Una decision errada de Mexico

El gobierno del presidente estadounidense Donald Trump forzó a México a acordar “medidas sin precedentes” para frenar la migración irregular y el tráfico de personas a través de sus fronteras. El acuerdo es una vergüenza para México y Estados Unidos por igual. Las desavenencias por el tema migratorio no comenzaron con Trump. En 2014, en respuesta a un súbito aumento de la llegada de menores no acompañados a la frontera de EE. UU. el presidente Barack Obama pidió al presidente mexicano Enrique Peña Nieto el envío de fuerzas a la frontera entre México y Guatemala para detener el flujo. Peña cumplió, aunque México nunca recibió nada a cambio, y la llegada de migrantes a la frontera disminuyó. Pero las tensiones escalaron considerablemente bajo la administración Trump, sobre todo porque a fines de 2017, la llegada de migrantes a la frontera de EE. UU. volvió a dispararse y se culpó al nuevo presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), que antes de asumir el cargo anunció que seguiría una política de “brazos abiertos” hacia los migrantes, con otorgamiento acelerado de visados humanitarios de un año de duración y libertad de movimientos casi total para atravesar el país. Según el acuerdo Permanecer en México (firmado en noviembre de 2018 por la administración Trump y el gobierno entrante de AMLO) los solicitantes de asilo centroamericanos que llegaran a EE. UU. serían devueltos a México para esperar allí a tener audiencia con un funcionario estadounidense. Pero las más de 15.000 devoluciones de solicitantes de asilo a México entre enero y mayo de este año, y la cancelación en enero del programa mexicano de visados humanitarios, no contentaron a Trump. En mayo, el presidente estadounidense amenazó con imponer aranceles del 5 % a todas las importaciones procedentes de México (y subirlos al 25 % en octubre) si el gobierno de AMLO no hacía mucho más. México accedió a casi todas las demandas de Trump. Muchos observadores mexicanos, entre ellos, miembros de la coalición gobernante, criticaron las acciones de AMLO, y sostuvieron que era mejor aceptar la primera suba de aranceles al 5 % (e incluso la segunda) y que era probable que con el tiempo, la creciente oposición dentro de EE. UU. obligara a Trump a retroceder. México podía contribuir al proceso imponiendo aranceles de reciprocidad a las exportaciones de determinados estados de su vecino del norte electoralmente decisivos. Y podía apelar la decisión arancelaria estadounidense ante la Organización Mundial del Comercio. Ninguna de estas acciones hubiera sido inocua, pero los costos hubieran sido inferiores a los de la estrategia actual, que entre otras cosas, perjudica seriamente la situación de derechos humanos en México. Las fuerzas de seguridad mexicanas no están entrenadas para el manejo eficaz de centros de detención de migrantes. Es un hecho moralmente indefendible, y puede tener consecuencias duraderas incluso para los mexicanos, porque México también es país de origen de migrantes. Mal puede denunciar deportaciones estadounidenses de mexicanos indocumentados o condenar el muro fronterizo de Trump cuando trata tan mal a los migrantes centroamericanos. El gobierno de México está enredado en la trampa de Trump. Si quiere liberarse, tendrá que empezar a oponer resistencia ahora.