brujas, viudas, calaveras y diablos. Pero también rostros de políticos, personajes de la farándula local e internacional, futbolistas, entre otros.

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Este año, la producción de Susana y Genaro se vendió rápido. Susana terminó todo su inventario el 10 de diciembre. La mayor parte de su trabajo se fue a EE. UU.

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Con la llegada de las nuevas generaciones también se innova. Ismael, que se inició en el negocio de su padre a los 14 años, decidió ir más allá de los personajes populares. En la actualidad personaliza las caretas y da forma a los rostros que le piden. Para ello usa fotos de frente y perfil, en un proceso que le toma cerca de siete días.

GESTOR DE UNA TRADICIÓN

Ellos están agradecidos con Alejandro Flores, quien ahora tiene 92 años y dejó de elaborar caretas en 2019 por una enfermedad que lo aqueja. Susana, una de sus hijas, comenta que pese a la dolencia de su padre, es imposible alejarlo del proceso de elaboración de caretas. Siempre está pendiente de las tareas, desde el inicio de la producción, sin importarle su limitada movilidad. Se sienta en el taller y da recomendaciones y hasta hace llamados de atención cuando ve algo fuera de su lugar. Él se inició de 14 años elaborando unas cabezas de monstruos para su familia. Entonces, una vecina vio su trabajo y le pidió tres de las mismas. Así fue como cada año se hicieron más famosas sus creaciones, hasta convertirse en una tradición local.

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