Delia María Torres: La historia fue su destino

Delia Maria Torres: La historia fue su destino

A Delia María Torres la historia la persiguió toda la vida, como deseando convertirse en su mismo porvenir. Los primeros recuerdos de la actual directora del Archivo Histórico del Guayas y catedrática universitaria, se sitúan en la Biblioteca Carlos A. Rolando a inicios de los 70. En este lugar especializado de la Biblioteca Municipal de Guayaquil fue donde prácticamente creció. Cada día, desde los dos años, acompañó a su madre en su trabajo como bibliotecaria. Una mujer -comenta- de manejo escrupuloso de los libros y textos antiguos, entrenada por la Organización de Estados Americanos (OEA) y por Rolando en persona. Dice que de su progenitora lo aprendió todo.

Torres, nacida en Guayaquil en 1968, halló sus primeros y definitivos amigos en ese universo gigante, antiguo, silencioso y rico en conocimiento de la biblioteca. Recuerda que cuando no estaba tomando una siesta dentro de un enorme archivador de madera (que su madre adecuaba para tal efecto), se sumergía en las ilustraciones de ‘La Odisea’, ‘La Divina Comedia’ o ‘Platero y yo’, de la colección Ariel Juvenil. La fascinación también surgía de un diccionario de 1730 de la Real Academia Española en donde identificaba palabras raras, de antigua usanza, con las que sorprendía en las conversaciones que mantenía con adultos.

Nexos brillantes

Pero con el paso del tiempo, en la Biblioteca Carlos A. Rolando surgió además un nexo imperecedero entre Torres y varios personajes. Unos, investigadores en formación como Ezio Garay, y otros experimentados como José Ulloa Vernimmen, Kent Mecum y José Antonio Gómez Iturralde, con quienes aprendió el riguroso oficio de la investigación. “Tengo recuerdos tan claros porque mi infancia fue hermosa. Toda la gente que estuvo vinculada a nosotras (su madre y ella) son esos personajes que hasta ahora frecuento”, dice.

La investigación sobre temas diversos, en su mayoría relacionados con Guayaquil, fueron una constante en sus días de colegio y universidad, y lo que la mantenía conectada a la biblioteca, primero colaborando con Vernimmen y más tarde con Gómez Iturralde para publicaciones como ‘Los periódicos guayaquileños en la historia’ y ‘Las calles de mi ciudad’.

Fue a finales de los 90 cuando el Archivo Histórico, administrado por el Banco Central, elige como su director al historiador, y ella se une a su equipo como su asistente. De eso, ya son 20 años.

El bicentenario y la historia

En este espacio ubicado al norte de Guayaquil, en donde trabajan apenas siete personas, pero que alberga un valiosísimo fondo histórico, Torres se mueve en su ambiente natural, o como se dice ‘en su salsa’. Exige que los usuarios traten los documentos con la prolijidad aprendida de su madre: con guantes y, de ser necesario, mascarilla, por seguridad. Comenta que un libro antiguo puede contener hasta 120 bacterias.

Por lo demás, dice que el archivo es su lugar ideal, su sitio de confort. Una declaración nada extraña para quien creció en una biblioteca.

Mientras revisa el fondo fotográfico y escoge unas imágenes de Guayaquil antiguo, pregunta: “¿Reconoces dónde fue tomada esta foto?”. Se ve una fuente de un tono oscuro, sin ningún otro elemento que sirva de referencia. Ante el silencio, revela que es la avenida Olmedo cuando aún se conservaba un ramal de estero. “Lo rellenaron, por eso esta zona siempre se inunda”.

Analiza que es un verdadero reto difundir la historia y hacerla atractiva, sobre todo para los más jóvenes y en un país cuyas páginas se han escrito con grandes distorsiones. “Cuando los historiadores no han encontrado un ‘eslabón’ para unir su teoría, han recurrido al mito, a la leyenda, asumiendo que los hechos fueron de determinada manera”. Por eso asegura que solo con documentos se puede construir una teoría que “nadie pueda refutar”.

El rol del 9 de Octubre de 1820 y la participación de Guayaquil en el proceso independentista es uno de los temas que le entusiasma aclarar. Cree que la celebración del bicentenario en 2020 será la ocasión para reivindicar un evento histórico subestimado. “Esta revolución debe ser entendida a nivel de todo el país, porque da comienzo a un proceso que termina y se consolida el 24 de Mayo de 1822 en Pichincha”. “Recordemos que Guayaquil quedó independiente al menos durante tres años”, recalca.

Un puesto en la Academia de Historia

Siendo fiel a esa suerte de mandato de vida que inició en una biblioteca, Torres comenta que está en la búsqueda de aquel tema histórico de investigación que le otorgue un puesto en la Academia Nacional de Historia, en donde ha fijado su objetivo. Cree que “la todología no conduce a un puerto seguro” a un investigador que se precie.

Mientras tanto, continúa dándose los medios para cumplir con los objetivos del archivo, ahora en manos del Ministerio de Cultura, y en tiempos de austeridad. “Nuestra misión es custodiar, preservar, conservar, investigar y difundir el patrimonio, y de esas cinco funciones las más complicadas son la conservación y la investigación, porque no tenemos un investigador de planta”.

Por fortuna, revela que cuenta con sus ‘mecenas culturales’, un grupo de guayaquileños autodenominado el Club de la Historia, vinculado al archivo de forma voluntaria como apoyo a las tareas investigativas. Ahora mismo estos ciudadanos están concentrados en diseccionar la revolución de Guayaquil con la revisión del fondo manuscrito y las actas del Cabildo colonial, “hoja por hoja para ver qué encontramos de nuevo”. Y, claro, no podían faltar entre los bienhechores culturales los amigos de la Biblioteca A. Rolando, aquellos que hicieron de la historia su futuro.

Valioso fondo cultural

El Archivo Histórico resguarda varios fondos que pertenecen a la colección del Estado y que fueron declarados como colección indivisible por el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (INPC). Este centro está conformado por un fondo bibliográfico de más de 70.000 ítems, todos en la línea de las ciencias sociales.

La ‘joya de la corona’ del archivo es el fondo manuscrito, que es una documentación de correspondencias que va del siglo XVI al XX. El fondo fotográfico cuenta con imágenes de todo el país desde 1896 hasta 1921.

Otro de los fondos importantes es la hemeroteca, en donde se conservan periódicos de inicios y mediados del siglo pasado ahora fuera de circulación, como El Grito del Pueblo, El Patriota y 6 de Marzo. También se encuentran los ejemplares de los diarios que circulan aún, como El Universo, El Comercio y El Telégrafo. Este es el único fondo que se alimenta continuamente.