Debates 2025: la novatada al desnudo
La proliferación de careos fortalece la democracia, pero evidencia la falta de profesionalismo de los políticos
Las elecciones generales de 2025 pasarán a la historia del Ecuador como el proceso electoral que marcó la pauta en la instauración de los debates electorales en la cultura democrática del país, aunque aún mantiene varios desafíos por sortear.
En este proceso electoral, además del careo obligatorio entre los candidatos a la Presidencia de la República, previsto en el Código de la Democracia, la academia organizó y el Consejo Nacional Electoral (CNE) avaló los inéditos debates entre candidatos a vicepresidente y a asambleístas nacionales.
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Más allá del debate presidencial
Sin embargo, aunque los debates son espacios que pretenden fomentar un voto informado a través de la exposición y contraste de planes de gobierno, analistas consultados por EXPRESO sostienen que este gran primer ejercicio deja como principal lección la falta de profesionalismo de los candidatos.
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Leer másUno de los primeros síntomas de ello, comenta el consultor político y exsecretario de Comunicación, Leonardo Laso, es la banalización del espacio como estrategia: “Lo vimos con los trajes, como el de Víctor Araus, o las frases polémicas, como mostrar un par de huevos. Terminan siendo un meme”.
Según Laso, este comportamiento de la gran mayoría de candidatos a diferentes dignidades hace que no se puedan debatir temas importantes con profundidad, sino que tanto la discusión política como ciudadana se queda en lo superficial, traicionando el deber ser de un debate electoral.
Por su lado, la académica y experta en comunicación, Caroline Ávila, sostiene que detrás de las banalidades observadas por Laso existe una realidad que ha quedado en evidencia como nunca antes en el país: la falta de profesionalismo de los políticos y de su equipo asesor o de consultores.
“El debate de asambleístas, por ejemplo, deja claro que un legislador puede saber cómo hacer el trabajo, pero no cómo hacer campaña para llegar a la Asamblea Nacional”, comenta y acota que eso hace que algunos candidatos prometan cosas que ni siquiera son de su competencia como legislador.
Demasiados candidatos, pocas propuestas
Aunque reconoce que ninguno de los candidatos de estas elecciones es un Rodrigo Borja o León Febres-Cordero, Ávila destaca que “siempre lo más provechoso será debatir” y que hay camino por labrar: “esto dejaría ver que no están preparados, pero quiero pensar que están a la altura, pero no saben cómo conquistar la votación”.
Caroline Ávila
No obstante, las falencias anotadas por Laso y Ávila hacen que Mauricio Alarcón, jurista y director de la Fundación Ciudadanía y Desarrollo (FCD), concluya que no importa cuántos espacios de debate existan, si la calidad nunca va a cumplir el objetivo de fomentar un voto informado.
“En una democracia siempre el tener debates es positivo. Ahora bien, el debate por sí solo no garantiza calidad y, tanto la modalidad como la metodología y los participantes, los que hemos visto han dejado mucho que desear”, acota y señala que el careo entre las candidatas a la Vicepresidencia fue el más destacable, aunque también tuvo sus limitaciones.
En ese sentido, Alarcón sostiene que “debatir es sano para la democracia, pero no todo debate le hace bien a un país, como el nuestro que demanda mejorar la calidad de nuestros políticos”. Además, insiste en la idea de que estos problemas que aparentan ser de forma, en realidad son temas de fondo.
Por ello, Leonardo Laso, consultor político y exsecretario de Comunicación, sostiene que la pobreza del debate vista en estas elecciones refleja la decadencia del sistema político y de partidos del Ecuador, mismo que necesita ser repensado para de verdad fortalecer la democracia del país.
“La realidad es que la estructura electoral del Ecuador, con tantos partidos políticos y candidatos, hace prácticamente imposible un verdadero debate”, comenta y señala que aunque se puede debatir el formato, poco se puede hacer con 16 aspirantes a la Presidencia de la República.
De hecho, en entrevista con este Diario, previo al careo presidencial, María Gabriela Castro, miembro del Comité Nacional de Debates, sostuvo que más allá del formato, la calidad del mismo dependía exclusivamente de que los candidatos respondan cómo piensan solucionar las urgencias del país.
Leonardo Laso
Asimismo, aunque reconoció que la gran cantidad de candidatos complica un careo electoral mucho más fluido, Castro puntualizó que el mismo también está sujeto a la predisposición que tengan los candidatos a prepararse y responder las preguntas de una forma directa y propositiva, y no evasiva.
Ante el incumplimiento de los candidatos y las organizaciones políticas, Laso hace hincapié en que “esta experiencia muestra la necesidad de una reforma que obligue a fortalecer los movimientos para que el tema sea manejable con menos candidatos y así la gente pueda tener una visión profunda de las propuestas”.
Al igual que Alarcón, Laso señala que la instauración de los debates obligatorios ha sido positiva, pero que se vuelve insuficiente cuando no se puede de verdad debatir entre muchas personas. “Son importantes los esfuerzos hechos por varios sectores porque un solo debate es limitante”, acota.
Asimismo, concluye en que el problema reflejado es el mismo de siempre: “aquí no hay verdaderos partidos, sino empresas electorales que se activan antes de la elección, pero no son permanentes. La política tiene que ser una posición permanente, de años”.
Obligatoriedad, pero con reformas
Aunque en Ecuador se organizaban debates electorales esporádicos, recién en la elección general de 2021 se instauró como una obligatoriedad establecida en el Código de la Democracia.
Entonces el país encaró un problema similar al de las elecciones de 2025: un careo presidencial entre 16 aspirantes a la Presidencia de la República que no terminaba de convencer por la gran cantidad de candidatos en la papeleta electoral.
Por ello, tanto Leonardo Laso como Caroline Ávila anotan que más allá del formato del debate presidencial, las críticas deben centrarse en el sistema político y de partidos que permiten la proliferación de candidatos.