Un complejo se ha convertido en un refugio de inmigrantes
Centenares de personas pernoctan en los bajos del intercambiador del norte. Las canchas son usadas como dormitorios. Al sitio llegan hasta familias.
De un espacio deportivo y recreativo a un refugio improvisado de inmigrantes. En eso se ha transformado la parte baja del intercambiador de tránsito que conecta a la Avenida de las Américas con la autopista Narcisa de Jesús Martillo Morán.
Las 9 canchas (4 de fútbol, 3 de voleibol y 2 de básquet) y las rampas de patinaje no son usadas para lo que fueron construidas a finales del 2012.
Centenares de personas, entre venezolanos, colombianos e indigentes locales, las han acondicionado en dormitorios y en un sitio de reunión. Lo mismo sucede con las áreas de esparcimiento y administrativas.
Además, los visitantes se turnan para ocupar las 2 duchas y 8 servicios higiénicos con que cuenta el complejo deportivo, que se perfilaba como uno de los más grandes de su tipo.
La puerta de la zona de parqueo de las instalaciones permanece abierta las 24 horas. Pero acceder no es fácil, al menos para ‘los extraños’, como definen los extranjeros a los ciudadanos comunes que llegan para usar las canchas o recorrer el sector.
En las noches es más complicado ingresar para ‘los extraños’. Bien vistos solo son quienes llegan con alimentos y vituallas, en su mayoría representantes de organizaciones religiosas y de migrantes.
Al menos ayer, no se observó personal municipal, solo unos obreros que ofrecen mantenimiento a las áreas verdes.
Mientras en los exteriores, pasajeros del transporte urbano y de la Metrovía esperan las unidades en medio del temor de ser asaltados. “No soy xenófobo, pero basta observar a grupos de extraños para estar alerta”, aclaró Freddy Torres, mientras esperaba el bus que lo lleve a Mucho Lote 2.
La presencia de un equipo de Diario EXPRESO alertó a una parte de los refugiados, que exigió no ser fotografiado. Argumentaron que cada vez que salen en los noticieros son desalojados por la Policía Nacional o Metropolitana.
Al frente salió Raúl (omitió su apellido), quien aseguró que “alguien del Municipio” le pidió que controlara el lugar. El joven, que por su acento delataba que es ecuatoriano, logró calmar a los demás.
Calculó que en el sitio hay alrededor de 300 extranjeros, incluidos menores de edad. “La cifra no baja porque unos llegan y otros se van. Aquello ocurre con frecuencia en las noches”, comentó.
A criterio de Raúl, los inmigrantes ven al complejo deportivo como el primer sitio para pernoctar, pues a 300 metros está la terminal terrestre de Guayaquil. Hasta los andenes del edificio arriban los buses interprovinciales provenientes del norte del país; así como las unidades que tienen en su itinerario a ciudades de Colombia y Venezuela.
La recolección de los desperdicios y el respeto de los espacios de cada persona son los argumentos del líder para asegurar que ha logrado poner orden en el complejo deportivo.
Pero lo que no ha podido controlar es la presencia de drogadictos, que por lo regular frecuentan en las noches. “Lamentablemente, por unos pocos pagan todos”, expresó, tras afirmar que la mayoría de las personas son tranquilas.
Santiago Monteverde es uno de los pocos venezolanos que se atreven a dialogar con EXPRESO. Lo hace mientras arrulla en sus brazos a Yolfri Santiago, su hijo de un mes de nacido que procreó con su compatriota, Yosveli Quinteros.
La pareja sudamericana llegó hace tres meses y se gana la vida vendiendo caramelos en los semáforos aledaños a la avenida de las Américas “o donde no hay competencia”.
“A pesar de que mi hijo nació en Ecuador no recibimos la ayuda como tal. No queremos que nos regalen nada, queremos trabajar y no ser mal vistos, porque no somos delincuentes”, manifestó Yosveli, quien anhela ahorrar algo de dinero para enviar a sus dos hijos menores que dejó en su país en manos de unos parientes.
Un joven que dijo ser colombiano pidió al Municipio que elabore un plan “para no seguir mendigando”.
Abel Pesantes, director de Áreas Verdes, aseguró que la semana pasada iniciaron el mantenimiento integral del complejo deportivo, el segundo en menos de un año. La tarea consiste en la reposición de elementos sustraídos, arreglo de mallas y pintada.
Indicó que por tratarse de espacios públicos no pueden permanecer cerrados. “Y en el caso de que coloquemos candados a los pocos días son destruidos por los inmigrantes para apoderarse del sitio”.
La preocupación del funcionario es que ahora llegan hasta familias, lo que dificulta una intervención. “Por lo pronto se buscan mecanismos para evitar que sigan ocupando estos espacios”, informó.