La conciencia de un conservador

En un discurso reciente que concitó mucha atención en Estados Unidos y el resto del mundo, el senador estadounidense Jeff Flake, un republicano de Arizona, anunció que no se presentará a la reelección. Para dar por buena la defensa que hizo Flake de su decisión, hay que creer que el deber máximo de un senador estadounidense es hablarle claro al poder, denunciar la “conducta imprudente, escandalosa e indigna” del presidente, que “debilita nuestra democracia”, y después renunciar. Al parecer, muchos medios importantes lo creyeron, y colmaron de elogios la apasionada jeremiada de Flake. Según un analista político de CNN, fue “el discurso político más importante de 2017, y uno de los más potentes del Senado en tiempos modernos”. The New York Times y The Washington Post dieron al discurso un lugar destacado en portada. Pero si le creemos a Flake cuando dice que actúa por principios, debemos preguntarnos: ¿qué principios? Si es verdad que la democracia misma está en peligro y hay que defenderla, entonces ¿por qué tiró la toalla? Flake señala que las palabras y acciones del presidente Trump se pasan de la raya todo el tiempo y son una mancha para la presidencia. Pero las groserías de Trump ya son suficientemente conocidas. Añade que no seguirá siendo “cómplice o silente”. Pero entonces, ¿por qué se demoró tanto? Todo estadounidense tiene el derecho (en realidad, el deber) de denunciar amenazas a su país. Pero un senador no es un ciudadano cualquiera. Flake es uno de cien miembros del órgano legislativo máximo de EE. UU. Comparte con sus colegas el poder de votar sí o no por las propuestas del presidente. Puede redactar y ayudar a definir leyes que en su opinión sean de interés público. Y si la Cámara de Representantes de los EE. UU. pidiese el juicio político de Trump, Flake sería uno de cien jueces encargados de decidir. Es comprensible que Flake haga sonar la alarma, pero que anuncie su renuncia no tiene sentido, porque como senador tiene un poder que le es propio para actuar, además de hablar. Debería quedarse en vez de huir. Pero la razón verdadera por la que Flake eligió huir está oculta a la vista de todos. Las encuestas muestran que conseguir la reelección en 2018 se le iba a hacer difícil. Tras haber sido blanco de ataques sucesivos de Trump y del exjefe de Estrategia de la Casa Blanca, Steve Bannon, es posible que ni siquiera ganara una primaria republicana. Para convencernos de que el discurso y la decisión de renunciar son en aras del país y se basan en principios, tiene que explicarnos cuáles son. Según el imperativo categórico de Immanuel Kant, la acción basada en principios es aquella que, de ser emulada por otros, crearía un mundo en el que todos querríamos vivir. ¿Quiere Flake vivir en un mundo en el que todos los legisladores que discrepan de Trump, lo denuncien encendidamente y abandonen el cargo? No está claro si lo de Flake es un llamado a boicotear la política electoral o simplemente una advertencia a otros para que no intenten dar batallas perdidas, pero alguien ocupará su lugar en el Senado. ¿Piensa Flake que su reemplazante estará más capacitado que él para ejecutar los deberes cruciales del servicio público? En su libro de 2017, Conscience of a conservative [La conciencia de un conservador], Flake incluye una afirmación audaz: “nos hemos alejado tanto de nuestros principios que ya no sabemos lo que los principios son”. ¿Habrá que releer esta frase en clave de acto fallido y suponer que él también perdió la brújula moral?