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Luisa González lanzó acusaciones de narcotraficante a Daniel Noboa durante el debate presidencial 2025.
Luisa González lanzó acusaciones de narcotraficante a Daniel Noboa durante el debate presidencial 2025.Foto: Flickr CNE

Debate presidencial: A solo un paso de que ser acusado de narco valga gato

Análisis| Con episodios como el del debate, los políticos banalizan los ilícitos y que no tenga sentido reaccionar

Al paso que vamos, en un futuro debate presidencial el candidato A acusará al candidato B de caníbal porque dirá que se comió a su abuelita. Y a nadie le importará mayor cosa. O bueno, quizá con suerte sería un hecho que justifique que algún especialista en comunicación política ponga cara de severo e inteligente y diga, en la emisión matutina de algún canal de televisión, algo así como: “Ese fue un excelente recurso para arrinconar al candidato B. Muy bien para el candidato A que, seguramente, con esa actitud va a ganar puntos para las elecciones”. 

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Para ese entonces, ser corrupto, narcotraficante o pertenecer a una banda criminal no será nada del otro mundo. Quizá caníbal un poco más, un rasgo más de la personalidad valiente y decida del candidato A, dirá el analista de marras.

Este escenario imaginario y distópico no es del todo descabellado si se toma en cuenta lo que ocurrió en el debate presidencial del domingo, donde la candidata de Rafael Correa, Luisa González, debatió con el presidente y candidato Daniel Noboa

Ese episodio puso en evidencia algo profundamente perverso que está pasando en el país: la clase política trabaja para las mafias y los grupos criminales banalizando y relativizando, en el mejor de los casos, el crimen y el hampa. Es decir, están montando un marco conceptual y hasta semántico donde palabras como narcotráfico sean completamente inocuas e inofensivas.

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Veamos lo más grosero de esta perversidad escenificada en el debate: de las dos horas que duró, una buena porción de tiempo lo utilizó González, la candidata de Correa, para acusar a Noboa de narcotraficante. No presentó una sola prueba o un solo indicio que permita sacar la conclusión de que Noboa es un narcotraficante; pero en su infinita estridencia no paró de acusarlo de estar metido en el negocio ilegal de drogas. 

¿Quién es María Beatriz Moreno?

Su única supuesta prueba era una hoja de papel impreso con información de la Fiscalía donde decía que una tal María Beatriz Moreno, gerente de nueve empresas del grupo Noboa y dirigente del movimiento noboísta ADN, estaba siendo investigada por narcotráfico.

Para Luisa González no importaba que la señora Moreno esté apenas siendo investigada o que quizá por ser representante legal de una empresa exportadora de banano cuyos contenedores fueron contaminados en el puerto, pudiera estar siendo investigada por ser la representante legal de la empresa de la familia Noboa. 

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Incluso podría ser cierto que esa empresa se dedique al narcotráfico, pero que alguien haga una acusación de narcotraficante al presidente de un país sin pruebas es, sencillamente, una locura. 

La escandalosa acusación

En un país normal, el que una candidata finalista a la Presidencia y con muy buenas opciones de ganar denuncie que el presidente en funciones es un narcotraficante sería un escándalo que pondría a ese país cabeza arriba. La prensa no haría otra cosa que hablar de ello, las redes estarían llenas de memes y el tema sería sometido a un juicio político inmediatamente en el Legislativo; y la Fiscalía estaría activada hasta no poder más. 

Pero no: en un país llamado Ecuador, ubicado en los Andes de América del Sur entre Colombia y Perú, una candidata le dice narcotraficante al presidente en funciones y no pasa absolutamente nada. Nada, a no ser por lo que se comenta entre los expertos en comunicación política, a los que les importa un pepino partido por la mitad si la acusación es cierta o no, y prefieren enfocarse en el efecto que tal acusación causó en la audiencia.

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Pero la inmoralidad no solo está en lanzar acusaciones gravísimas como si se trataran de pompas de jabón, sino también en reaccionar como si no le hubieran dicho nada, o casi nada. En el debate parecía como si a Noboa le diera exactamente igual que le digan narcotraficante a que le digan futbolista o empresario. 

Solo casi al final del debate, hizo una referencia muy a la carrera sobre el tema, dijo que la empresa no era suya sino de sus familiares y que había colaborado con la Fiscalía en la investigación. Nuevamente, recurriendo al trillado caso del país normal, un presidente al que se le acusa de pertenecer a una banda criminal habría puesto el grito al cielo y al día siguiente habría demandado por calumnia a quien le tachó de narco.

La acusación contra González

Lo de la acusación de narcotráfico fue apenas uno de los casos de acusación banal que hubo en el debate. Noboa dijo que González había dejado sin jubilación a los ancianos cuando estaba en el gobierno de su líder, Rafael Correa, y asimismo nadie se mosqueó.

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La clase política lo que está haciendo en el Ecuador con episodios como el del debate es banalizar a tal extremo los ilícitos, que pronto dejará de tener sentido reaccionar como sociedad organizada para combatirlos. ¿Quién se beneficia de las acusaciones ligeras y sin sustento de narcotráfico?

¿Quién se beneficia con las graves acusaciones?

Obviamente los narcotraficantes. ¿Quiénes sacan provecho de que en un ejercicio como el debate se hagan acusaciones de corrupción sin pruebas ni indicios? Obviamente los corruptos. Y eso es lo que, exactamente, está haciendo la clase política: vaciar por completo el significado de las palabras para que dejen de ser negativas. 

Así, llegará el día (si no ha llegado ya) de que ser narcotraficante y criminal sea más o menos lo mismo que no pagar el estacionamiento y recibir una multa por un agente de tránsito. No hay que sorprenderse entonces de que, si se sigue así, en un debate futuro el candidato B sea alias Fito y no haya problemas con sus antecedentes criminales.

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