¿Carlos qué? ¿Pólit? me suena, me suena...
Lo reeligieron dos veces, lo condecoraron, hicieron con él negocios excelentes... Ahora los correístas no lo conocen. Análisis
Esta semana el correísmo se empleó a fondo en un operativo de emergencia para lavarse (misión imposible) el lodo de la cara. Primero fue la campaña de redes sociales en la que participaron los otrora célebres guerreros digitales (o lo que queda de ellos) para posicionar la idea sorprendente, insólita, estrambótica, de que entre el gobierno de su líder y el excontralor Carlos Pólit, preso en Estados Unidos, no hay relación alguna ni la hubo nunca. Luego, el jueves por la noche, la presidenta nacional del partido, Marcela Aguiñaga, grabó y difundió un video para reforzar el mensaje: “Rechazamos categóricamente -dijo- que hoy se nos pretenda vincular con el procesado e investigado señor Carlos Pólit”. El hombre del que Rafael Correa dijo que era “un contralor de lujo, ejemplo de presentes y futuras generaciones”; a quien su gobierno, cuando manejaba todos los poderes, reeligió dos veces para el cargo; que fue condecorado por una Asamblea Nacional dominada totalmente por el correísmo y cuya vicepresidenta era la propia Aguiñaga; el que legitimó los contratos, por obtusos o perjudiciales que fueran, de la Refinería del Pacífico, de la Refinería Esmeraldas, de Coca Codo Sinclair, de Monteverde, de Toachi Pilatón, del poliducto Pascuales-Cuenca, de tantas y tantas obras públicas con sobreprecio que ahora sirven para poco o nada y que a todas luces son un robo; el que, con total naturalidad, hablaba con el representante de Odebrecht sobre la plata sucia que recibía el vicepresidente Jorge Glas de los contratistas del Estado… Ese Carlos Pólit ahora resulta que no tiene nada que ver con ellos.
Son, desde luego, los efectos de la fianza. Porque hace cinco años, cuando el entonces contralor abandonó su cargo y huyó del país, los correístas no dijeron nada. Hace cuatro, cuando fue juzgado en ausencia y hallado culpable de concusión, los correístas no dijeron nada. Hace dos y medio, cuando su sentencia condenatoria fue ratificada en casación, los correístas no dijeron nada. Durante todo ese tiempo no había en el país una persona con dos ojos y dos oídos para enterarse de las cosas que no relacionara a Pólit directamente con el gobierno correísta sin que a los correístas pareciera importarles en absoluto. Solo hace dos meses y medio, cuando Pólit cayó preso en Estados Unidos, acusado de lavar dinero, se pusieron visiblemente nerviosos, pero aun así siguieron sin decir nada. Esta semana, de pronto, cuando el excontralor preso decide pagar una fianza de 14 millones de dólares para defenderse en libertad, entran en pánico y saltan al ruedo entre llanto y rechinar de dientes a renegar de él sin el menor sentido del ridículo. Y de la decencia.
¡Es que 14 millones! El país entero entendió la idea sin que nadie se la explicara. ¿Cuánto gana un contralor? Cinco mil al mes. ¿Cuánto tiempo ocupó el cargo este ejemplo de presentes y futuras generaciones? Diez años. ¿Cuánto suma? 600 mil. Con eso bastaría, pero la cosa es peor. Porque ¿qué controla el contralor? El uso del dinero público. ¿De dónde salen, pues, los millones de su fianza? ¿Quién se los dio? ¿Cómo se hace millonario un contralor si no es encubriendo los atracos de quienes manejan el gasto público? La fortuna de Carlos Pólit no solo lo pone en evidencia a él sino a la corrupción sistémica de un gobierno que institucionalizó el sobreprecio y el soborno.
Entonces viene la presidenta del partido que se benefició de esa corrupción institucionalizada y financió sus campañas electorales con dinero sucio (lo afirma una sentencia de la Corte Nacional), a decirle al país que nada es cierto. Que Pólit, de quien ya les queda muy difícil negar que sea un delincuente porque las evidencias caen por su propio peso, delinquió solo. “La Revolución Ciudadana -empieza diciendo en su video de escasos 45 segundos de duración- es un movimiento que se debe a la gente y en nuestro accionar hemos comprobado que trabajamos de forma transparente y clara”. Marcela Aguiñaga habla con la meliflua parsimonia de una telefonista de ‘call center’ que tiene perfectamente aprendido su libreto y nada más que su libreto, así que sería incapaz de contestar preguntas como no fuera repitiendo las mismas patrañas. Atrás de ella, una puerta de gruesos barrotes constituye la decoración más simbólicamente apropiada para su mensaje.
