El valor de una China global

En el curso de casi 40 años de reforma económica, China ha cosechado frutos extraordinarios a partir de su apertura al mundo. La integración a la economía global -aunque un elemento secundario del histórico giro más amplio del país hacia el mecanismo de mercado- ha permitido que millones de sus ciudadanos salieran de la pobreza, transformando al mismo tiempo a China en la economía más grande del mundo en términos de paridad de poder adquisitivo.

El potencial de semejante compromiso no se va a agotar por ahora, según nuestra investigación. La relativa exposición de China al resto del mundo -en términos de comercio, tecnología y capital- alcanzó un pico en 2007, y ha venido declinando desde entonces, produciendo una caída general de 2000 a 2017. Esto refleja en parte el creciente énfasis de la economía en el consumo interno tendencia que se aceleró luego de que la crisis financiera global redujera marcadamente la demanda extranjera de exportaciones de China.

La exposición del resto del mundo a China aumentó, destacando la creciente importancia del país como mercado, abastecedor y proveedor de capital. Esta divergencia probablemente refleje la dinámica desequilibrada que alimenta las tensiones comerciales con Estados Unidos. La simple escala del impacto de China también puede ser un factor. Los vínculos económicos más estrechos con el mundo han alimentado el crecimiento de China, en tanto el país aprendió buenas prácticas de los jugadores globales y ofreció productos competitivos en términos de costos. Pero también ha habido pérdidas, principalmente de empleos industriales tanto en China como en las economías avanzadas.

Con menos predicciones que posibilidades, nuestra simulación ofrece una perspectiva sobre las implicancias de las opciones para China y el mundo en cinco áreas clave: crecimiento como destino de importación; liberalización de los servicios; globalización de los mercados financieros; colaboración en bienes públicos globales y lujos de tecnología e innovación.

s importante observar que estas opciones no se refieren exclusivamente a China; el mundo también tiene decisiones por tomar. Por ejemplo, al trabajar juntos para reformar el sistema de comercio global de maneras que fortalezcan la resolución de disputas e impulsen la inclusión, los países pueden garantizar que los beneficios de un mayor comercio chino (y otros) se compartan ampliamente. Es más, si China toma medidas para globalizar aún más su sector financiero, el resto del mundo debe abrirse a la inversión china. Y, por supuesto, todos los países deberían desempeñar un rol en el suministro de bienes públicos globales.

En cuanto al cambio climático, en particular, deben comprometerse a alcanzar hitos específicos en línea con sus capacidades y contribuciones al problema. Finalmente, los países deben asegurar que sus políticas comerciales y de inversión conduzcan a una transferencia continua de tecnología y conocimiento.

Todavía hay mucho por ganar con la integración continua de China al sistema global. El interrogante es si los líderes mundiales harán lo que hay que hacer para generar ese resultado. Todas las partes hoy deberían tomar aliento e intentar descifrar dónde y cómo favorecer aún más la integración, y cómo lidiar con los aspectos más complejos y contenciosos de ese desafío.

“Si China toma medidas para globalizar aún más su sector financiero, el resto del mundo debe abrirse a la inversión china. Y por supuesto, todos los países deberían desempeñar un rol en el suministro de bienes públicos globales”.

Perfil

Jonathan Woetzel y Jeongmin Seong. Woetzel: socio sénior de McKinsey, director de McKinsey Global Institute. Seong: miembro sénior de McKinsey Global Institute en Shanghái.