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Angie Palacios en París
Angie Palacios ofreciendo declaraciones a medios de comunicación, en París.Crédito: COE

Los deportistas le ponen la vara alta a la clase política

ANÁLISIS. Los competidores que representan al Ecuador en las olimpiadas son un anverso de la medalla del político promedio

Que existan deportistas en el país capaces de superar los más grandes obstáculos de la vida como la pobreza extrema con todas sus variantes como la desnutrición, una vida familiar conflictiva, la carencia de afecto, la inseguridad psicológica y terminen convirtiéndose en triunfadores es un mensaje al país, pero especialmente a su clase política.

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Durante estos días se ha visto cómo estos deportistas que llegan a cosechar medallas olímpicas para el Ecuador se emocionan hasta el delirio al darle al país una alegría y un motivo de orgullo. Una alegría que se expresó, por ejemplo, en el conmovedor llanto de la luchadora Lucía Yépez al saber que había ganado una medalla de plata, aunque su rival en la final le había ganado. Lo de Yépez o lo del marchista Daniel Pintado, ganador de una de oro y co-ganador de otra de plata junto a Glenda Morejón, es el síntoma de una sociedad que no lo ha perdido todo a pesar de una crisis de seguridad y de valores éticos que ha hecho que gran parte de los ciudadanos estén secuestrados por el miedo, la inseguridad y el deseo de abandonar el país.

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Estos deportistas que han representado al Ecuador en las olimpiadas de París y muchos otros como los futbolistas que han triunfado en Europa representan un anverso de la medalla con el político promedio que asciende sin mucho más esfuerzo que el de viveza criolla, el de los compadrazgos y el alineamiento con otros de su misma especie que buscan consolidar el poder que les permita aumentar su fortuna y su poder.

Una vida de sacrificios

El cuencano Daniel Pintado, por ejemplo, alcanzó la medalla de oro al final de una carrera en la marcha que comenzó a los 5 años, en Cuenca, por la admiración que sentía por el marchista Luis Chocho. Una carrera que tuvo que compartir con su trabajo de tecnólogo en mercadeo porque la marcha no le podía dar un sustento para su vida. En 2011, en el mundial de marcha en Lille, Francia, ya quedó en décimo lugar. Luego de eso casi tiene que abandonar su carrera porque le dio un asma producida por el estrés que le suponía su dedicación al deporte, pero finalmente siguió y en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro en 2016 alcanzó el puesto 57. Dos años más tarde consiguió una medalla de oro en los sudamericanos celebrados en Cochabamba, Bolivia. Gracias a ese resultado, Pintado se clasificó directamente a los Juegos Panamericanos Lima de 2019. Juegos en los que también obtuvo la medalla de oro. Y así llegó, poco después a las olimpiadas de Tokio donde quedó en el doceavo lugar.

La carrera de Pintado, al igual que la de sus compañeros, muestra la dedicación y la fuerza de voluntad que tienen los deportistas por ascender en sus disciplinas, algo que el político promedio sería incapaz de seguir porque lo que busca es el ascenso rápido y fácil. Para eso, estos políticos recurren a los partidos de alquiler que no exigen ni una carrera que certifique sus progresos académicos o profesionales ni tampoco un trabajo que se traduzca en cierta solidez ideológica. Con la existencia de estos partidos de alquiler, cuya única función es fichar figuras que podrían llegar a la Asamblea o a un Concejo Municipal, la carrera del político promedio se limita a aprovechar alguna coyuntura e ingresar al ecosistema de la clase política para enriquecerse o dar trabajo a sus amigos y parientes.

El interés particular por sobre el colectivo

Con las honrosas excepciones que siempre hay, el político no tiene a su país como una inspiración cuando decide comenzar su carrera ni el orgullo que puede darle a sus compatriotas. Para ese aspirante a funcionario público casi no es necesaria la dedicación y los sacrificios que sí tienen los deportistas como la luchadora Lucía Yépez o la pesista Neisi Dajomes para llegar tan alto como han llegado. Si hubiera una competencia internacional o unas olimpiadas para medir las virtudes cívicas o éticas de los políticos, los ecuatorianos seguramente no clasificarían ni siquiera para poder participar.

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El político ecuatoriano que podría encarnar las virtudes éticas y cívicas que un ciudadano espera que debería cumplir con al menos uno de los diez tipos de cualidades que los expertos deportólogos sostienen que los deportistas de élite deben tener: liderazgo, confianza en sí mismo, espíritu de equipo, calma, respeto al otro, integridad y honestidad personal, auto disciplina, capacidad para salir de la adversidad, conducta ética y honestidad y actitud positiva.

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