Carlos Pólit pagó una fianza de $ 14 millones y recuperó la libertad
Leer másMientras tanto, la campaña correísta recorría las redes. “Pólit llegó a ese cargo gracias a Lucio Gutiérrez -decía un troll- y siempre ganó los concursos para mantenerse en el cargo. ¿Cómo rayos Correa podía saber que era un corrupto?”. Otro recordaba que también Guillermo Lasso fue parte de ese gobierno: si algún amigo tiene el excontralor, es él. Escribían estas cosas destilando prepotencia, con grosería, como si fueran obvias: “Hazte un favor, deja de ser imbécil y al menos investiga”; “Hay que leer la historia”; “Sean serios y profesionales… Pólit nunca ha sido correísta”. Deben haber peinado la red en busca de una foto, una sola, de Lasso con Pólit. Pero no hubo suerte: tuvieron que conformarse con publicar imágenes de los dos por separado con Gutiérrez.
¿A quién van dirigidos estos mensajes? No a los ciudadanos informados sobre los esquemas de corrupción de esa banda delincuencial (lo dice la Corte Nacional) instalada en Carondelet durante el gobierno de Correa: ellos jamás los creerían. Tampoco a aquellos a quienes la fianza de 14 millones de dólares cubierta con facilidad por el excontralor bastó para entenderlo todo. ¿A quién se dirige Marcela Aguiñaga cuando dice “hemos comprobado que trabajamos de forma transparente y clara”? Es casi como preguntar qué clase de personas, a estas alturas y descontando a aquellas que comparten con el partido sus intereses corruptos, son susceptibles de ser reclutadas por el correísmo. La respuesta es obvia
Una doble amenaza representa Pólit para el correísmo. De un lado está todo lo que sabe y, probablemente, termine por revelar en el proceso, que será abreviado debido a su interés por colaborar con la justicia. De otro lado se plantea su incuestionable culpabilidad: solo de la corrupción institucionalizada pudo obtener Pólit la fortuna que acaba de demostrar que tiene. Y esto solo, así no delatara a nadie, puede ser devastador en términos de crecimiento y perspectivas electorales. Por eso la campaña de esta semana, que empezó con la movilización de los guerreros digitales y terminó con el video de Marcela Aguiñaga, no le teme al ridículo, no le importa ser tan burda en su contenido y empecinada en su negación de los hechos: porque está dirigida a personas que no tienen (o se niegan a tener) contacto con los hechos. Así les toca: cultivar una base de ciudadanos habituados a no pensar por cuenta propia, a los cuales resulte fácil mantener en la ignorancia, al margen de la información; o corromperlos directamente. Es lo que necesita el correísmo para prosperar luego de la caída de Carlos Pólit. ¿A quiénes toma el correísmo por imbéciles? A los correístas.
14 millones
Solo de la corrupción institucionalizada pudo obtener Carlos Pólit la fortuna que acaba de demostrar que tiene. Este conocimiento puede ser devastador para el correísmo.
Mejor amigo
Rafael Correa lo llamó “un contralor de lujo, ejemplo de presentes y futuras generaciones”. Cuando controlaba todo el poder del Estado, lo hizo reelegir dos veces.
Santos filho, gran maestro
“Yo supe que Jorge Glas está ahí haciendo caja, pidiendo plata, teniendo mucho, mucho dinero”, dice José Conceição Santos Filho, representante de Odebrecht en Ecuador, al entonces contralor Carlos Pólit. “Los contratistas le dan plata -responde sin demora el otro, incauto, ignorante de que la conversación telefónica está siendo grabada-, ustedes otras veces le han dado, pero cuando estaban ustedes pagando”. Ahora, en cambio, añade con voz paternal y comprensiva, “están con mucho problema internacional”. Y sí, precisamente por eso andaba Santos Filho grabadora en mano, tirando de la lengua a gente como Pólit, obteniendo evidencias para las correspondientes delaciones que le ayudarían a rebajar su pena en el ya inevitable juicio. Si el excontralor aprendió de él, el correísmo está perdido.