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CAYETANA ALVAREZ DE TOLEDO
Diputada del Partido Popular por Madrid en el Congreso de los Diputados de España, historiadora por formación, periodista de oficio y liberal por convicción.ROBERTO AGUILAR/EXPRESO

Cayetana Álvarez: democracia liberal o regresión tribal, no hay alternativa

Entrevista | La diputada española, Cayetana Álvarez de Toledo, habla sobre los retos de la democracia liberal

La verdad con un punto de crudeza: la conferencia magistral que Cayetana Álvarez de Toledo pronunció el jueves 3 de octubre de 2024 ante cerca de 800 empresarios reunidos en el capitalino Teatro Sucre (y que la aplaudieron a rabiar) no fue todo lo complaciente que algunos habrían deseado. Un acto de compromiso con los exigentes principios de la democracia liberal con ocasión del aniversario número 88 de la Cámara de Industrias y Producción.

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- ¿Cómo se reconoce a lo que usted ha llamado “el burro de Troya de la democracia”?

Burro de Troya es el político populista que se disfraza de demócrata para reventar la democracia desde el interior. Llega a través de elecciones legítimas, pero busca la manera de perpetuarse en el poder. Trata a los ciudadanos como niños a los que no se les puede decir la verdad, no vaya a ser que no la comprendan o, peor aún, que la comprendan y no le voten. Infantiliza a los ciudadanos con halagos, mimos y promesas de imposible cumplimiento: es el impúdico culto al pueblo con espurios fines antidemocráticos.

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Cuando no puede gobernar por adhesión, gobierna por odio, es decir, generando suficiente odio de una parte de la sociedad contra la otra. Coloniza una a una las instituciones y va colocando sus peones, sus alfiles en todos los puestos. Convierte los contrapoderes del Estado en cartón piedra. Anula a la oposición democrática en el poder legislativo, colocando afines en la presidencia del Congreso, por ejemplo, o gobernando por decretos. Con el poder judicial suele haber siempre un combate feroz para doblegarlo, y a quienes no se someten los ataca, los acusa o calumnia. Y luego, evidentemente, los medios de comunicación: los públicos pasan a ser órganos de propaganda y los privados, enemigos a los que comprar, si se puede, o bien censurar y silenciar, si se tercia.

- ¿No es la misma sociedad la que se ha infantilizado y por eso elige estos líderes que le dice cómo pensar?

Sin duda. Uno de los grandes dramas contemporáneos es la regresión adolescente de la sociedad. La democracia liberal requiere ciudadanos adultos, con capacidad para cuestionar al poder y sus arrebatos viscerales. Y el populismo fomenta lo contrario. Te dicen: los motivos de tu desgracia son ajenos, son culpa de otros, yo voy a solucionar tus problemas, soy tu papá perpetuo, te voy a proteger y por tanto te quito responsabilidades, pero también te quito libertad.

La conversación pública hoy en día es onomatopéyica, infantil, vulgar, zafia y propia de una taberna o más bien de un patio de colegio. Los políticos lanzan consignas absolutamente elementales a sus adversarios, no se razona ni se argumenta, y la verdad ha desaparecido como valor. Si quitas la verdad de la conversación pública no hay conversación posible. Si todo es puramente opinable, siempre van a estar enfrentadas tu opinión y la mía, mis sentimientos y los tuyos. Y los sentimientos no pactan: los hechos pactan.

- ¿Este proceso es reversible?

Yo soy optimista. Si miramos los últimos 300 años, hay un progreso indiscutible, hoy vivimos efectivamente mucho mejor. Y no por casualidad sino porque hay unas ideas, que nacen con la Ilustración, que hacen posible la convivencia pacífica entre los distintos. De lo que se trata es de asegurarnos que esas ideas, la ciencia, la razón, la verdad, el respeto a la propiedad privada, la igualdad ante la ley, el uso público de la razón, imperen y se mantengan en la conversación pública. Ese es el mayor desafío de nuestro tiempo.

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Muchos nos dejamos llevar por nuestros más básicos instintos: entras en Twitter, insultas al otro, el otro te contesta y acabas deslizándote por la pendiente. Conozco gente brillante destruida por las redes sociales, intelectual y moralmente destruida porque acaba en esa noria, en ese bucle de la polarización y el odio. Hay que hacer el esfuerzo de volver a ser adultos. Eso requiere un ejercicio de contención, un ejercicio intelectual de exploración. Necesitamos políticos que vuelvan a introducir el método científico en su manera de operar y de pensar: atado a los hechos y a los datos y no puramente un desparrame sentimental. Fácil no es, pero sí perfectamente posible. Además, no hay alternativa. La alternativa es volver a la tribu.

