Comuneros de Jambelí tejen sus propias redes

Comuneros de Jambeli tejen sus propias redes

Reparar daños en las mallas requiere de mucha concentración y habilidad. Temen que la actividad artesanal desaparezca.

Remiendo. Reparar una avería sobre una malla de 300 metros de longitud no es una tarea sencilla. Manuel Castro lleva más de 15 años en la actividad, teje redes de distintos tamaños.

Cae la tarde en el muelle de la isla Costa Rica, en el Archipiélago de Jambelí, provincia de El Oro, y Manuel Castro recorre la orilla mientras teje las redes de pesca.

Ha pasado el día reparando una red que quedó casi inservible por un tronco que se le atascó a un comunero. Manuel es uno de los pocos especialistas en tejer las artes pesqueras que quedan, no solo en el archipiélago, sino en la parroquia urbana Puerto Bolívar.

Hace 15 años dejó de ir a su faena diaria en alta mar para dedicarse exclusivamente a tejer el material que usan los pescadores artesanales. Esta es una tradición ancestral que solo los marineros más veteranos conocen y que corre el riesgo de desaparecer.

Castro, de 53 años, recuerda que a los 13, apenas culminaba la primaria, sus padres lo llevaron a pescar, desde entonces es un conocedor del mar. Pero a los 38 años dejó esa actividad para dedicarse a otra relacionada, tejer artes de pesca.

Asegura que a muy corta edad aprendió a remendar las atarrayas para ayudar a su padre en su natal Manta (Manabí), pero fue en Puerto Bolívar donde aprendió a trenzar la red para pesca artesanal. “Desde muy chico, como a eso de los 14 años, me enseñaron unos amigos a remendar las atarrayas, ya que mi papá no sabía tejer. Todos los días cuando llegaba de la pesca me ponía a remendársela”, rememora.

Castro comenta que luego de tantos años de esta actividad es un placer tejer un material de pesca, aunque también se ha convertido en su fuente de ingresos.

Sus manos son hábiles y ‘vuelan’ mientras tiene entre ellas una aguja de plástico con piola nailon, lo que demuestra sus años de experiencia en esta tarea. “Ahora trallar (tejer) una red me resulta fácil”, explica. Como él, existen al menos 13 personas que se dedican a esa actividad en Puerto Bolívar y el archipiélago. Teme que la actividad se pierda, pues ha venido de generación en generación.

Sin embargo, en la mayoría de los casos son los propios pescadores quienes prefieren hilar sus mallas. “Así sea que nos demoremos un poco más”, indica el pescador Marco Cruz, quien utiliza una navaja, aguja e hilo para remendar las incontables piezas que conforman una red de pesca.

Actualmente, ellos han asumido la ardua tarea de reparar diariamente una de sus principales herramientas de trabajo. “Hoy ya solo sabe remendar una red quien tiene bote, porque no le queda más remedio si quiere ahorrar gastos, y los que ya se han jubilado también; ellos siempre echan una mano”, explica Cruz.

Estas redes de nailon son aptas para atrapar a los langostinos más grandes en alta mar. Los tejedores trabajan amarrando los cabos de nailon de 50 metros y de un cuarto de diámetro entre los dos postes que existen en la barriada. Por lo general en Puerto Bolívar el material de pesca que tejen los artesanales son: la red de 2 pulgadas, que sirve para capturar el camarón y pescado pequeño, la de 4 y 8 pulgadas para pescar corvina.

Cada seis meses o cada año cambian de arte de pesca, dependiendo la temporada; por ejemplo entre los meses de enero y junio los pescadores saben que es temporada del camarón, mientras que desde julio a diciembre cambia el tipo de malla para capturar pescado.

Comercialización

En El Oro los pescadores prefieren especies como la cachema o corvina, el ‘rayado’ o el ‘chino’, estas dos últimas son muy apetecidas por los cuencanos, explica Danilo De la Cruz, dueño de un muelle en el puerto orense. En mar abierto, la faena es dura; para traer los mariscos al puerto deben sortear grandes olas, mala señal de teléfonos móviles y peligrosos ‘piratas’ (asaltantes de mar), acotó el pescador. En Puerto Bolívar cada pescador puede ganar de $ 10 hasta $ 100 diarios.