El cura Tuarez es un mal sintoma

El cura José Carlos Tuárez no lleva ni un mes en el cargo y ya se declaró “perseguido por la prensa y el Movimiento CREO”. Lo reseñó diario Expreso el domingo pasado. La nota recoge la intervención del fray en Manta. ¿Qué hacía allí? Lo mismo que hace desde que llegó al cargo el 13 de junio: proselitismo político. ¿Alguna duda? El presidente del Cpccs está pensando en el 2021, y en la nota se lee que sugirió a los manabitas que piensen bien por quién van a votar en las próximas elecciones: “Es importante que sepamos a quién le damos la confianza para que nos represente en la Asamblea, en la Presidencia de la República”.

Y para que no quepa duda de su vocación populista pronunció otra frase, de esas que habrá que ir coleccionando: “El pueblo es inteligente y sabe que las autoridades que han puesto no están a favor de la mayoría, sino de unas 200 familias que quieren manejar la República como una hacienda (...)”.

No se sabe todavía, a ciencia cierta, si Tuárez rema en la dirección trazada por Rafael Correa y a su entero interés. O rema por su cuenta. Pero luce evidente que el expresidente lo inspira. O que él lo copia. Primero en el lenguaje: es perseguido, luego es víctima. ¿De quién? De la prensa. Eso es correísmo puro. No es él una autoridad que está bajo el escrutinio de los ciudadanos y de los medios de comunicación. Es víctima. No es mentiroso y perjuro por haber entregado documentos falsos para su candidatura. Es víctima. No es susceptible de ser investigado y criticado por andar en campaña, movilizando -a control remoto- centenares de personas que lo acompañan, lo reciben en los aeropuertos y lo aclaman. Es víctima. Así Tuárez sigue los pasos de Correa que quiso hacer creer que sus exabruptos hacían parte de la normalidad. Y se fue contra los medios y los periodistas que sostuvieron lo contrario.

Tuárez, como Correa, se esfuerza en crear un vacío alrededor suyo, donde trivializa todo, al punto de que solamente queda él como máximo referente. Como principio fundador. Por eso quiere revisar todo lo que hizo el Cpccs Transitorio. Ver cómo destituye la Corte Constitucional o echa abajo sus fallos. Investigar los INA papers que enlodan a amigos y cercanos del presidente. Auditar los recursos para la reconstrucción de Manabí y Esmeraldas. Hacer seguimiento al uso de los fondos que contrajo el gobierno con el FMI... Si se le oye, no queda duda de que él se ve como un suprapoder; por encima de la Presidencia de la República, la Asamblea y los demás organismos del Estado.

El momento político permite afirmar que Tuárez piensa con el deseo; que es más plumas que buche y que si llegara a concretar sus amenazas en el Cpccs no cuenta con un engranaje institucional para instrumentarlas. Pero el cura, presidente del Cpccs, apuesta por una carrera política y está claro que ya tiene algunas chequeras que lo aúpan. A su favor tiene un vacío similar al que encontró Rafael Correa en 2005 cuando montó su candidatura: penuria de élites, un gobierno débil, total ausencia de liderazgo, una sociedad desconcertada y extraordinariamente fragmentada, crisis política agravada por una debilidad institucional y crisis económica caracterizada sobre todo por falta de empleo.

Tuárez es ante todo eso: un síntoma. Un mal síntoma de un país que, tras diez años de autoritarismo, podría perfectamente volver a premiar la irracionalidad y el más disparatado populismo. En el caso del cura se cumple el adagio según el cual el hábito no hace al monje. Pero en la tarima política seguramente sí ayuda.

“Un mal síntoma de un país que, tras diez años de autoritarismo, podría perfectamente volver a premiar la irracionalidad y el más disparatado populismo”.