Choez, el apellido de la pelota de indor-futbol en Guayaquil
Los Chóez fabricaron en su momento los famosos balones de enmallado del bleri, una especie de vejiga de látex al que se introducía en una bolsa elaborada en cuero cocido y con las que se jugaba el fútbol profesional.
Nunca fue bueno. Tanto así que cuando se trataba de ser parte de alguna lista, siempre se lo incluyó porque con él estaba asegurado el balón. Es por eso que Luis Chóez Obando prefiere no hablar de la época en la que soñaba -como cualquier niño- con llegar a ser una estrella de fútbol. De lo que sí habla es de con cuántos hexágonos y pentágonos se arma una pelota de índor-fútbol.
En eso se ha vuelto un especialista y su destreza confeccionando este tipo de balones le permitió mantener, una generación más, el oficio con el que la familia Chóez impuso una tradición en la ciudad.
“Mi padre, Luis Chóez López, le colocaba un sello que lo distinguía del resto de fabricantes, que en esa época, eran muchos: Súper Balones Chóez”.
Cuándo él ingresó al negocio -a los 14 años cosió su primer balón- eran reconocidas tiendas como Casa Soria, Spencer, El Prado, Segura Deportes, Deportiva Olímpica, Deportes Guayas, Espín, entre otras. A estos negocios los Chóez le entregaban sus productos.
Se fabricaban hasta 6 a 7 docenas de pelotas a la semana. Actualmente, hace hasta dos por día en su taller de las calles Aguirre 1724 y José Mascote.
Eran otras épocas. Aún en las calles céntricas de la ciudad las galladas cerraban las vías y se armaban los equipos.
Una costumbre que en ese sector desapareció con el paso del tiempo, dice este artesano, porque los negocios llegaron a ocupar las casas familiares, desarraigando con ello las antiguas galladas. Una costumbre que se trasladó a los barrios suburbanos.
“Para el negocio, las mejores ventas se daban en el verano. Como las lluvias del invierno llenaban las calles de pozas, pocos jugaban en esos. Para nosotros, el invierno era de vacas flacas”.
En la temporada seca resurgían los partidos callejeros. También se festejan en estos días las fechas cívicas como el 25 de julio y el 9 de octubre. Con la celebración de las fiestas patronales se organizaban campeonatos de índor, por lo que las casas deportivas se proveían de balones con tiempo.
Hasta los balones eran diferentes. Luis Chóez recuerda que en esos días, los balones eran elaborados con otros formatos. Si actualmente se los arma con 32. Inicialmente, cuando en la infancia su padre le regalaba una de las pelotas recién salida del taller, estas tenían apenas seis parches.
“Luego se fabricaron con 18 y hasta 24. Ahora, con 20 hexágonos y 12 pentágonos, el trabajo es más tedioso. Hay que ir cosiendo uno por uno, hasta armar el balón”.
Era la época en los que los parches se fabricaban de cuero legítimo. Actualmente es con material sintético.
En la época de su padre, los Chóez tenían hasta siete talleres en la ciudad. “Además de mi padre, mis tíos también tenían su taller. Hoy, de esos no queda nadie”.
Luis reconoce que él es el último de los Chóez que fabrica balones. Tiene dos hijos, pero ninguno está vinculado con esta actividad. “Un buen día los muchachos de la calle dejarán de correr detrás de un balón Chóez. Quizá ni se han de dar cuenta”.
Días del bleri
Los Chóez fabricaron en su momento los famosos balones de enmallado del bleri, una especie de vejiga de látex al que se introducía en una bolsa elaborada en cuero cocido y con las que se jugaba el fútbol profesional.
En las calles
Los balones de índor han perdido espacio con la moda del fútbol de salón y las canchas de césped sintético. Sin embargo, aún hay quienes van en busca de los balones hechos de cuero y rellenos de espuma de zapatos.