Al ceibo más longevo del país lo cuidan duendes y demonios
En Yaku Warmi, el árbol es considerado sagrado y se lo conserva como a un gran tesoro. Está dentro del territorio del Parque Nacional Yasuní
Parece un padre, de esos demasiados protectores. Se encuentra en medio de las 20 mil hectáreas de bosque primario del Centro Turístico Yaku Warmi. Sus grandes raíces parecen brazos gigantes que invitan a cobijarse bajo su sombra. Es el ceibo más longevo que se encuentra en esta parte del territorio ecuatoriano.
Yaku Warmi pertenece a la comunidad Martinica, parroquia Yasuní, del cantón Aguarico. Para llegar a este sitio, donde sus habitantes prefieren salvar a la naturaleza que explotar el petróleo, se lo hace vía marítima tras ocho horas en bote desde el puerto de El Coca.
Este ceibo es añoso y gigante. Sus habitantes aseguran que tiene alrededor de 400 años y mide unos 20 metros, aproximadamente. Su copa se pierde entre otros árboles que cubren la espesa vegetación, pero sus raíces parecen las estructuras de un gran edificio plantado en cualquier ciudad.
El ceibo que ha sobrevivido a generaciones en uno de los pulmones más importantes del planeta que es el Yasuní, también se ha convertido en el personaje principal de historias y leyendas que han tejido los descendientes kichwas, quienes son los protectores de este espacio natural. Augusto Coquinche, guía de turismo, es uno de los reproductores de la leyenda más contada sobre el misterio que rodea al ceibo más antiguo.
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Leer másMientras los turistas recorren el sendero, dentro de las 5.300 hectáreas de la zona de amortiguamiento, relata que la selva tiene sus demonios, así como sus ángeles; o los espíritus malos y buenos. En el trayecto del recorrido se detiene ante unas raíces gigantes, que para nadie pasa inadvertidas. Augusto de inmediato revela que se trata del ceibo más longevo en la Amazonía y del país. Su vida data de 400 años.
Al tiempo que los turistas abrazan al ceibo va contando la historia que su larga vida se debe a que está protegido por duendes y demonios.
Pues, hace muchos años el ceibo cobró vida y se enamoró de la esposa de un nativo que estaba embarazada. Como el árbol quería ser padre se obsesionó con la hermosa indígena y esperó muy paciente hasta que el marido se fue largos días de cacería por la selva. El ceibo, que ya estaba poseído por el diablo, se transformó en el cuerpo del esposo y acudió a la casa de la mujer. Mientras la poseía sexualmente, sus raíces fueron introduciéndose en el cuerpo de la nativa hasta que la mató, de ella extrajo al bebé y se lo llevó.
Cuando el marido llegó a su choza encontró a la mujer muerta y con su vientre abierto. El marido siguió el rastro de la sangre que estaba regada en medio de la montaña y terminó en las raíces del ceibo. Fue entonces que el viudo buscó a los grandes chamanes de ese entonces quienes con caucho, ají, ajo, jengibre y hojas de ayahuasca comenzaron a frotar humo por todas las raíces para limpiar de las malas energías y liberar de los duendes y demonios al gran árbol.
Luis Yumbo, otro guía, asegura que mientras los chamanes rezaban y quemaban las hojas sagradas, los diablos y duendes salían despavoridos y afuera del ceibo estaban los indígenas que mataban a todo al que veían. Después de varias horas de ritual y matanza salió el mayor de los diablos, como pensaban que era el último se concentraron en darle muerte y se les escapó una mujer embarazada que se escondió entre la selva. Cuando terminó el ritual de limpieza, la mujer regresó e ingresó a las raíces del ceibo para habitar nuevamente en él. Yumbo aseguró que como la mujer estaba fertilizada, parió a los demonios dentro del árbol y que ahora son quienes lo protegen.
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Para los habitantes de Martinica esta historia es real, porque incluso han sentido manifestaciones sobrenaturales.
Fernando Alvarado, promotor turístico, expresó que hace varios años escucharon la voz de una persona que llamaba a su hermano, pero un chamán les recomendó que no respondan porque era el espíritu del ceibo que andaba rondando para llevarse un alma.
De igual manera, Augusto Coquinche recomienda siempre andar en silencio y con reverencia a la madre selva, porque los espíritus malignos que rondan al ceibo les disgusta los ruidos. Al ceibo longevo le gusta que lo veneren, pero sin interrumpir su tranquilidad y al que lo hace se le lleva su paz.