Condenados a perpetuidad
A propósito de la condena de por vida al Chapo Guzmán, vale la pena una reflexión sobre la condena que los ecuatorianos estamos obligados a sufrir.
So pretexto de un concepto retorcido de democracia, interpretado por personas interesadas o ignorantes, nos vemos obligados a soportar algunas autoridades completamente descalificadas, que nos conducen de manera permanente a un abismo pestilente, el del subdesarrollo y de la mediocridad imperante.
La democracia está concebida para el gobierno de los mejores de cada sociedad. Sin embargo cuando llegan al poder personas descalificadas, mediocres o malintencionadas, todo se desbarata.
Por lo general esto ocurre cuando las leyes que rigen una democracia tienen vacíos en puntos vitales.
Lo más peligrosos es que no se exija requisitos a los candidatos.
Tenemos presidentes que desconocen la Constitución, que la atropellan a su antojo, y una serie de funcionarios que imponen el agradecimiento estomacal al cumplimiento de las leyes.
Funcionarios de otros poderes del Estado que fueron elegidos por votación popular y al llegar a desempeñar las funciones, demuestran un total desconocimiento de las reglas generales y específicas necesarias para desempeñar esas funciones, amén de una falta de razonamiento, fortalecida por fanatismos inaceptables para cualquier funcionario racional. ¡Véase nomás el Cpccs actual!
¡Lo menos que se puede exigir a cualquier candidato a cualquier dignidad es el conocimiento de la legislación pertinente al desempeño de sus funciones!
Hemos llegado al colmo de tener legisladores (¡legisladores!) prácticamente analfabetos, y presidentes de la Asamblea Nacional con apenas títulos de ¡bachiller!
Mientras no se establezcan los requisitos necesarios para cualquier posición, ya sea producto de elección popular, o de nombramiento, estamos condenados a perpetuidad en una cárcel, peor a la que le toca al Chapo Guzmán.
Ing. José M. Jalil Haas