Dara China un giro hacia su interior

A primera vista parecería que China y Estados Unidos estuviesen relativamente resguardados en caso de que las tensiones comerciales continúen en aumento. Las exportaciones de China a EE. UU. son solo 4 % del PIB chino, y sus importaciones desde EE. UU. apenas 1 % de dicho PIB. En EE. UU., país con una economía nacional grande e impulsada desde su interior, las cifras equivalentes son de 1 % y 3 %, respectivamente. Sin embargo, una marcha atrás por parte de las dos economías más grandes del mundo en el camino hacia la globalización podría conllevar costos significativos. China se ha estado reequilibrando a la vez que se aleja de las exportaciones: el consumo interno contribuyó a más de 60 % del crecimiento de su PIB en diez de los quince trimestres transcurridos desde 2015 y llegó a dar cuenta del 80 % del crecimiento en la primera mitad de 2018. En muchas categorías de consumo, China es ahora el mercado más grande del mundo. En el primer trimestre de 2018 superó a EE. UU. como país que genera mayores recaudaciones de taquilla. Y el 30 % de las ventas mundiales de automóviles (y 43 % de las ventas unitarias de vehículos eléctricos) se realizan en China. También da cuenta de 42 % del valor, a nivel mundial, de todas las transacciones de comercio minorista electrónico. Además, el McKinsey Global Institute determina que, si bien la exposición mundial a China en términos de comercio, tecnología y capital aumentó desde 2000 a 2017, la exposición de China al mundo alcanzó su punto máximo en 2007 y ha disminuido desde ese entonces. En 2008 su superávit comercial neto representó 8 % de su PIB; hasta 2017 dicho superávit había caído al 1,7 %, porcentaje menor al de Alemania o Corea del Sur, donde las exportaciones netas generan entre 5 y 8 % del PIB. Tras un período sostenido en el que China impulsó el crecimiento mundial, parece que su gran “apertura” está perdiendo impulso. Hay cinco razones por las cuales es poco probable que se tenga una China cada vez más autárquica: sigue dependiendo de la tecnología extranjera; si gira hacia su propio interior comenzaría a perder la inversión y ‘know-how’ proveniente de las multinacionales que operan en su economía; hay preocupaciones relativas al impacto de las crecientes tensiones comerciales sobre la inversión extranjera; una reducción en el comercio podría minar el impulso de reforma que China necesita para eliminar las muchas ineficiencias en su economía doméstica; y existe gran cantidad de evidencia que muestra que la interconexión mundial es buena para el crecimiento. MGI determina que los flujos mundiales de bienes, servicios, capital, personas y datos en la última década han impulsado el PIB mundial hacia un nivel aproximado de un 10 % por encima del que de otra forma se hubiera ubicado. Revertir la gran apertura de China afectaría a a ese país y a todos en el mundo, incluso a EE. UU. La pérdida de acceso a los mercados, flujos de capital, exportaciones y talentos chinos resultaría en precios más altos y crecimiento más lento, si bien los beneficios de la reducción de los niveles de competencia para las industrias estadounidenses se vislumbran con menor claridad. Las importaciones chinas han reducido el precio de los bienes de consumo de EE. UU. y las empresas en EE. UU. recibirían un impacto directo de aranceles más altos en el comercio, pues 77 % de las exportaciones de China a EE. UU. son de bienes de capital y bienes intermedios que se usan para producir productos terminados. Un giro hacia su propio interior puede ser tentador para China, pero los costos económicos de hacerlo serían significativos.