Efectos. A Rocío Amores, que vive en Piedrahíta y Manuel Galecio, el ruido de buses le produce náuseas y migrañas.

La contaminacion vehicular tambien provoca demencia

Según estudios, las partículas de hollín son tan letales que una vez que llegan a zonas de nieve, penetran en el hielo y provocan que se derrita en poco tiempo.

Un estudio científico elaborado por la agencia de salud pública de Ontario, la provincia más poblada de Canadá, pone en alerta a la población mundial. Afirma que vivir cerca de una carretera o vía transitada incrementa el riesgo de sufrir demencia, un mal degenerativo de la tercera edad en el que poco a poco se va perdiendo la memoria, no se reconocen rostros, nombres ni números y, en fases crónicas, no se tiene noción del peligro.

Según el análisis, publicado la semana pasada en la revista médica ‘The Lancet’, aquellos ciudadanos que residan a menos de 50 metros de una arteria transitada tendrán un 7 % más de riesgo de padecer la enfermedad que aquellos que lo hagan a 300 metros.

En Guayaquil son varias las personas que residen en esa condición, a menos de 50 metros y al margen de avenidas como de las Américas, Carlos Julio Arosemena, Francisco de Orellana, Quito, Machala y 9 de Octubre, consideradas las más transitadas de la ciudad.

Carolina Acevedo, de 58 años, habita en la ciudadela El Paraíso, en la calle principal, a escasos metros del colegio 28 de Mayo. Ella asegura que, en horas pico y debido a los gases tóxicos de los autos y las partículas de hollín que se adhieren a las hojas de las plantas o las estaciones de los buses de la Metrovía, se deterioran sus reflejos y mente. “Es como si oliera gasolina por horas. Me duele la cabeza, se me irritan los ojos y me vuelvo un tanto insensata”, precisa. Su casa se levanta a siete metros de la calle.

Para el médico Hong Chen, uno de los principales investigadores de este estudio, la exposición a largo plazo a toxinas como el dióxido de nitrógeno, monóxido de carbono y benceno, producidos también por la combustión de motores, podría ser una de las múltiples causas de esta epidemia que solo en el 2015 envió a 58 guayaquileños al hospital, según el INEC.

En 2013, un análisis elaborado con información proporcionada por el Municipio de Guayaquil y Fundación Natura determinó que dicho material particulado podía provocar incluso la muerte prematura de individuos con patologías existentes del corazón y el pulmón.

Ahora se habla de su influencia en los males neurodegenerativos. Una posibilidad que a decir del geriatra y director del centro guayaquileño Comunidad de la Tercera Edad, Aldo Guevara, no resulta descabellada. “Las enfermedades y el proceso de envejecimiento lo aceleramos o desencadenamos nosotros”, subraya. El ruido excesivo, un aire viciado y contaminado generan insomnio, ansiedad, estrés oxidativo e inflamación: “El cerebro oxigena menos y se deteriora”.

Ocasiona, a decir del también psicólogo y conferenciante Gabriel Ordóñez, una cascada de reacciones fisiológicas (en el sistema nervioso, endocrino, inmune y cardiovascular) que, de forma conjunta, afectan al funcionamiento del cerebro, reducen la sustancia blanca y, en consecuencia, dan cabida al trastorno mental.

En su consultorio, tanto ellos como la líder del área de Salud Mental del hospital Abel Gilbert Pontón, María Meneses, han diagnosticado casos de demencia con influencia de estos agentes.

Han recibido pacientes, como es el caso de la última, con la memoria y el intelecto deteriorados por ‘culpa’ del estrés generado por ruidos de alta y baja frecuencia. Estos pueden ser tan molestos como el de los motores a diésel o el de un mosquito en una habitación, pero tan dañinos como una grieta en el casco de un barco.

Investigaciones anteriores han sugerido que este tipo de contaminantes, incluso a niveles considerados seguros por la Agencia de Protección Ambiental (EPA), pueden aumentar el riesgo de accidentes cerebrovasculares isquémicos agudos y de deterioro cognitivo.

Para los psicólogos consultados, la contaminación causada por los vehículos y la inhalación de partículas, aunque aumentan el riesgo de desarrollar afecciones neurodegenerativas (como la demencia), no son los únicos detonantes de la enfermedad. “La genética y la edad siguen siendo los causantes principales. El estudio nos da luces para analizar a fondo el tema y tomar precauciones a nivel local”.