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- ¿En qué consiste la batalla cultural sobre la que habla usted constantemente?

Venimos del fondo oscuro de la tribu. En nuestro cableado genético tenemos todavía el miedo al diferente. El viaje de la civilización es precisamente el encuentro con quienes son distintos de nosotros. Y un momento deslumbrante de ese viaje es aquel en que se asienta la idea de que a los seres humanos no se nos va a juzgar por nuestros atributos identitarios sino por nuestras conductas y nuestros hechos. Eso es extraordinario.

Pero ocurre que la colapsada izquierda que salió de abajo de los escombros del muro de Berlín, para sustituir a la idea del obrero como sujeto de la revolución, que ya no cuela, enarbola precisamente la bandera de las identidades: víctimas que tienen que ser desagraviadas frente a la maldita y perversa derecha que las oprime. Y con esa bandera la izquierda se reinventa y empieza su regresión, su deriva reaccionaria hacia lo tribal. Lo que hace falta es dar una batalla cultural para desmontar esa mentira y volver a poner sobre la mesa los valores que hacen posible una convivencia pacífica entre distintos. Porque el tablero está inclinado y las palabras, el uso del idioma, los conceptos, los medios de comunicación, la educación, todo está desnivelado a favor de esa idea de la izquierda.

CAYETANA ALVAREZ DE TOLEDO CIP
Álvarez de Toledo participó en el aniversario de la Cámara de Industrias y Producción.TOMADO DE LA CUENTA DE X DE LA CIP

- La extrema derecha ha salido reforzada de esta deriva reaccionaria de la izquierda. Cuando la izquierda deja de ser tal, ¿dónde queda el centro?

Se ha producido el péndulo identitario. Frente a la disgregación identitaria que produce la izquierda, hay una derecha que impone una fuerza centrípeta también identitaria, un nacionalismo que también aplasta las libertades. Y lo que llamas el centro, yo llamo las ideas liberales, que son el único lugar donde puede haber una convivencia y son el único lugar moral. Hay que insistir en esta idea: que se nos juzgue por nuestras conductas y no por ningún tipo arbitrario de identidad. Yo no acepto que un hombre hable en mi nombre pero tampoco voy a aceptar que una mujer hable en mi nombre por el hecho de ser mujer. Yo no formo parte de un colectivo con Cristina Kirchner, Irene Montero, Daisy Rodríguez y Claudia Sheinbaum. A María Corina Machado, a Patricia Bullrich, me unen muchas cosas pero no por el hecho de ser mujeres. Compartimos como mujeres problemas comunes, desde luego, pero eso no nos convierte en un colectivo identitario granítico que tenga que operar como un bloque

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- Para terminar, Venezuela. A pesar de que el fraude de Maduro ha sido demostrado y documentado, él sigue aferrándose al poder. ¿Cabe pensar en una intervención? ¿Es posible o deseable?

Entre una intervención y el apaciguamiento deplorable que estamos viendo, existe un término medio razonable que es meter máxima presión al régimen, decir la verdad: que esta es una dictadura criminal, que la victoria de las fuerzas democráticas es rotunda e irreversible y que al señor Maduro y su cúpula criminal hay que mandarlos ante el Tribunal Penal Internacional. Esto todavía falta que se diga, increíblemente. Las cúpulas diplomáticas (los ministros europeos, por ejemplo) se dedican a contorsiones retóricas insólitas, como decir que no ganó Maduro pero tampoco Edmundo González. 

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¿Entonces quién ganó? ¿Qué apaciguamiento grotesco es este? Nuestra obligación es presionar a nuestros gobiernos para lograr el reconocimiento de la victoria de Edmundo González y para exigir órdenes de captura inmediata para la cúpula criminal. Eso no es un gobierno, ni siquiera una dictadura, es un cártel. Y esto no lo podemos permitir por cuestiones morales pero también por cuestiones de eficacia. A mí me da auténtica vergüenza la posición de la comunidad internacional. Durante años se exigió a la oposición venezolana una serie de deberes: tenían que unirse, por supuesto usar métodos pacíficos, ganar las elecciones, tener un líder… Todo eso lo han ido haciendo, han cumplido, han protagonizado una de las gestas más heroicas que se recuerden. Y ahora nos ponemos exquisitos y no sabemos si vamos a reconocer todavía o si no lo tenemos claro… Es una vergüenza. Lo que está en juego es que la verdad rija en la vida pública y que el mandato de las urnas sea sagrado. Si aceptamos lo que está ocurriendo, sentaremos un precedente diabólico que funcionará en cualquier otra democracia.

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