Cojitambo y su relación íntima con la Guacamaya que tiene rostro de mujer
El cerro fue considerado tanto para los cañaris como para los incas un gran tótem de adoración
La tradición oral narra sobre un gran diluvio que inundó la tierra cañari y de la proeza de una guacamaya con rostro de mujer que mantuvo con vida a los dos únicos sobrevivientes.
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Leer másDiego Arteaga, investigador e historiador, explica que en los textos escritos por los cronistas en los siglos XV y XVI relatan que dos hermanos sobrevivieron a la inundación porque lograron subir a lo alto del cerro, que hoy en día se piensa fue el Cojitambo, y que una vez que bajó la creciente ellos descendían a diario para buscar alimentos.
Nunca tenían éxito, pero siempre encontraban en su refugio chicha y alimentos. Intrigados por las raciones de comida, un día se escondieron para descubrir quién les proveía. Al final se trataba de una gran guacamaya con bello rostro de mujer.
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Con el paso del tiempo, el menor de los hermanos logró atrapar a la bella ave y se casó con ella y de ellos salió la descendencia cañari. Esta leyenda deja claro el rol de esta ave mítica como madre y protectora del pueblo cañari y esto aún se mantiene y va más allá.
Arteaga, en una de sus investigaciones sobre los vestigios de las culturas aborígenes y publicada en el texto ‘Azogues, bicentenario de su Independencia’, sostiene que la guacamaya cuida de lo que hoy es la capital de la provincia cañari hasta la actualidad desde lo alto del cerro Cojitambo, un lugar considerado de importancia religiosa y social tanto en la época cañari como inca.
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Leer másEl nombre de este cerro incluso está relacionado con el nombre de uno de los hermanos cañaris llamado Cusitayo y los documentos del siglo XVI de Cuenca relatan del Cusitambo que significa ‘Tambo de Cusi’, entendido como ‘casa de Cusi’.
También hay un registro histórico de 1582 en el que se sostiene que Pachacútec fue el primero que llegó a las tierras de lo que hoy es Azogues y que era conocido como Cusiyupangui.
Y guardando muy bien el secreto de su origen entre los muros que aún permanecen en pie, desde lo lejos se puede divisar la imagen de un ave cuyo rostro sobresale imponente de uno de los lados del cerro.
El investigador explica que, debido a su forma, todo el cerro fue considerado tanto para los cañaris como para los incas un gran tótem de adoración. Otros hallazgos en la zona es el arte rupestre que permanece grabado en las grandes rocas que a su vez dan forma a las alas de la guacamaya.
Entre las figuras que se identifican a simple vista es un rostro muy similar al inca de Ingapirca, hay otras menos evidentes pero que se asemejan a formas animales y humanas.
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