La cestería de San Joaquín lucha para no desaparecer

En la angosta vía de la comunidad de San José de Barabón y a riberas del río Yanuncay, 15 familias son las conservan el oficio tradicional de la cestería, con la utilización de la duda como principal materia prima.

Saida Guamán es una de las artesanas que se niega a dejar morir su oficio. Ella aprendió de su madre a quien observaba, desde muy pequeña, la destreza con la que sus manos daban forma a las canastas y otros accesorios.

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Ella transformó el patio de su casa en su taller. En ese lugar cada mañana se sienta en una pequeña silla de madera y con la duda esparcida por el suelo escoge la hebra adecuada para que su creación tome forma.

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Antes de esto, el primer paso es preparar la duda para que quede flexible y pueda tejerse. Las ramas son gruesas y firmes, por lo que previamente se las divide en ramas más finas utilizando un cuchillo, se las remoja y se las deja secar al sol. Finalmente, se las vuelve a dividir hasta que queden con el espesor necesario para que sea fácil de manejar y entrelazar el tejido. Guamán reseña que este proceso le toma aproximadamente una semana y que recién ahí está lista la materia prima para utilizarla.

Mientras sus hábiles manos entrelazan el tejido para dar forma a una canasta, recuerda que de niña acompañaba a su madre a vender sus artesanías en el mercado de Cuenca.

La mayoría eran demandadas por las mujeres que vendían en el mercado las hortalizas. Hoy ella y las demas familias tratan de poder conservar esta tradción. 

Saida Guamán teme que el oficio desaparezca por la falta de interés de las nuevas generaciones y “porque cada vez es más difícil conseguir la duda” que viene de los páramos de Pindilig, en Cañar o Molleturo, en Azuay.

 Ella tiene dos hijos universitarios y aunque aprendieron algunas técnicas del oficio, no se dedican a perfeccionar sus conocimientos. Entre los artículos que se tejen están: cestos, tazas para cernir granos, canastos, pañaleras, planchadores, cunas benjamines, ollas y campanas.

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