Bajo Chiquito, un refugio de migrantes
Al menos 1.000 migrantes llegan a diario hasta la comunidad indígena. Sus visitantes utilizan el sitio como descanso para seguir la travesía
La falta de dinero, la complicada navegabilidad del río Chucunaque o simplemente el miedo de seguir el camino, hacen que la comunidad de Bajo Chiquito, se convierta prácticamente en una parada obligatoria para los migrantes que buscan salir completamente de la selva del Darién.
Sus angostas calles están llenas de pies descalzos, el aroma a ropa mojada está impregnado en cada sitio, los llantos se pueden escuchar en cada esquina y la pobreza se puede divisar incluso a la distancia. Un equipo periodístico de EXPRESO llegó hasta el sitio y pudo constatar lo que se vive en el sitio.
Luego de que los migrantes hayan sobrevivido a lo más complejo, la espesa y complicada selva del Darién, tendrán la oportunidad de tomarse un pequeño respiro en Bajo Chiquito, el primer poblado oficial donde hay una base del Servicio Nacional de Fronteras (Senafront), por lo que se podría decir que es seguro permanecer, al menos, durante unos días.
Me robaron en la selva todo lo que tenía, ahora debo quedarme aquí para trabajar en lo que haya, hacer dinero y luego poder continuar mi camino a Estados Unidos.
Bajo Chiquito es una pequeña comunidad indígena civilizada de unos 500 habitantes aproximadamente, ubicada prácticamente en la salida de la selva. Las personas que utilizaron la ruta que arranca en Necoclí y finaliza en Lajas Blanca, deberán pasar por Bajo Chiquito, un pueblo que, con el pasar de los años, se ha convertido en tierra de migrantes y donde sus comuneros autóctonos, prácticamente, viven de los visitantes.
Desde la zona de Come Gallina son siete horas hasta el Centro de Recepción Migratoria Lajas Blancas, por lo que muchos no alcanzan a realizar todo el viaje debido a las crecidas del agua o la hora de navegación. Por lo que muchos optan por hacer ‘una pausa’ en Bajo Chiquito.
Aquí los migrantes pasan una o varias noches. Encuentran de todo y a algunos hasta se les da trabajo. Somos una comunidad civilizada que vivimos de ellos.
“Salimos a las 15:00 y llegamos aquí a las 18:00, si seguíamos navegando llegaríamos a las 22:00 a Lajas Blancas, pero a esa hora es prácticamente imposible navegar, por lo que junto con mi familia, decidimos parar en Bajo Chiquito y mañana continuar con la travesía”, confesó un viajero venezolano, quien esperaba quedarse solo a dormir una noche para después buscar llegar hasta el primer centro de refugio.
Para otros, Bajo Chiquito se convierte en un peaje casi obligatorio, debido a la falta de recursos de los migrantes. “No tenía más dinero, me robaron todo en la selva y rogué que al menos me dejen aquí. No quería quedarme en medio de la nada corriendo el riesgo que me secuestren”, comentó Roger, un venezolano que contó a EXPRESO que una banda criminal se le llevó todo el dinero en efectivo, sus papeles y todas sus pertenencias, y por el buen corazón de un pirahuero llegó hasta esa comunidad, pero no sabe cómo saldrá de ahí.
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Leer másLa historia de Roger se replica en cada esquina de la comunidad. Personas que entre lágrimas relataban que lo único que tienen es lo que cargan puesto y no saben cómo podrán hacer para seguir su camino.
Por otro lado, también hay historias como la de Ricardo, quien relata que planeaba quedarse solo una noche, pero ya lleva cuatro días y cree que la estadía podría extenderse. “Yo soy barbero y aquí encontré un sitio para trabajar. Estoy cortando cabello y haciendo un poco de dinero. Algunos me dan comida y otros me pagan en efectivo”, contaba, mientras le hacía un corte de cabello a Ozuna, un comunero que era muy conocido en el sector con ese sobrenombre.
Los migrantes que tienen corta o larga estadía en este particular poblado, no se quejan de los anfitriones. “Son amables, tratan de ayudar, te dan trabajos y algunos hasta te dan comida. Todo muy diferente a lo que te encuentras en la selva”, comentaba Emilio González, un migrante colombiano que ya completó el dinero para continuar su travesía y llegar hasta los Estados Unidos.
POBLACIÓN
Según los registros locales, son 500 personas que residen en Bajo Chiquito, sin embargo, esta cantidad se puede triplicar momentáneamente por los migrantes visitantes.
La necesidad de los migrantes aumenta los negocios
Desde alquiler de llamadas, de la red wifi, ropa y venta de todo tipo de elementos, se puede encontrar en el poblado de Bajo Chiquito, todo promocionado por los comuneros y consumido por los migrantes que llegan recién salidos de la espesa selva del Darién.
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Leer más“En Bajo Chiquito nadie se muere de hambre, todos trabajamos”, decía entre risas, Lola Cheneca, una nativa del lugar que es propietaria de una pequeña tienda de abastos en el sitio.
Bastan unos 45 minutos para recorrer toda la zona y percatarse que la necesidad de los migrantes aumenta la creatividad de los moradores que, por ejemplo, alquilan llamadas internacionales o wifi durante unos minutos. “Las llamadas valen $ 1, pero máximo 3 minutos y el wifi también un dólar durante 10 minutos”, decía Jacinto, otro comunero que también se dedica a la venta de comida por las noches, donde asegura puede ganarse hasta $ 50 en un día.
Otro de los comercios que más se repiten en el sector es la venta y hasta alquiler de ropa. Los precios hay desde muy módicos hasta costosos. Por ejemplo, una camiseta o pantalonetas se pueden conseguir desde $ 5 hasta en 20. Mientras que el alquiler es de $ 1 la prenda, pero la condición es alquilar también un cuarto que van desde $ 3 hasta $ 10, dependiendo de la privacidad que se requiera. Sin embargo, si el presupuesto es menor, hay carpas donde se paga $ 1 por persona la noche.
Por otra parte, también están los que, sin cobrar, prestan los portales de sus casas para que los migrantes puedan acampar. “Esta gente está necesitada, también podemos ayudar. Yo aquí, en los que puedo confiar, los dejo dormir una noche con sus carpas y luego que se vayan. Hay que tratar de obrar bien siempre”, comentaba un nativo de la zona.