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Correísmo-fanatismo
Los legisladores correístas llegaron hasta la Corte Nacional para apoyar a Jorge Glas. Esther Cuesta usó su pañuelo.RENÉ FRAGA / EXPRESO

El correísmo quedó para fanáticos

Semana negra. A las revelaciones judiciales en Miami y en Quito se suma un inri sin retorno: el de traidor a la patria

La legisladora correísta Esther Cuesta se ha envuelto en un pañuelo la cabeza. En eso consiste su protesta, dice, por Jorge Glas, hijo simbólico de esta autodeclarada madre de la Plaza de Mayo, pálida, ingrávida, sufriente, diríase una virgen de pueblo evanescente. Y mientras ella graba un patético video dando cuenta de su religiosa determinación, el exvicepresidente convicto, objeto de sus padecimientos, es mencionado en la Corte del Distrito Sur del estado de Florida como beneficiario de 18 millones de dólares en sobornos de Odebrecht. Es la cruda realidad versus la fe del carbonero; la evidencia frente a la ceguera. En esta semana negra para el correísmo, Esther Cuesta ha venido a demostrarnos que la profesión de fe es la única manera de mantenerse entregado en las manos de semejantes líderes. Eso o la complicidad directa y tácita.

En Quito, testimonios anticipados en el caso Independencia Judicial: las reuniones secretas en Sao Paulo, donde el expresidente prófugo Rafael Correa impartía instrucciones al vocal del Consejo de la Judicatura Xavier Muñoz para que apoyara la agenda de su hombre de paja, Wilman Terán; la participación de los jueces Byron Guillén y Luis Rivera en el plan, urdido por el mismo prófugo, para aprobar el recurso de revisión del caso Sobornos; los esfuerzos de Alembert Vera para destituir a la fiscal Diana Salazar con el argumento forjado del plagio de su tesis; la participación del entonces juez de la Corte Nacional Wilman Terán en el proceso de excarcelación de Jorge Glas; las conversaciones entre Correa, Terán y Muñoz; el fraudulento concurso para elegir a jueces de la Corte Nacional al servicio de este entramado de corrupción política…

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¿Nos sorprende? Xavier Muñoz y los otros testigos llamados a declarar por Fiscalía no hicieron sino confirmar lo que el periodismo, entre otras voces, llevaba meses advirtiendo: que había un plan de impunidad en marcha para favorecer a los prófugos y presos del correísmo; un complot para alzarse con la Corte Nacional; una estrategia que pasaba por el recurso de revisión del caso Sobornos en esa corte; un operativo en el Consejo de la Legislatura y el CPCCS a través de operadores como Wilman Terán o Alembert Vera; una conspiración contra la fiscal Diana Salazar… Solamente era cuestión de poner un hecho junto al otro para darse cuenta de que ese proceso estaba en marcha. Y estuvo a punto de ocurrir. Si no fuera por la determinación de Diana Salazar y la vigilancia de la ciudadanía crítica, probablemente hoy el Ecuador estaría viviendo una historia completamente diferente, con los corruptos libres e impunes, la Corte Nacional en sus manos, la narcopolítica controlando la República…

Hay que decir que las fuerzas políticas representadas en la Asamblea Nacional, con notables excepciones, apostaron por ese desenlace y no sólo no lo impidieron, participaron en él a través de pactos inconfesables y secretos. El socialcristianismo, vinculado también en los esquemas de corrupción que investiga la Fiscalía, debe asumir su parte de responsabilidad en esta historia. El gobierno de Daniel Noboa, bajo cuya anuencia se entregaron las comisiones de Fiscalización y Justicia de la Asamblea al correísmo, tampoco es inocente.

Metástasis, Purga, Independencia Judicial… Todas las investigaciones y procesos que lleva adelante la Fiscalía terminan por resolverse en un solo gran caso de corrupción política en el cual la vinculación del expresidente prófugo, ya sentenciado por el caso Sobornos, parece inevitable, quizá cuestión de poco tiempo. En el bloque parlamentario correísta empezaron esta semana las deserciones. La vicepresidenta de la Asamblea, Viviana Veloz, las atribuye a la compra de conciencias, pero es probable que lo insostenible del caso Glas, así como la actitud intransigente adoptada por su líder máximo, termine por precipitarlas. ¿Qué persona que no sea una fanática envuelta en un pañuelo está dispuesta a jugarse por la inocencia del exvicepresidente convicto? Como van las cosas, el correísmo sólo podrá sobrevivir convertido en un grupito de sectarios.

El fanatismo pasa factura. Rafael Correa, desorbitado defensor de Jorge Glas, acaso porque en él distingue el espejo de su propia miseria, recibió esta semana un inri del que difícilmente se vuelve: el de traidor a la patria. Exagerado o no, el calificativo que le puso Daniel Noboa no es gratuito. Mientras Jorge Glas, en un video que sospechosamente grabó desde la cárcel La Roca, supuestamente bajo control absoluto del Estado, reconoce que los policías que lo apresaron en la Embajada de México en Quito lo “sacaron del carro”, Correa se juega por la dignidad de México, exige sanciones contra el Ecuador y se mantiene fiel a sus socios ideológicos que planeaban una fuga que habría humillado al país. Se necesita la fe ciega y la absoluta falta de discernimiento de una Esther Cuesta envuelta en su pañuelo de virgen de pueblo para no reconocer en todos estos signos el estado terminal de su partido.

  • Investigación. Los testimonios anticipados del caso Independencia Judicial confirmaron lo que el periodismo venía advirtiendo desde hace meses.

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