Una clínica que cura la tierra y llena de esperanza el bosque
Activistas se dedican a reconstruir los suelos para nuevos cultivos en zonas amazónicas afectadas. Crean ruta de islas verdes
En el año 2000 se puso en acción el Plan Colombia, una estrategia de ese país vecino contra el narcotráfico, que tenía entre sus acciones eliminar con fumigaciones reiterativas, desde el aire, enormes sembríos de cultivos ilícitos.
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Leer másParte de esos sembríos colindaban con bosques de la provincia de Sucumbíos, y además de los efectos de las fumigaciones, por las guerrillas que custodiaban esas plantaciones, hubo enfrentamientos, paramilitarización y violencia en la zona.
Para entonces, Adolfo Maldonado, un médico español que había llegado a Ecuador persiguiendo su vocación de atender pacientes desde el mismo contexto de las enfermedades y no detrás de un escritorio de consultorio, trabajaba para una organización que hacía el seguimiento de cómo esas fumigaciones afectaban a las poblaciones amazónicas. “Había afectaciones respiratorias y a nivel de piel para las comunidades, también a sus cultivos y a sus animales”.
En medio de sus investigaciones, a él y a sus colegas hubo algo que les llamó mucho la atención: lo rápido que se agudizaba la desnutrición entre los niños amazónicos. Lo que se debía, explica, a grandes pérdidas de cultivos de donde provenía la alimentación de las comunidades, por el daño de los suelos con los químicos que caían desde el aire.
Cuando por ello, el trabajo lo focalizaron en los niños, surgió algo aún más extraño. “En las visitas encontramos que muchos ya no hablaban y no jugaban. Con la ayuda de psicólogos, les hicimos dibujar y la mayoría de los dibujos eran en blanco y negro. Los niños habían perdido el color de sus dibujos. Esto era por el impacto que vivían en una frontera donde el horror era parte de la cotidianidad”, explica.
A raíz de ello, los expertos se dieron cuenta de que se necesitaba un equipo multidisciplinario con psicólogos, artistas, sociólogos, biólogos, entre otros, para trabajar desde un ámbito socioambiental en las comunidades: sembríos saludables, salud íntegra, población segura y, sobre todo, recuperar el color de los dibujos de los niños. Fue así que nació en el año 2007 la Clínica Ambiental, un proyecto que inició con la entrega de cuentos en las escuelas, campañas médicas y hasta un festival de cine. Una idea que surgió en medio de una conversación en un taxi y que ya ha beneficiado a más de 15.000 habitantes amazónicos.
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Leer más“Una idea de un pequeño grupo de ‘locos’ que nos contagió al resto”, cuenta entre risas María Pantoja, presidenta de la corporación Clínica Ambiental y quien más tarde integró la agrupación, que ahora tiene vida jurídica.
La iniciativa después abrazó el concepto de que la salud comienza en el suelo y, por ello, los profesionales iniciaron talleres de permacultura con expertos en cultivos, para recuperar los suelos que se habían deteriorado por las fumigaciones; sembrar buenos alimentos en ellos y así ayudar a que las comunidades comieran sano y las enfermedades disminuyeran.
Luego la clínica se extendió para ayudar a solventar los problemas socioambientales en zonas petroleras y en zonas donde había un alto uso de pesticidas y de suicidios. “En 2017 hicimos una investigación en Sucumbíos y Orellana, y encontramos que en las zonas petroleras había muchas personas con cáncer. No eran solo 15, como decía el Ministerio de Salud. Al día de hoy contamos 531 afectados”, dice Maldonado.
Fue así que más voluntarios se fueron sumando al proyecto, con más brigadas médicas y coordinaciones con instituciones médicas y así la clínica fue creciendo hasta contar con más de 17 personas fijas y otros colaboradores. En la actualidad, la clínica busca que el Ministerio de Salud reconozca los datos que ha levantado en cuanto a la cantidad de afectados por cáncer y que apoye su tratamiento. El trabajo en las comunidades amazónicas continúa desde la salud física y mental, desde los cultivos, ferias de semillas y hasta el turismo. Para esto último, la clínica traza ferias de semillas donde se incentiva a las comunidades a sembrar plantas y frutos que sus antepasados incluían en sus dietas.
Uno de sus más recientes proyectos se llama ‘La Ruta Amazónica de la Esperanza’. Conformada por diversas islas de bosques en diferentes comunidades y provincias de la Amazonía y de la Sierra, donde los dueños, quienes son miembros de la clínica, han puesto en acción la agroecología y la permacultura. “Le llamamos islas porque están en medio de una tierra contaminada por los químicos, sin nada, lo que ha hecho que la gente de los alrededores de esas fincas, empiece a dejar de usar químicos”, explica Pantoja.
Y es que las más de 10 islas son faros verdes que abren la esperanza de que ese suelo se puede recuperar y aprovechar para la salud y la alimentación de los pueblos amazónicos, pese a las fumigaciones. Pantoja, además, menciona que los activistas han creado un pasaporte amazónico, que se trata de un sello que entregan a los visitantes por cada una de estas islas que visitan y que les certifica que recorrieron las fincas, consumieron productos de ellas y se llevaron la historia del lugar para poder replicarla en sus tierras y huertos.
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